Acercamiento a un ritual de la experiencia cotidiana
Todo lo que ocurre hoy en día, acontece para la televisión. Este medio se insertó de tal forma en la vida del ser humano en cualquier país, que es casi imposible pensar en los acontecimientos del mundo sin su presencia.
De acuerdo con el profesor colombiano Omar Rincón: “la televisión hay que comprenderla como un ritual de la experiencia cotidiana: ir a su ceremonia, a sus formas y maneras de intervenir las rutinas del existir, a sus modos de relajar-imaginar y sus maneras leves de significar”.
Los formatos, géneros y programas continúan siendo las formas más estables de referencia al medio como acto cultural. De hecho, televidentes de diferentes edades y sexos, asumen, interiorizan, llevan a la práctica, lo que ven y les impresiona en la pantalla doméstica.
Ocurre con la Copa Mundial Brasil 2014, la cual repercute en los barrios habaneros, donde surgen equipos de fútbol de manera espontánea. Lo más llamativo ha sido, en algunos casos, las coreografías surgidas en la dinámica de un juego, que motivan experiencias vividas durante la recepción televisiva.
Los públicos suelen conectarse con la realidad otra, que impresiona por su verosimilitud.
“Comprendo la actitud de ese personaje, en lavida real, mucha gente actúa así”, dice la mujer sin apartar los ojos de la pantalla.
Como advierte el doctor en Ciencias Psicológicas, Manuel Calviño, en su libro Vale la pena. Escritos con Psicología: “Las emociones expresan nuestra realidad situacional o esencial con las cosas y, por ende, son “información” sobre nosotros. Como toda información las emociones son uno de los pilares sobre las que tomamos nuestras decisiones”.
Infinitas emociones motiva el audiovisual, algunas insospechadas. La TV media entre la elaboración del conocimiento de la realidad y el acto perceptivo de los sujetos que evalúan esa realidad, reafirma la dimensión antropológica de la cultura, ente heterogéneo, híbrido, en el cual confluyen repertorios populares y masivos.
En la ficción, de la idea a la puesta en escena transcurre un proceso creativo, que no siempre es riguroso; el guion constituye la base directriz del programa, en el cual las historias son contadas en imágenes, diálogos y descripciones en el contexto de una estructura dramática o de otro tipo.
El joven escritor y director de radio y televisión, Alberto Luberta Martínez (Playa Leonora, Tras la huella), prefiere contar historias que tengan movimiento, sean divertidas y entretengan.
Tanto en la ficción como en los programas de variedades y noticieros, tiene que existir tensión, una curva dramática. Estos no son ingredientes, sino sustancias, las cuales garantizan el valor del producto comunicativo y artístico.
El maestro Luis Carbonell insistía en la calidad del texto y reclamaba: “desentrañar sus esencias. Actores, actrices, cantantes, declamadores, todos deben leer bien e interpretar lo que está escrito, de lo contrario, no convencen”.
Sin dudas, el guion es la base -no siempre se respeta su estructura, punto de vista, y complejidades- y desde este cimiento, los intérpretes deben construir lo que harán y como lo harán.
La retransmisión de la serie Blanco y negro no, con guion de José Víctor Herrera y dirección de Charlie Medina, permite disfrutar del histrionismo de varios intérpretes, que demuestran un significativo valor artístico: en la escena, la acción verdadera tiene un fundamento y un propósito.
En ambos sentidos, son elocuentes las actuaciones de Herminia Sánchez (abuela) y de Coralita Veloz (madre).
La familia es un tema siempre vigente. Algunos padres, abuelos e hijos exigen verse representados tal como son; otros añoran ver otros conflictos ajenos, alegrías y sorpresas desconocidas.
Quizás porque la vida está hecha de razones, también de pasiones. Raravez,unas y otras bastan al ser humano, complejo de por sí, lo cierto es que la producción de entretenimiento con beneficio social contribuye a otro tipo de anclaje en la realidad cotidiana, de esta última la TV selecciona comportamientos elegidos como fuentes de su actividad comunicativa. La capacidad de satisfacción y adelanto, que aporta el arte audiovisual, trasciende la mera reproducción de la vida.
Dada la focalización de la mirada, las representaciones sociales y, por lo tanto, la “realidad”, se construye desde el lenguaje. De hecho, los discursos son lugar de producción de saberes, legitimación de lo “real”.
El audiovisual solo alcanza valor estético por su intrínseco poder de persuasión. La primera exigencia para lograrlo es la condición de verdad, la cual no requiere que acontecimientos, atmósferas, soluciones, se correspondan tal cual como ocurren en la vida misma, sino que el espectáculo construya una realidad-otra, sea capaz de tender puentes de entendimiento entre el artista y su espectador, al crear una extensión de la realidad subjetiva entre ambos.
Las artes son derivaciones sensitivas de lenguajes o tecnologías, que obviamente las preceden, pero sus fines con comunicativos. En pleno siglo XXI no faltan quienes pidan al “espejo mágico” que diga la verdad, lo más importante es que todos se la crean.