Los productos comunicativos generados por los medios de comunicación electrónicos funden la información, el arte y la ideología y su configuración mediante símbolos e  ideas; les permite una relación singular con la percepción del gusto y la aceptación que marcan el consumo cultural de sus receptores.

El modelo de radiodifusión con fines  mercantiles potenció los hipervínculos de las empresas mediáticas con sus audiencias. Primero, las atrajeron y luego, las consolidaron mediante la fidelidad a la habitualidad de la recepción de la programación y de sus mensajes comerciales. Ello explica la extensión y frecuencia de las diversificadas estrategias de comunicación orientadas hacia los públicos.

 Estos mecanismos de retroalimentación varían en correspondencia a su momento histórico-concreto determinado, a su cobertura u objetivo  de radiodifusión pero indudablemente,  resultan vitales para  configurar y adecuar los contenidos, los formatos, los géneros y los estilos en función de las necesidades, gustos y preferencias de sus públicos.

En el principio de la radio,  los oyentes escribían cartas, llamaban por teléfono, pedían fotos, perseguían por las calles a sus ídolos y colmaban los lunetarios de las radioemisoras. Cuando aun no existía la técnica de control remoto, José Antonio Alonso experimentó una primitiva pero efectiva comunicación telefónica entre el locutor ubicado en el estudio y el oyente en su hogar. Luego, se multiplicaron disímiles concursos, aunque han llegado a la actualidad aquellos donde los públicos se convierten en aficionados al arte y de oyentes-espectadores pasan a ser integrantes activos de estas propuestas de programación.     

La televisión fundacional potenció estas prácticas mediáticas-comunicativas y sumo, a. los profesionales y aficionados a los estudiantes de academias de arte e intérpretes de diversas disciplinas que cantaron, danzaron o hicieron música instrumental en sus estudios y a otros niños y adultos -muy distantes de estas manifestaciones- que  competían o integraban sus paneles.

Nuestra radiodifusión comercial perfeccionó la más novedosa investigación de comunicación aplicada para caracterizar a los individuos que integran el mercado mediante variables socio-demográficas específicas que facilitaban la identificación de  sus preferencias. También aplicó las más modernas  técnicas motivacionales,  persuasivas y hasta el incipiente cálculo matemático usando los primeros equipos de  la IBM. 

Por cincuenta y cuatro años la televisión de servicio público ha privilegiado esta herencia asumiendo esta vez objetivos superiores al tener que conjugar los objetivos sociales, los mediáticos y la satisfacción de los televidentes.  

La Programación de verano del 2014, evidenció la voluntad y el empeño por renovar y diversificar nuestra programación televisiva, profundizar sus vínculos con los públicos y  potenciar algunos mecanismos de retroalimentación.

Entre otras novedades destacan: el incremento de producciones realizadas en vivo;  el sensible aumento de acciones de participación directa-indirecta de los públicos en los programas y la prioridad concedida a los espacios, frecuencias de emisión y horarios  de géneros de alta demanda como las telenovelas.

Analicemos algunos aspectos:  

La difusión directa al aire prescinde total o parcialmente de la grabación previa en cinta fílmica o en video tape[1] y se produce mientras el programa se desarrolla en los estudios o foros. [2] Para muchos, corresponde a la radiodifusión comercial entre 1950-1959; sin embargo, esa no es la realidad histórica:

Las restricciones financieras y tecnológicas del bloqueo imperial yanqui a nuestra  radiodifusión, retardaron sensiblemente la modernización de nuestra infraestructura básica. Así, aunque años antes del triunfo revolucionario los norteamericanos experimentaban aquí, sus primeros equipos de video tape; esa  técnica no se introdujo en los años sesenta como sucedió en la mayoría de los países de la Región, sino que se retardo hasta bien avanzados los años 70 pasados,  cuando arribaron las primeras maquinas japonesas. Aun en la década siguiente, muchos audiovisuales cubanos usaban esta modalidad de emisión.   

La emisión directa al aire propicia la presencia del televidente en el estudio de televisión y su comunicación en tiempo real con los conductores y con el programa; crea una  participación peculiar que le permite opinar o influir en los  acontecimientos y desplaza el protagonismo que habitualmente concentran los actores, interpretes o comunicadores hacia hombres y mujeres anónimos que logran notoriedad pública en toda la cobertura de la señal.     

Estos mecanismos de retroalimentación permiten a los emisores y productores relacionarse con sus consumidores e integran la estrategia de comunicación de las empresas; por lo cual, su aplicación responde a leyes, contextos y presupuestos determinados. 

Por varias décadas, el predominio del video tape en nuestro país,  relegó los saberes acumulados en la programación en vivo limitada a noticieros, alguna revista informativa y los espectáculos difundidos desde teatros u otras locaciones externas.

En consecuencia, múltiples comunicadores de sucesivas generaciones desconocen las exigencias y matices de este ejercicio comunicativo: Un programa en vivo, generalmente exige elmovimiento delos conductores en el set,  poseer cultura general y  desempeño escénico, saber improvisar y a la par; ceñirse a los puntos de vista,  diálogos y expresiones previstas en un diseño general muy preciso  pues la  memorización y la lectura de textos en el monitor,  resultan casi inoperantes.

Ellos presentan la emisión, el tema, sus múltiples participantes y promueven o estimulan la respuesta o debate en sus interlocutores – especialistas o público- de una manera fluida, atractiva, inteligente e imparcial. Pero sobre todo este comunicador debe poseer el indescifrable pero imprescindible carisma,  que solo  natura da.

La planificación cuidadosa de la relación de los  comunicadores con el resto de los participantes dentro o fuera del escenario evita distorsiones o la anulación de la eficacia o efectividad comunicativa de estas prácticas.

Por otra parte, la presencia y participación del público necesita un espacio y contexto físico determinados para desempeñar a plenitud sus funciones que también merecen ser analizadas.

Sácame del apuro, difundido recientemente en uno de nuestros canales educativos,  nos permite un análisis casuístico de estos procesos:   

Aunque mucho se ha insistido sobre si se inspira o no en Decida Ud. – difundido en la televisión foránea- recordemos que la televisión cubana de los años 50 pasados,  difundió por  mucho tiempo Conflictos Humanos; dramatizado unitario que identificaba cada emisión con esta dramática interrogante: ¿Que hacer, que puedo hacer ahora? 

Sin embargo: La Cuba de hoy no es la de ayer y en asuntos mediáticos; el contexto cubano actual no es -desde hace mas de medio siglo-el de Latinoamérica. En más de una ocasión, la extrapolación mecánica de prácticas ajenas o divergentes a las nuestras, ha dejado –cuando menos- un  mal sabor en los labios.    

Desde el título - que sugiere más que decisiones humanas trascendentes, situaciones humorísticas o un cuento infantil- se distorsiona la intencionalidad de un programa que tiene visos educativos-moralistas. Se agrava por la imprecisión del tono asumido por los conducción: pretenden ser serios y dramáticos pero alternan tonos festivos tratando de mantener la atención y resulta un remedo melodramático que no logra cuajar porque además, las historias son simples y polarizadas.  

Aquí no bastaron la mucha experiencia del conductor –o la poca de ella-  en la improvisación de géneros informativos. Un proyecto de esta complejidad requiere un desempeño y oficio peculiares, no basta con ser periodista.

Las nuevas propuestas de la televisión –sobre todo cuando se retoman o estrenan formatos en desusos o novedosos- merecen más trabajo previo, mucha  investigación social y hasta un programa cero que permita confrontar al producto con  los públicos y expertos,  para pulir el formato y disminuir sus disímiles debilidades y amenazas.

La premura y el ansia de renovar temas, formatos y estilos no pueden generar la pérdida del profesionalismo.

Así  hubiéramos evitado en Sácame del apuro: La escenografía disfuncional ajustada  sobre la marcha, la equivocada relación entre los conductores y el especialista que se intenta equilibrar progresivamente y la de estos comunicadores con el público en estudio, que no siempre resultó feliz. También faltó mayor precisión para explicar el registro de los votos de los televidentes en pantalla,  a favor o en contra de uno u otro final del relato.     

Los nuevos escenarios comunicativos propulsan y transforman muchas prácticas de participación popular referidas. Se amplían las opciones del director y del conductor para determinar que, cuando y como insertan; leen, resumen o aluden los contenidos recibidos e identifican a sus televidentes. Antaño, los emisores mediatizaban la tramitación de mensajes y fotos de las figuras públicas a sus fanáticos; hoy el televidente protagoniza la gestión comunicativa.

Pero estas prácticas no pueden usarse como una moda. Ya se observa una avalancha inadecuada o reiterativa de fotos personales, felicitaciones por cumpleaños, saludos a familiares y amigos; cintillos con contenidos ajenos al objetivo del programa en cuestión y de su propia cobertura; por recordar los más frecuentes. Como la estrategia de comunicación que representan, estos mecanismos de participación demandan equilibrio, oportunidad y mesura.

La multiplicidad o atropellamiento indiscriminado de varias de ellas -unas tras otra en el mismo producto y en todos los formatos- es contraproducente pues potencia  efectos contrarios al deseado:

En lugar de la comunicación y el sentimiento compartido entre emisores y públicos, propician la inefectividad comunicativa, la anulación del  contenido real de las propuestas, la saturación, la banalidad y hasta la pretensión de hacer ver como practicas positivas,  a burdas acciones populistas.


[1] Cinta magnética que sustituye a la fílmica.

 

[2] En su variante mixta, inserta a la actividad realizada en el estudio central, algún segmento grabado con anterioridad.

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