Casi once años atrás, en un noviembre tórrido, la sala Rubèn Martìnez Villena de la UNEC, fue escenario de uno de los debates del encuentro Caracol. Era normal que se organizaran mesas con temas atractivos, pero aquella por suerte se grabò.
Fui la moderadora del encuentro en el que dos verdaderos tanques pensantes del audiovisujal, Rufo Caballero y Victor Fowler dieron su respuesta a esta pregunta ¿Existe la televisión de autor?.
En el pùblico estaban creadores como Tomàs Piard y Rudy Mora que luego me enviaron sus criterios, aunque asistieron otros importantes realizadores de los que no conservo sus opiniones.
Fue –es- un tema polémico que no caduca. No he encontrado esos textos en INTERNET, sino en mi computadora.
Pasada una década, para Usted que lee, ¿existe la televisión de autor?
Victor Fowler
-¿Existe una “televisión de autor”? Si respondiéramos que “sí”, ¿bajo qué condiciones? ¿Son todos los espacios televisivos vehículos para el desarrollo de “autoría”? ¿O hay formatos codificados, determinadas estructuras que operan dentro de marcos fijos? ¿Qué cosa es ser “autor” dentro de la televisión, qué valor merece la actitud y qué sucede con quienes no lo son? El concepto proviene, como ya sabemos, del cine y explica una relación que pasó a primer plano durante la Nueva Ola francesa; una marca de identidad que se repite en las películas de un determinado realizador, que suele preferir trabajar con determinado equipo (de guionistas, actores, fotógrafos, editores, sonidistas y productores) y que consigue una autonomía creativa amplia
-Con las variaciones de rigor, nada impide a la televisión disponer y, más que ello, potenciar la presencia de realizadores que desarrollen su condición de autor dentro del medio; de hecho, es reconocida como una marca a este propósito la transmisión (1990- 1991) de la serie Twin Peaks, dirigida para la cadena norteamericana ABC por David Lynch.
-A medida que la televisión mundial se ha fragmentado, en cantidad y variedad temática de los canales (proceso que corre en paralelo a la micro-localización de las audiencias), se repite el proceso de implementación de circuitos que posibilitan el surgimiento y sostenimiento de “autores”. Hoy día, cuando la transmisión mediante Internet y hacia teléfonos móviles se suma a las opciones de televisión aérea, cable y satélite, aumentan las oportunidades de correlacionar los tramos de audiencia con productos marcados por la presencia de estilo y voluntad de autoría; dicho de otro modo, la posibilidad de producir potenciando el estilo del realizador y beneficios garantizados, puesto que hay un sector estable del público para cada conjunto de productos.
-A mi juicio es importante defender para la televisión la posibilidad de que propicie sus tres televisiones. Que dé espacio a la experimentación creativa, incluso la más radical, que intente fabricar acontecimientos culturales para la memoria de la nación y ese tercer lugar donde está una televisión bien hecha. Hay que dar la posibilidad de que sucedan las tres y que las tres se hagan a un altísimo nivel profesional; al mismo tiempo, desde la óptica de la crítica, evaluarlas desde lo que lo que intentan ser.
Rudy Mora:
-La Televisión Cubana hace tiempo empezó a ser mucho más que una televisión y se opina que analizar cualquier tópico propio sin esa gran dimensión es estar alejado de la realidad. Aquella TV que nació hace medio siglo con los mismos propósitos que otras, se le fueron otorgando rápidamente nuevas y diferentes funciones, por tal se fue transformando abrupta y lentamente siendo hoy más que un transmisor, un legitimador y un medio de confluencias sin poder dejar de ser todo eso en sí misma. La aspiración a que fuese y sea más que una vitrina y un fabricante en términos espirituales de lo que se desea ampliándose a lo que se necesita y se espera, ha marcado el rumbo y condiciona todos sus procesos. Su anchura por lo que significa para casi todos los cubanos la sobrevalora, haciéndola en muchos casos absolutamente culpable de todo lo habido y a su vez responsable de lo por haber, alimentándose día y día el conflicto mayor de su esencia como medio
-Sobre esta corriente o intención descansa la tendencia a la “autoría” o al “autor” en la TV, manejada recientemente por especialistas de diferentes áreas, su estudio se basa en programas y productos concretos de los últimos años, sin embargo es posible hablar de antecedentes en décadas pasadas, que al ser vistos sin profundidad pueden parecer resultado de un antiguo propósito institucional y no fue así. Programas, estilos y obras representativas de épocas anteriores también surgieron por razones diversas, parecidas o similares a las actuales, teniendo en cuenta esas “circunstancias” antes mencionadas. La huella de Erick Kupp en el género Aventuras, Manolo Rifat, E. Pedraza Ginoris y Eduardo Cáceres Manso en eventos y programas musicales, así como Loly Buján, Silvano Suárez y Eduardo Moya en la ficción o dramatizados, entre los más notables y en etapas diferentes, dieron fe de una identidad artística dentro de la misma TV.
-La “autoría” en la TV nunca formó parte de los planteamientos teóricos sobre el medio, su origen y antecedentes están en el Cine donde predomina la mirada personal, íntima y de búsqueda estética teniendo como público potencial a los interesados en los retos artísticos; Cine verdaderamente independiente, hoy en extinción y que siempre tomó distancia del que se prefabrica comercialmente, con un estándar determinando aún con altos niveles de artisticidad. Pero la nueva relación Cine – Televisión o Televisión – Cine, con fronteras ya desenfocadas por razones técnicas y comerciales, está alimentando el estudio de conductas, complejizándose el entendimiento del fenómeno y teorizando sobre viejos y nuevos comportamientos.
Tomás Piard:
-A pesar de todos los pesares, a pesar de la excesiva burocratización (que por momentos creemos que nos va a paralizar) de la televisión, pienso que, la nuestra, por no tener ninguna intención comercial (ni siquiera vender lo que hacemos, por la ineficiencia de la entidad creada para ello, o sea RTV-Comecial) en nuestra televisión existe la posibilidad de hacer obras de autor. En mi caso particular, todo lo que he hecho en ella, estoy seguro que no podría hacerlo en ninguna otra parte del mundo.
-Experiencias tengo de terribles impedimentos en la Televisión de Galicia. Eso, nunca ha sucedido aquí, a pesar de miedos y desconfianzas con muchas obras que hemos creado en los últimos tiempos, sobre todo.
-Particularmente no creo que yo tenga una mirada televisiva a la hora de hacer casi todo lo que he realizado desde 1989, que comencé a trabajar en la televisión. Vengo del cine y pienso, que, por diversas malditas circunstancias, que ahora no vienen al caso, yo he realizado y realizo cine para la televisión. Y, si, creo que tengo un sistema filosófico propio, de donde se derivan temas que me preocupan y que una y otra vez los he tratado en muchos de mis telefilmes, algunos de los cuales, como es el caso de ITACA, creo que no tiene nada que ver con la manera que debe hacerse la televisión, según los teóricos de la misma.
Rufo Caballero:
-La televisión nuestra todavía está lejos de ser una buena televisión; pero al menos es una televisión seria. Eso se comprueba con la experiencia del viaje. Ojalá todos pudiéramos viajar y confrontar otras televisoras, más allá de las simples y decepcionantes experiencias de las Antenas, para que nos diéramos cuenta del valor de nuestra televisión, el valor educativo, a veces saturador, a veces maniqueamente pedagógico, O.K., pero el mérito de un proyecto humanista enrumbado a la satisfacción y el fomento de un grupo de valores.
-Es esa una discusión que se escucha en otros campos, de otro alcance, mayor o menor, como la publicidad o el videoclip. Algunos críticos se preguntan que cómo podemos hablar de “autores” a propósito de un género de carácter publicístico; de un género que funciona en negociación continua con el encargo. En esos casos, suelo recordar que la historia del arte, en pleno, ha tenido que negociar con el encargo, con el comitente. El músico de los siglos XVII y XVIII era un servidor de la corte. Antes, la Capilla Sixtina fue un encargo. Entonces, aun las artes consideradas mayores o “auráticas” han tenido que negociar con el encargo de forma muy trabada y embarazosa la mayoría de las veces. Claro, en las últimas décadas, y con los nuevos géneros, ese debate se recrudece; no es menos cierto tampoco.
-Si ejemplificamos con el videoclip, ni hablar de X Alfonso. Sería muy desleal traerlo a colación, porque ese es un autor en un sentido recio y alto, incluso por lo personal de su simbiosis entre videoclip y videoarte. Muchas veces X toma al clip como pretexto para hacer videoarte. Ahora, al tratar de justipreciar el clip, no hay que esperar por el maridaje con el videoarte, ni mucho menos. O no hay, necesariamente, que tener en la nómina a un fuera de liga como X Alfonso.
-Siguiendo con los programas musicales, en la televisión y en la radio, tenemos el caso del Guille Vilar. A Capella fue una revolución en la historia de la televisión cubana. Hay una manera de concebir el programa musical antes y después de A Capella. Pero es que cuando usted ve hoy, ya no A Capella, sino Música del mundo, advierte que este hombre está perseverando, que es un impenitente. ¿Por qué señalo que desde otro criterio estético? Mantener la autoría no implica la obsesión creativa hasta la reiteración improductiva.
-A propósito de la autoría y su proyección, debemos perfilar mejor las políticas culturales. No hacer guerritas contra los géneros. Cuando los géneros aparecen están indicando necesidades culturales enconadas, profundas, que reclaman expresión, y de una forma u otra se las van a agenciar para expresarse. Ofrecer alternativas culturales al receptor de hoy, pudiera ser un recurso aconsejable, en medio del aturdimiento y la falta de distinción.
-Tampoco en el dramatizado han faltado los autores. Aquí, de nuevo, Rudy Mora se comporta como un autor aventurado, que cree en los abismos de la creación y hacia ellos mira. La mayoría de las rupturas de lenguaje que apreciamos en sus series aparecen absolutamente conectadas con la necesidad de significación; distan mucho de ser gratuidades. Por ejemplo, a Rudy, ya lo sabemos (casi lo padecemos), le fascina el distanciamiento, pero en él, con respecto a esto, se produce un fenómeno muy singular: identificar distanciando; el tipo es un mago, se las ingenia para comunicar a partir de la ruptura, no tanto de la continuidad o del confort de la recepción. Corre una situación dramática determinante, y él te pone un picaporte. Está hablando una persona y él muestra los zapatos; sin embargo, esas licencias de expresión no logran distraer de un todo la atención sobre la legibilidad central del sentido. En eso, es un ejemplo, creo que hay un principio de autoría.
-El otro autor, fuerte, en los dramatizados, es Charlie Medina. Su telenovela no fue todo lo feliz que sus unitarios (no he visto los últimos, desafortunadamente). Lo que me llama mucho la atención de él —pienso que ahí está su gran mérito— es que resulta muy sutil con la experimentación.
-En el caso de Rudy, ha tenido el valor de conservar la experimentación no sólo en los unitarios, sino todavía hoy en las series, donde el principio acumulativo, episódico, pudiera hacer pensar en el acomodo. En tal sentido, Rudy empalma con lo que está sucediendo en el mundo. Las principales audacias narrativas del audiovisual de hoy deben localizarse en el serial televisivo más que en el cine. Piénsese en trabajos como Damages, Ángeles en América, o incluso Sala de urgencias, con todo su interés en el tiempo real y la exploración de los múltiples sujetos contemporáneos.
No podría obviarse la figura de Tomás Piard, polémica como ninguna. Pero sobre todo cuando Piard se decide a “intervenir”, a actuar sobre sólidos textos dramáticos (en sus memorables teleteatros, por ejemplo), ha introducido una estética tan controversial como oportuna, desestabilizadora y retadora para la expectativa.
Más allá de los musicales y los dramatizados; incluso en el Informativo, están ocurriendo fenómenos de interés. Digamos, la serie de documentales y reportajes de Boris Fuentes, la que de manera valiente ha contribuido –cuando ha logrado transmitirse- a entender un trato con lo real que no por comprometido tiene que ser complaciente, triunfalista o de cabeza gacha.
-Entonces, mi conclusión redondearía que si bien teóricamente constituye un error afirmar que la televisión es un arte, las condiciones culturales, la finalidad mayor y el entorno social de la nuestra han favorecido el desarrollo de autores de altísimo valor estético, cultural, y, no menos importante, comunicativo (si fuera que estética, cultura y comunicación pudieran separarse). Los autores no surgen únicamente en medio del arte más “elevado”; también en plena cultura efervescente, cargada de sentidos circulantes, activos. Con ellos del lado de acá, se dibuja mejor una política cultural sabia, sin exclusiones, sin tendenciosidades, con todos y por el bien de todos