Faustino Pérez siempre fue “limpio, auténtico y sagaz”. Poseía serenidad al hablar y sabía escuchar a los demás. Este hombre de la Revolución cubana cumpliría este 15 de Febrero, 100 años de vida. 

Guardaba el fuego de un temperamento rebelde e intransigente ante todo tipo de injusticia., decía en una valoración Armando Hart Dávalos, hermano inseparable de Faustino Pérez en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, desde que ambos militaron en el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), posteriormente Movimiento 26 de Julio, formando parte de su Dirección Nacional.

Bajo los seudónimos de Ariel, el Médico o Fausto, sabía cumplir con el más estricto deber que siempre practicó, o sea, su entrega total a la causa revolucionaria, a partir de la integración a la Dirección Nacinal del Movimiento 26 de Julio, que habia organizado junto a Fidel, el 12 de junio de 1955.

Nunca mostró debilidad alguna en las más delicadas tareas que debió realizar en largos meses de vida clandestina, por lo que sufrió detenciones policiales y carcelarias.

Expedicionario del yate Granma, estuvo junto a Fidel después del combate de Alegría de Pío, y fue su hombre de confianza para reorganizar el Movimiento 26 de Julio, en todo el país, en el mes de diciembre de 1956, para lo cual estuvo acompañado del inolvidable Frank País.

Sería Faustino Pérez, quien enfrentando todo riesgo llevó hasta las montañas de la Sierra Maestra, al periodista Herbert Matthews, editorialista del periódico The New York Times, quien por su valioso reportaje rompió la matriz de opinión de todos los medios del mundo, y demostró con hechos y objetividad que Fidel estaba vivo, y al frente de un destacamento guerrillero dispuesto a luchar por la libertad de su pueblo.

En La Habana, Faustino se desempeñaría como el jefe máximo del Movimiento, empeñado en el trabajo de organización de las células clandestinas en los distintos territorios de la capital del país, llev{andolas a la etapa de oro que culminó con el secuestro del campeón de automovilismo, el argentino Juan Manuel Fangio.

Después de la última detención por los cuerpos policiales fue remitido al Castillo del Príncipe. Alí protagonizó, como máxima autoridad del Movimiento, la histórica Huelga de Hambre de los Presos Políticos, en julio de 1957, acompañado por Sergio González (El Curita), Pepe Prieto, Enrique Hart, Arístides Viera, Marcelo Salado, y otros.

Luego del revés de la Huelga del 9 de abril de 1958 y como resultados de los acuerdos adoptados en la reunión de Altos de Mompié, en la Sierra Maestra, Faustino es incorporado al Ejército Rebelde, con el grado de Comandante.

Con el triunfo de la Revolución, el 1ro de Enero de 1959, vendría para Faustino otra importante etapa en su vida, la de convertirse en cuadro de alto nivel de la Revolución. Cuando se constituye en Santiago de Cuba el primer Consejo de Ministros, tuvo lugar en la vida de Faustino un hecho que lo impactó para siempre y que fue reflejo del caudal político y autoridad revolucionarias que habia alcanzado.

Al mencionarse el nombre de Faustino Pérez ante los micrófonos, cuya señal se transmitía por las emisoras de Santiago de Cuba, se escuchó un clamor ensordecedor, seguido por intensos aplausos. El presidente Urrutia había anunciado que Faustino pasaría a ocupar el cargo de ministro de Recuperación de Bienes Malversados.

En mi caso, nunca olvidaré aquella triste tarde, del 9 de abril de 1958, en la jefatura de propaganda de la huelga.

En medio del revés sufrido, el semblante que transpiraba dolor por la muerte de tantos compañeros, las detenciones de muchos combatientes, y el destino incierto que teníamos; a pesar de ello Faustino no varió para nada su firmeza revolucionaria, insistiendo en la confianza que debíamos tener en el futuro en la lucha contra la sangrienta dictadura de batista.

Recuerdo su gesto cariñoso y hasta paternal cuando al encontrarme en la puerta del apartamento en el cual me hallaba junto a Gabriel Palau, responsable de la cédula en CMQ Radio y Televisión, me preguntó si tenía donde refugiarme. Le constesté que no, y sin mediar más palabras me indicó el lugar a donde debía dirigirme.

Me puso la mano en uno de mis hombros y me deseó mucha suerte. No lo vería más hasta el triunfo de la Revolución con la copiosa barba y su grado de Comandante del Ejército Rebelde. Fue entonces cuando nos abrazamos fuertemente.

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