Como en la radio, Cuba estructuró el formato de un modelo latino de telenovelas único
PL: CMQ TV, televisión cubana, Mario Barral López, telenovelas

Nuestras dos primeras televisoras comenzaron a emitir programación el 24 de octubre de 1950 (Canal 4 Unión Radio TV) y 18 de diciembre del propio año lo haría el Canal 6 (CMQ TV).

Hasta 1952, ambas televisoras compitieron a través de su tecnología, el sistema de estrellas y la programación habitual para atraer los anunciantes y televidentes. Desde entonces, privilegiaron un vasto catálogo de proyectos escenificados (dramas o humorísticos), que privilegiaron los proyectos unitarios.

Avalado por nuestra monumental tradición radial, el primero de octubre de 1952, la casa matriz habanera del Canal 6 (CMQ TV) emite en su cadena interprovincial La novela en televisión, proyecto visto incluso en la oriental Santiago de Cuba, donde alcanzo gran audiencia.

Este primer espacio habitual del género telenovela, que la propia empresa productora califica como ensayo o experimento, tuvo prácticas mediáticas singulares. No solo inaugura el formato episódico de relatos originales escritos expresamente para este espacio, sino que los difunde en seis frecuencias continúas entre lunes y sábado.

Las emisiones son a la una y treinta de la tarde; franja horaria ausente de programación habitual en esa televisora.  Prescinde de patrocinadores externos. Todo su financiamiento recayó en CMQ TV.

Se retira del aire un semestre después (marzo de 1953) en pleno éxito. Sus cinco novelas fueron creadas y escritas por el talentoso y experimentado Mario Barral López, notorio poeta, dramaturgo, publicista, guionista y productor radial, reconocido dentro y fuera de fronteras.

Estas obras fueron: Senderos de amor (35 capítulos), difundida entre el primero de octubre y el ocho de noviembre de 1952; Sinfonía de primavera (35 capítulos), emitida desde el 10 de noviembre y el 19 de diciembre de 1952; La amada presentida (30 capítulos), transmitida del 20 de diciembre al 21 de enero de 1953; Cuando llora una mujer (30 capítulos), del 22 de enero al 28 de febrero de 1953; Novela para una voz (22 capítulos), del 2 de marzo al 31 de marzo de 1953.

La pareja protagónica fue la integrada por el cubano Armando Bianchi (un galán muy distante del estereotipo latino más moreno) y la española Adela Escartín, quienes fueron secundados por el cuadro dramático de la empresa CMQ S.A.

El narrador fue Eduardo Trista, mientras que la función de guionista, director de escena y de actores corrió a cargo de Mario Barral López. El productor-director de cámaras fue Roberto Kreus y el escenógrafo Luis Márquez. En la ambientación trabajó Rubén Vigón.

Como si fueran pocas tantas primacías, La novela en televisión genera una ruptura en el proceso complejo de representación y emisión en tiempo real, que hasta entonces usaban nuestros dramatizados.

Tradicionalmente, en un proceso tecnológico complejo, la grabación en video y la difusión del producto en cuestión, a las imágenes de las escenas realizadas en estudios-foros se mezclaban los efectos especiales sonoros, la música y la sobreimposición (tellops o carteles) de los créditos de sus principales creadores, intérpretes-técnicos, proyectos y televisoras.

La novela en televisión introdujo la representación de escenas previas realizadas en locaciones exteriores que fueron filmadas en kinescopios. Una vez concluido este proceso, se sumaron al resto de los elementos del audiovisual en cuestión.

En el momento de la difusión directa al aire, cada capítulo previamente filmado con esta técnica cinematográfica, se difundía al aire.  

El impacto del espacio, desató la polémica entre quienes aplaudían el proyecto y de los temerosos de que desatara —como había sucedido en la radio y finalmente paso en el video— una avalancha de novelas en la pantalla nacional.

Desde 1950, EE.UU., había difundido su primera novela televisiva y México y Brasil (las otras dos fundadoras del video en Iberoamérica) adaptaban novelas y romances en formatos unitarios a la pequeña pantalla.

Como en la radio, Cuba estructuró el formato de un modelo latino de telenovelas único, donde se fundieron atributos de la soap opera norteña (radio-telenovela) y de la radionovela cubana; luego generalizado en todo el orbe.

Al mérito de aportar el modelo latino de este género audiovisual se suma haber creado las primeras historias originales difundidas en formato episódico en Iberoamérica.                              

 

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