Valoración de aspectos que pudieran mejorar las puestas en pantalla de concursos de baile y canto

Desde los años 50 pasados la televisión iberoamericana privilegió el modelo de radiodifusión con fines mercantiles. De ahí que los concursos de talento artístico no sean simples competencias donde los espectadores aficionados devengan intérpretes-protagonistas con reconocimiento colectivo.

Nacidos en este modelo de gestión comunicativa pronto se convirtieron en soportes óptimos para aplicar estrategias, campañas y acciones de mercadeo, merchandising, comunicación y promoción que buscaban fortalecer sus relaciones productivas, financieras y simbólicas con los productores de medios de consumo o servicios, los anunciantes, el Sistema de estrellas y el espectáculo; aportando innumerables ganancias sobre el capital invertido y notoriedad social.  

Su  impacto popular y pervivencia en las prácticas mediáticas-culturales los han inscrito en nuestro imaginario colectivo y tradición donde han alternado con variados fines comunicativos-culturales.

En los últimos realizados por la televisión cubana -los megaproyectos Sonando en Cuba y Bailando en Cuba- se funde nuestro legado y el de las versiones harto recicladas en la región. Este mimetismo de modos y visiones mediáticas,  culturales, comunicativas y simbólicas se catapulta hoy a escalas inéditas por la euforia generada por el universo digital. 

La milenaria apropiación cultural no es un proceso negativo. Lo paradójico es cuando el deslumbramiento por viejas fórmulas -envueltas en ilusoria sensación de novedad-  lleva a experimentados artistas a réplicas acríticas que obvian importantes diferencias entre distintos públicos y contextos, generando ostensibles ruidos comunicativos entre emisores y receptores.

Entre los detectados en los programas cubanos antes referidos descollaron:

El uso inapropiado de vocablos anglosajones, el remedo de reality show de los aspirantes, la tensión dramática ficticia alrededor de la  zona caliente o de riesgo; anulada por contradictorios elogios o resultados finales sorpresivos o la inserción de acciones de visos populistas como las visitas a sitios religiosos o patrios emblemáticos o zonas de desastre natural.

En teoría, la competitividad se centra en los aspirantes. Cuando Sonando en Cuba la  extendió hacia los todopoderosos mentores -entrenadores- jurados en su condición de artistas profesionales por las diferencias del entorno, resultó impostado.

Tal trilogía de roles también anuló la imparcialidad del juicio artístico opacado por la precisión de parámetros técnicos de evaluación que fueron suplantados muchas veces por vocablos subjetivos u ofertas laborales personales que intentaron establecer una sinonimia de calidad y, ocasionalmente, al defender a sus aspirantes, incurrieron en actitudes  inapropiadas.1

La necesidad de renovar nuestros recursos expresivos y propuestas no puede ignorar nuestras singularidades:

Desde 1960, el Estado cubano -casi por excepción en el continente- posee la propiedad de los medios de producción, la gestión, la emisión2 y el financiamiento3 y adoptó el modelo de gestión de servicio público. Estas transformaciones raigales protagonizaron un proceso de continuidad-ruptura que devino hito cultural de nuestra historia mediática. El nuevo modelo y visión se oficializó desde 1962, al crearse el Instituto Cubano de Radiodifusión,4 en cuyo devenir incidieron sucesos históricos significativos. Ejemplos:

Desde ese año,  Estados Unidos  declaró formalmente el acoso financiero y tecnológico a nuestro país -embargo para ellos, bloqueo para nosotros- mantenido aún, lo cual determinó muchas tendencias.5 

La conversión del Estado cubano en socialista y sus nuevos imperativos sociales forjaron una verdadera revolución ética, ideológica, económica, comunicativa, cultural y simbólica de la programación mediática.

Durante tres décadas consolidamos una hermosa obra de servicio público. El Período especial de los años noventa pasados, impactó nuestra tradicional diversidad de contenidos, géneros, formatos y funciones, los altos niveles de glamour y calidad artísticas, la originalidad y la creatividad pues el arte audiovisual, además de talento, voluntad y laboreo, demanda un raudal de insumos y tecnologías singulares de baja obsolescencia.

Sonando en Cuba y Bailando en Cuba –como antes los musicales Lucas y Cuerda Viva- elevaron exponencialmente la puesta en escena de atractivo integral, las altas inversiones, el uso de las nuevas tecnologías y la sinergia de relaciones comunicativas, simbólicas, financieras, con otros escenarios, protagonistas, audiencias y actores-agentes de la Industria Cultural y ahora de la info-comunicación. 

La alianza televisiva con renombradas instituciones y empresas culturales  y los artistas, posee potencialidades no explotadas que, de convertirse en frente común, pudiera catapultar nuestra producción cultural y sus valores. Por su impacto en la calidad general del producto comunicativo, merece extenderse al resto de producciones hoy deterioradas.

La realización de productos de tal complejidad en nuestro  entorno televisivo -maltrecho por carencias materiales, organizativas y creativas- no es empeño  fácil.6 Sin embargo, a todos nos agradó ver tecnologías creando otras  dinámicas audiovisuales, ampliando tomas de cámaras en interiores-exteriores y devolviendo a las escenografías, escenarios, luces y vestuarios, variedad, elegancia y dignidad. Significativos fueron su aporte al rescate de la música, ritmos y bailes tradicionales.

No obstante, la mayoría de sus fallas surgen cuando en ambas propuestas el concepto del espectáculo primó sobre el proyecto cultural, el programa televisivo y la propia competencia:

El tiempo difusivo se extendió excesivamente y hasta superó el anunciado en una sucesión infinita de interpretaciones especiales, competencias, entrevistas, reportajes, secciones colaterales y entretelones; percepción reforzada por la debilidad del libreto y de la conducción.  

Los aspirantes -aficionados y semi-profesionales de limitada experiencia- interpretaron variados géneros y formatos vocales -reto no enfrentado por muchos consagrados- restando equidad y lucidez a una competencia que parecía perdida en la monumentalidad de una revista informativa musical. 

Estos concursos responden a las necesidades de un momento preciso de los medios de comunicación o del sector cultural que, por su elevada inversión y la demanda del  mercado ulterior para los nuevos talentos; no constituye una oferta constante en la programación. En Cuba o fuera de ella, su financiamiento tradicional ha descansado en las marcas y en los anunciantes, no en las televisoras.

Pero tal vez la mayor disonancia de Sonando en Cuba sea el momento de su realización, en medio de un complejo universo mediático-cultural, pleno de paradojas. Ejemplos:  

  • Los salones especializados en música bailable autóctona son insuficientes.
  • La enseñanza especializada genera sin cesar nuevos solistas y agrupaciones hasta el universitario a los que se suman los artistas empíricos.
  • Numerosos vocalistas esperan años la audición-evaluación de una agencia que ofrezca representación,  profesionalidad y el cobro establecido por esa labor. 
  • Los certámenes de interpretación musical se multiplican en variados soportes y escenarios del sector cultural.7
  • La radiodifusión los reproduce en numerosos proyectos o secciones simultáneas dentro de su avalancha de propuestas Hasta creamos una televisora especializada en música para el soporte digital: Clave.  

 Felizmente, Bailando en Cuba erradicó muchas de estas incongruencias:

Los coreógrafos-entrenadores no fueron jurados y los maestros de diversos ámbitos seleccionados en esa función derrocharon rigor, profesionalidad y elegancia en evaluaciones precisas que, pese a la simpatía personal, no afectaron su imparcialidad.

Como Sonando en Cuba, Bailando… potenció  la música tradicional, aunque uno de sus aportes trascendentes fue rescatar la casi olvidada tradición del baile en parejas.   

No obstante, sus escenarios resultaron inmensos para el baile individual de parejas y el énfasis excesivo en el espectáculo centró la competitividad en la escenificación y en las coreografías acrobáticas;8 dejándonos con ganas de mayor tiempo dedicado al ejercicio puro de nuestros bailes tradicionales, reservorio cultural desconocido por muchos jóvenes.  

Muchas de las mejoras que precisa nuestro audiovisual televisivo no son materiales:

Retomar la originalidad y el buen gusto, modernizar la estética, ampliar los paradigmas comunicativos, son tan importantes como aumentar la producción nacional de ficción, animación y  documental para enfrentar con “lo nuestro” la invasión foránea que inunda nuestra televisión y toda nuestra sociedad.

Hace ya un cuarto de siglo, la crisis económica redujo sensiblemente nuestra capacidad productiva habitual en muchos géneros-formatos. En consecuencia, creamos un mare magnum de concursos, premios, certámenes, revistas informativas, entrevistas y musicales donde priman las funciones informativas o lúdicas y dejamos de satisfacer los hábitos de consumo cultural de todos los públicos.   

 Si Sonando en Cuba y Bailando en Cuba se proyectan hacia el futuro, deben continuar  adecuándose a nuestra realidad. Si las caricias hacen falta, los golpes enseñan.    

 Referencias:

1 A quienes cada cual  seleccionó repertorio, formato y géneros a defender y orientó su puesta en escena e interpretación. Estas funciones pudieron dispersarse, por ejemplo, entre los directores de coros u orquestas.

2 Hasta la creación de Radio Cuba -mucho tiempo después- empresa independiente a la radiodifusión que opera las señales de radio y televisión.  

3 Desde 1961, se eliminaron los anuncios y acciones comunicativas-comerciales en nuestros medios que hasta entonces tuvieron en ellos sustento vital de su financiamiento.

4 Luego denominado Instituto Cubano de Radio y Televisión.

5 Ejemplo: Prevaleció la difusión de televisión abierta masiva y gratuita de nuestra etapa fundacional. La televisión por cable se redujo a los hoteles y algunas terminales y la satelital internacional a Cubavisión Internacional, destino solo ampliado con nuestra inserción en Internet.

6 Su inversión como programa televisivo incluye varias temporadas de actividades exteriores por toda Cuba; saldo inquietante en las actuales condiciones,  porque su propia  tipología limita su retransmisión continua.

7 Ejemplos: Talleres de canto: Argelia Fragoso o Leo Brower-, Concursos: Mariana de Gonicht, Boleros de Oro, El Cucalambé; Competencias del Instituto Superior de Arte.

8 Al estilo del Circo del sol y de los concursos de baile de salón norteños.

 

 

 

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