“Yo tengo mucho nervio, porque trabajar el humor es como caminar sobre arenas movedizas: no sabes dónde ganas o pierdes. Lo fundamental, y para lo cual estamos preparados, es para que el público asimile poco a poco los personajes.

“Nunca en la historia de la televisión cubana, los programas han conquistado a los televidentes desde el inicio; tenemos como referencia a los que han estado en la cúspide, como Deja que yo te cuente o Jura decir la verdad.

“Además, en estos momentos está al aire un programa con tremenda audiencia e índice de gusto, Vivir del Cuento, que aunque tengan puntos de contacto por tratar temáticas sociales y demás, son dos tipos de humor diferentes”, explica Mandy.

-Háblenos de las rutinas productivas de Sala O, ¿cómo se prepara el guion y transcurren los ensayos?

-Sala O es una obra original de Carlos Torrens, quien se acercó a mí con la idea de realizar el programa de comicidad. El trabajo consta de varias partes. Como es lógico, primero se reúne el equipo, los directores, los asesores y el guionista. En caso de ser necesario, hacemos una reescritura de los guiones de Torrens, que en mi opinión son bastante sólidos. Luego nos reunimos con los actores fijos y vamos acomodando los diálogos, donde siempre aparecen situaciones. Más tarde, intercambiamos con los invitados. Los ensayos se hacen muy tranquilos, generalmente se ubica a los personajes en situaciones. Intentamos no ensayar demasiado para no perder la frescura.

-¿Cómo describe el programa?

-Esta es una sala muy atípica. Debo hacer hincapié en que todo es ficción, solo ficción y nada más que ficción, porque presenta un hospital como no existen: perfecto, donde todo funciona y permanece limpio.

“La sala donde se atienden a los pacientes es amplia, con una sola cama, allí mismo están las mesas de trabajo de los enfermeros y el pantry, también se halla un saloncito para ver televisión. Hay otras salas que no se saben para qué son.

“Los pacientes presentan problemas físicos, producidos por problemas mentales, o sea, una comezón por el cuerpo provocado por el estrés, deshidratación por estar rezando tres días porque la cuenta no le da, varios huesos fracturados por la paliza que recibió a causa de la manía de colarse en las fiestas, y cosas por el estilo.

“Importante para los que vean y hagan referencia a nuestro programa: no se debe utilizar la palabra adicción, los pacientes tienen manías, obsesiones, paranoias y así otras acepciones, pero no son adictos”.

-¿Cuáles elementos pueden distinguir a este de otros humorísticos?

-Hacemos un humor de situación, buscando una sonrisa inteligente. Un programa como Vivir del cuento trabaja con humoristas y busca a lo mejor la carcajada. A otro con ese cuento recrea lo que conocemos como telechiste, es decir, cada uno tiene un enfoque diferente.

“Por otro lado, estamos insertando, siempre jugando con los recursos a nuestro alcance, efectos visuales en el proceso de posproducción. No estarán en todos los capítulos, pero creo que marcarán diferencias. Cuando aludo a estos “efectos”, hablo de una lluvia inesperada, de carteles encima de los actores, o de animaciones.

“Esencialmente, tales elementos tecnológicos pueden marcar la diferencia y, a su vez, cambiar la concepción que tienen muchas y muchos de que el humor es un humorista haciendo chistes”.

Mandy es un director con experiencia en el género, pero el estreno en la pantalla de cada uno de sus programas deviene un reto. Confiesa que en más de una ocasión ha sentido temor por la crítica, pero apuesta porque Sala O tenga larga vida.

 

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