Este año, con carácter excepcional, sendos consagrados del medio resultaron acreedores del Premio Nacional de Televisión 2013: Roberto Ferguson y Antonio, El loquillo, Gómez; no obstante la relevancia del galardón, en gran medida este simboliza el respeto y cariño de sus colegas
Eran muchachitos cuando la TV los encantó, y transformó para bien. Ellos, amantes furibundos, la han correspondido, le entregaron sus vidas. Las mejores energías, aspiraciones, alegrías… y, por qué no, los mayores tormentos de Ferguson y El loquillo pertenecen al Instituto Cubano de Radio y Televisión. Ambos han aportado al cambio en la institución, han crecido junto a ella.
Vocación de forjador
Con Roberto Ferguson se cumple la máxima de José de la Luz y Caballero: «Instruir puede cualquiera; educar, solo quien sea un evangelio vivo». Formado como profesor, y luego como director, está convencido de que «nuestra televisión tiene que ser educativa».
La relación intensa con el medio, siendo niño, hace que recuerde «aquello como si fuera hoy». Así evoca la tradición en Cuba «de hacer programas de opereta, clásicos, inclusive, se realizaron muy buenos de concierto. Al principio recuerdo algunos que tenían presentadores como Eduardo Pagés y Freddy García».
Quizá la fascinación con la pantalla lo impulsó a hacer «de todo en esta televisión, menos deportivo; por eso me he ganado la fama de antideportivo y no es así. Cada cual debe hacer lo que le gusta», subraya.
Así lo ratifica su devenir en el medio. Tras finalizar la Licenciatura en Historia, comienza el servicio social en Santiago de Cuba, vinculado al canal Telerebelde, recién creado. En octubre de 1968 viene a La Habana para incorporarse al curso de Dirección Integral de Televisión. Al año siguiente, ya graduado, lo ubican en el Noticiero Nacional de Televisión como Director de Emisión, función que cumplió durante 25 años. A la par, continúa su desarrollo como director y actor del grupo teatral Rita Montaner.
Confeso melómano, se vinculó a los musicales Por primera vez y Días de países amigos, las trasmisiones de galas y espectáculos filmados en importantes teatros de La Habana. En 1996 pasó a dirigir Bravo, programa dedicado a la promoción de la música de concierto, el ballet, la danza, la ópera, el canto lírico y coral, entre otras manifestaciones artísticas, cuyo objetivo fundamental consiste en elevar el nivel cultural de los cubanos. Sobresale su apoyo a la trasmisión del Concierto por la Paz, organizado por el cantautor Juanes.
Asimismo, participó en los infantiles Tía Tata cuenta cuentos y Amigos y sus amiguitos; en comedias y teatros junto a Ana Lasalle, y en miniseries como Relatos sobre Lenin, en codirección con Liliam Llerena.
Se encuentra entre los fundadores de las Mesas Redondas y Tribunas Abiertas. Contribuyó a las coberturas televisivas de actos políticos y patriótico militares, conferencias, Marchas del Pueblo Combatiente, comparecencias en la televisión del Comandante en Jefe Fidel Castro y otros dirigentes de la Revolución, galas y actos conmemorativos del 26 de Julio y las visitas a Cuba de los pontífices Juan Pablo II y Benedicto XVI, en 1998 y 2012, respectivamente.
Avalado por tal trayectoria y el conocimiento adquirido durante 45 años de quehacer, considera que dicho medio «necesita recursos y tenemos muy pocos; igual requiere creatividad e imaginación, quizás nos hemos estancado mucho». Pero advierte: «de eso tendremos que salir».
Por otro lado aconseja rescatar los programas de aficionados, donde a su juicio «salían valores nuevos con gran calidad, incluso mejores que muchos vistos ahora».
Sensibilidad a prueba de lente
Llegó al entonces ICR como mensajero del Canal 4, el primero de abril del 1962. Tenía 18 años y apenas sabía leer y escribir. No solo quedó fascinado con el mundo de la televisión, sino que lo transformó al punto de «rebautizarlo». Alguien lo llamó El loquillo. No imaginaba cómo el ingenio siempre encendido que le valió tal apodo, lo distinguiría en la historia de la televisión.
«Empecé a quedarme por las noches trabajando en los estudios, hasta que a los tres meses abrieron una plaza de oficial de estudio. En ese momento mi existencia cambió. Todo el mundo me ayudó, a partir de ahí mi vida es la televisión». Así resume su pasión profesional Antonio Gómez.
Aunque no recuerda todos los nombres, sí deja claro que debe mucho de lo aprendido a personas como Abel Ponce, Ángel Castellanos, Felipe Sarduy, Alberto López y Danylo Sirio.
Recibió un curso de preparación como camarógrafo en 1967, en solo 15 días descubrió una suerte de extensión anatómica suya: la cámara, cómplice de aventuras increíbles en el futuro.
Trabajó en estudio haciendo programas dramáticos y musicales tan inolvidables como sus directores. Como especial recuerdo evoca el teatro El dulce pájaro de la juventud, trabajo que lo encantó y convirtió en adepto de ese arte escénico llevado a la pequeña pantalla.
Alrededor de dos años conformó el equipo remoto, «hasta que en el 75, después del Primer Congreso del Partido, llegó una técnica nueva», rememora sonriente. Así comenzó a operar la cámara de video tape, primero en el Noticiero Nacional de Televisión; igual realizó múltiples coberturas importantes, viajó de corresponsal a Nicaragua. Después sobrevino la emocionante expedición en canoa del Amazonas al Caribe con Antonio Núñez Jiménez.
«Me fui a Nicaragua después y a Angola para cubrir, junto a Irma Cáceres, la retirada de las tropas cubanas. Luego fui a Panamá a cubrir la invasión. Cuando regresé a Cuba tuve la oportunidad de salir con Fidel y Raúl para participar en eventos internacionales de alto nivel».
Para este artista del lente lo más importante resulta mostrar al ser humano. Por eso se confiesa afortunado por trabajar con Julio Acanda en la serie Tras las huellas de la historia,época cuando conoció a hombres y mujeres guatemaltecos, cuyos rostros y manos, envejecidos prematuramente, lo impresionaron. Impactante también fue ver durante el periplo del Amazonas al Caribe «a los niños jugando sin más juguetes que una canoa, un palo, el río y la selva, ver esa inocencia me impresionó muchísimo», asegura.
Sobre nostalgias y expectativas comenta: «Añoro todo lo que hice. Aunque se pudieran hacer muchas cosas más, se logran bastante buenas, con mejor tecnología (…). Afortunadamente tenemos muchos jóvenes (…) con sus estudios y experiencias, me atrevo a decir que trabajan mejor que nosotros. Yo quisiera seguir trabajando, me siento física y mentalmente bien para asimilar lo novedoso de mi especialidad».
Premios recibidos anteriormente