La radiodifusión cubana  posee una vasta y polisemica trayectoria:

En el lejano 1922, el éter cubano acoge las señales de la primera planta radiofónica  con emisión de programación habitual escuchada por los cubanos. Desde su propia oferta inaugural, se nutrió de lo mejor del arte y sus mejores exponentes e intelectuales, la toman por asalto y multiplican el aliento de cubania que le insufló ese hombre culto, ese artista y ese patriota que fue Luís Casas Romero.

Pasado el tiempo, el sistema deviene el de mayor concentración en Las América y en contra de todo pronóstico, por los apetitos de ejecutivos radialistas, productores de bienes o consumo y anunciantes;  en su ejercicio cotidiano, perviven esas esencias.

La televisión cubana, junto a Brasil y México, en aquel ya también distante octubre de 1950,  inaugura el embrión del sistema en habla hispana. Entonces, el audiovisual  transita de las salas oscuras y cerradas a las calles, oficinas y hogares de cubanos muy diversos. La imagen en movimiento irrumpe en nuestra vida cotidiana con la huella  indeleble de prácticas electrónicas nacidas en la radiofonía y compite con ella en desarrollo, variedad y esplendor. 

Entonces, Cuba era escenario de privilegio y rampa de lanzamiento hacia América Latina de los productos generados por las firmas transnacionales norteamericanas; del boom  de la persuasión y la investigación aplicada a los medios de comunicación desplegados por las agencias integrales de comunicación y las publicitarias que también proliferan en nuestro territorio. 

Nuestro sistema televisivo,  de la mano de las nuevas tecnologías y la apropiación de matrices culturales raigales,  alcanza la mayor profusión de plantas en la capital de un estado americano, lidera al audiovisual regional e  impacta por su dominio del oficio, constancia y renovación de propuestas  y creatividad a lo latino. Ni su apoteosis comunicativa-mercantil (superior a la radial) impide la asimilación de las más diversas expresiones de la cultura - desde la más elitista a la más popular- que, gracias a ella,  se potencian y expanden hacia públicos muy heterogéneos en diversos territorios de  nuestra nación.

Es cierto que en la pantalla comercial hubo saturación comunicativa con fines mercantiles y proyectos populistas, pero también lo es hubo mucho y bueno de la cultura universal y nacional.

Desde 1960, la televisión de servicio público exalta este legado y lo convierte en política estatal, que catapulta la intencionalidad educativa-formativa; la voluntad política de elevar el conocimiento, la instrucción, lo mejor de la cultura, la información y la ideología correspondiente a los nuevos tiempos. Con tales propósitos, da un salto dialéctico en el enriquecimiento del intelecto y del espíritu de cada cubana y cubano.

Esta ha sido, en este monumental vuelo de pájaro,  nuestra tradición cultural en los medios electrónicos. Mucha agua ha corrido bajo el puente pero esta es la fuente nutricia que hoy nos alimenta o por lo menos, la que debía alimentarnos.

No pretendo negar tanta obra buena, tanto esfuerzo por crecer y mejorar, tanto resultado positivo logrado en las últimas décadas pues seria anular el sudor, la alegría y el sufrimiento creativo-productivo de miles de compatriotas que han consagrado sus vidas, generación tras generación, a encumbrar a nuestra radio y a nuestra televisión. Pero por aquello de que pienso, luego existo; es valida la reflexión.  

Nuestro  magno proyecto cultural inicia cuando un ejército de todas las edades, se arma con libretas y lápices y vence al analfabetismo en el país, haciéndonos mejores a todos. Medio siglo después, nuestra población es mas instruida, no solo por alcanzar la quimérica cifra de cerca de un millón de graduados universitarios sino porque el promedio general de instrucción en Cuba, es uno de los más altos de la Región; no hay infante sin escuela y la cultura general integral de cada ciudadano es superior.  

Sabemos que la instrucción no siempre resulta equivalente a la educación y que las coyunturas críticas  en la economía de nuestra sociedad durante los últimos decenios,  ha generado el deterioro de algunos valores y ha diversificado -e incluso, ha hecho retroceder- la perspectiva de muchos fenómenos. No resido en las heladas tierras de Alaska; río,  sufro, sueño y vivo aquí.

Por ello hoy más que nunca; nuestra radio y televisión debe ser portadora de las mejores expresiones de nuestra tradición, de nuestra sociedad, de cada uno de nosotros. Sin absolutismo, pedantería o demagogia creo que las carencias económicas no justifican algunos comportamientos productivos.  

Es evi8dente el esfuerzo conjunto realizado para llevar a la pantalla disímiles expresiones artísticas e históricas, como exponentes del honroso patrimonio de la nación y por elevar el acceso a otros novedosos proyectos educativos; pero aun falta mucho.

La estrategia cultural en los medios de comunicación rebasa las entrevistas, reportajes, documentales y otras visiones del artista-creador, de las disciplinas o expresiones afines. De nada vale exhibir decenas y decenas de conciertos, obras plásticas, análisis literarios, dramaturgicos y audiovisuales que elevan el gusto estético;  si en otras zonas productivas falla la coherencia y la efectividad con este objetivo.

Me he preguntado muchas veces como pese a tanta voluntad y empeño culturales, subsisten algunos productos y algunos realizadores televisivos que para mantener o retener los públicos; distorsionan el concepto de lo popular cuando pretenden suplir la falta de creatividad, talento y profesionalidad; potenciando el facilismo, la reiteración absoluta de la misma formula y hasta el mal gusto o la vulgaridad; es decir, en buen cubano, el populismo barato.

Felizmente, nuestra Constitución condena la discriminación por razones de raza, credo, sexo y condición física y esa voluntad política, se vuelca a la letra expresa de la política de programación de nuestra radiodifusión. Entonces…

¿Cómo se explica la existencia de producciones audiovisuales que en su  visión de la representación artística o social; desconocen el nivel de nuestros públicos, se divorcian del  desarrollo alcanzado hasta hoy por la nación y el resto de nuestra proyección mediática u optan por la variante mas elemental ?   

Sin ánimos de puritanismo, sabiendo que no somos químicamente puros; tenemos la obligación legal, económica y moral de eliminar la tendencia que resulta incoherente con tanto esfuerzo loable. Lamentablemente, cada día aparecen más ejemplos. Para muestra, algunos botones:

El humorismo en Cuba, brota de lo cotidiano y corresponde a nuestro entorno. Es natural, picaresco, de doble -o triple- sentido y recurre al choteo pero también a lo simbólico, irónico o sarcástico. Sobre todas las cosas, es una expresión de inteligencia y sabiduría popular; una actitud ante la vida que nos distingue.

Pero todos debíamos saber que el generado entre amigos; en el hogar, el barrio, el teatro, el cabaret o una entidad hotelera - entre otras cosas por su consumo restringido-; no puede ser el  mismo que expanden los medios de comunicación de servicio público,  con cobertura nacional-internacional,  en horario estelar, en un proyecto como el nuestro. No necesitamos recurrir a lo vulgar, a la morcilla sin talento ni a minimizar al ser humano de ninguna manera, por el contrario debe hacer aflorar lo mejor de cada uno. 

Si a cada escenario y momento de la vida social corresponde un vestuario específico; en el tratamiento de algunos temas en los medios de comunicación, hay que darle un lugar a cada cosa y poner cada cosa en su lugar y hacerlo en consonancia con nuestra filosofía de vida social y sin divorciarnos de nuestra realidad. Lo único que puede salvar esta aparente contradicción de retos, es el trabajo arduo, el talento y el arte.

Tal tendencia replica los más burdos exponentes continentales que responden a entornos sociales muy diferentes al nuestro y lamentablemente no es privativa del humor.

Con públicos tan heterogéneos y complejos como los nuestros, somos capaces de realizar mensajes de bien público excelentes y a la par; pretendemos influir en un adicto al alcoholismo que esta práctica le perjudica; representándolo como animales diversos; es decir, desde el insulto, la  ofensa y el irrespeto.

Como ninguna herramienta comunicativa,  la persuasión requiere el conocimiento de las audiencias y de los factores culturales que inciden en sus destinatarios; una vasta cultura general de creadores y decidores y sobre todo, de ética. Solo después, pudiéramos hablar de eficacia y efectividad en el mensaje, de creatividad, de talento…de arte. Lo contrario es inoperante en propaganda, crea malestar e ineficiencia económica.    

También sucede que, en géneros dramatizados de gran arraigo y escasa producción,  se  busca la verosimilitud del reflejo de la realidad,  optando por la representación de lo  marginal- que no es lo mayoritario-, el uso de palabras inapropiadas en estos soportes que anulan los esfuerzos por el bien decir y exaltan la violencia verbal, psicológica o física.   

El fenómeno se observa incluso,  en los movimientos escénicos y lenguaje corporal de jóvenes que integran agrupaciones musicales de gran popularidad  o buscando naturalidad, frescura, y estar arriba, en la rudimentaria y no cualificada improvisación de algunos locutores, plenos de simplicidad o chabacanería.  

Todos conocemos y en otras circunstancias y espacios, vivimos estas prácticas, pero una cosa es lo individual y lo privado y otro lo publico y lo mediático. Una cosa es con guitarra y otra con violín

Del otro lado de la pantalla,  hay niños y jóvenes en formación que se mantienen cada día varias horas continuas frente al equipo receptor, incapaces aun de deslindar la ficción de la realidad o discernir el momento o lugar de tales actitudes; por ende, su replica es automática y acrílica.  

Del otro lado;  un creciente segmento poblacional transita por la tercera edad, con otra percepción y paradigma de la vida y se siente lesionado en su sensibilidad – e incluso se avergüenzan en el seno de su propia familia- ante determinado lenguaje, mensaje o imágenes.

Del otro lado; también hay grupos de generaciones intermedias con gran necesidad de  corregir y depurar comportamientos sociales distantes de las buenas costumbres, maneras civilizadas de convivencia social, cortesía, urbanidad, educación formal y los mejores valores del ser humano.

Esto también es respeto al televidente.

Una vez mas la dicotomía de lo que somos y de lo que aspiramos ser en el presente inmediato y en el futuro,   solo la salvara la inteligencia, el ingenio, la exigencia y el arte verdaderos. 

Estamos a tiempo; les aseguro que vale la pena.  

 

 

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