Ya sentadas en un aislado banco a la sombra, un hombre joven la saludó desde lejos, preguntándole si se acordaba de él. Ella correspondiendo el saludo le contestó que cómo no iba a recordarlo, si hasta habían coincidido en el ISA.
Fue entonces que volviéndose a mí y abriendo mucho sus ojos que son más elocuentes que ella misma, exclamó en voz baja: “¿Por qué la gente piensa que cuando una sale por televisión empieza a padecer de amnesia?” Y yo le respondí: “Porque algunos sí pierden la memoria.”
Pero a Blanca Rosa Blanco –y Azcuy, porque Berta es alguien imprescindible en su vida- la popularidad y el éxito no le han provocado desmemoria. Por el contrario, parecería que cada vez se afianza más a sus recuerdos, entrelazados a aquellos festivales de aficionados en La Lisa, Varadero o Tarará, cuando siendo niña –casi hiperactiva niña- estrenaba su paso triunfal por la escena. Recuerdos de infancia afincados en su natal San Agustín, donde por primera vez se llenó los pies de fango... o empezó a escribir sobre las cosas que le inquietan. Porque para la excelente actriz Blanca Rosa Blanco, escribir es también una necesidad expresiva, que ella explica de este modo.
A partir de la observación que como actriz hago de todo, me inquietan mucho las situaciones por las que a veces pasan las personas cotidianamente dentro de la sociedad, y cómo se integran las unas con las otras. Me inquieta su manera de asumir sus entornos, no solamente locales, sino también sociales. En los últimos tiempos he estado escribiendo sobre eso, sobre cómo la gente pierde su nombre propio y empieza a ser llamada por lo que representa socialmente y hasta económicamente. No son tratados como seres humanos, sino como seres “representativos de algo”. Por ejemplo, te dicen “Te presento al actor… te presento al director…” Y eso es algo que me preocupa mucho, y ojalá pudiera tener todo el oficio del escritor para poder canalizar esa idea: por qué algunos dejan de ser considerados personas para convertirse en representaciones. De cosas como esas me gusta escribir.
Porque me he detenido a observar cómo la gente es y de pronto no es como era, como si de pronto perdiera las cosas más esenciales, las cosas que las han convertido en ellos mismos. Le doy importancia a esos valores esenciales que algunos han ido perdiendo, y empiezan a adquirir apellidos según lo que hagan en cada momento. Hoy son esto y mañana son aquello, como si se tratara de personas distintas. ¿Y pasado mañana entonces qué serán? Pienso que lo más importante que puedo estar escribiendo o simplemente anotar va encaminado hacia la identidad de cada ser humano. De esa gente que yo observo todo el tiempo.
¿Y en qué géneros sueles incursionar?
Me gusta escribir fundamentalmente cuentos. Y a veces me inquietan los diálogos y trato de hacerlos. Pero creo que nada de lo que escribo tiene un valor literario determinado. Es, como ya te digo, una reflexión. Es mi propia filosofía de vida, de las cosas que trato de defender. Porque yo creo que el individuo como tal tiene necesidad, en principio, de decir lo que piensa y siente, y yo soy un individuo más de esta sociedad. Que sea actriz es un valor añadido, pero ante todo soy una persona con determinada necesidad de elaborar un pensamiento en la sociedad donde vivo. Y ese pensamiento lo vuelco en la narrativa. Porque establecer un diálogo, elaborarlo, no se me da fácilmente. Por eso muchas veces dejo algunas cosas a medias, porque no tengo el oficio de escribir. Yo respeto mucho a todo aquel que sea un excelente dialoguista, que sepa encaminar los conflictos, que sepa donde está el final de las historias. A mí me cuesta mucho llegar a un final. Todo está en que a lo mejor yo me vincule de verdad, pero respeto tanto a los escritores, que no me atrevo a dedicarme a lo que ellos se dedican, que es a escribir. Pero los respeto ente todo porque son personas que tienen también un origen normal, vienen de una madre, de un padre, de un óvulo, de un espermatozoide. Son personas y me interesan las personas.
¿Por qué aseguras que tus escritos no tienen valor literario?
Vamos, tengo la intuición, y eso tiene que ver con la naturaleza de cada cual. Dentro de mi propia naturaleza muchas veces sé que lo mío no se parece a otras cosas que leo y que respeto. A veces puedo tener algún punto de contacto, tal vez con Saramago –que es alguien que me gusta mucho-. Pero también sé que no se trata de un escritor popular ni mucho menos. Quizás algunas cosas que hago en tanto narrativa se parecen a las suyas, porque siempre se tienen influencias, pero son para mí. O sea, el valor que les doy es podérselas enseñar un día a mis amigos para que me den su criterio. Algunos no han entendido lo que he escrito y eso a lo mejor me ha limitado para hacerlo con más frecuencia, con más constancia. Sin embargo, tengo un excelente amigo que es Ernesto Pérez Castillo, que escribe cosas fabulosas, y es quien más me ha estimulado a que saque a la luz esa escritora que tengo en el closet. Pero tendría que dedicarle a esa actividad un tiempo extra, porque se trata de un oficio del que no pretendo vivir, y yo sé que hay mucha gente que vive de escribir, y yo no sé todavía si mis escritos tienen valor o no, si debo encaminarme hacia ahí o no. O sea, sería en mi vida una actividad suplementaria.
¿Algo así como tu violín de Ingres?
Tal vez.
Como televidente y espectadora te confieso que me encanta que te propongas seguir dedicándote a la actuación, pero me pregunto si nos estaremos perdiendo además una talentosa escritora. Quizás sólo tendrías que arriesgarte.
Mira, no le temo a los riesgos, pero mi historia en relación con dónde una debe estar en cada momento también tiene que ver con esa especie de intuición de la que te hablé. Hay espacios por donde una pasa atrevidamente, y pones en tu boca cosas que la gente asume como lemas, lo cual es un poco peligroso. Es el caso, por ejemplo, de cuando decides conducir un espacio en la televisión, que es un medio tan masivo y de tanto impacto. De pronto puedes empezar a trasladar pensamientos y criterios muy personales, que se concierten en criterios y pensamientos públicos. ¿Qué sucede? Que es mi pensamiento y yo no soy conductora. Justamente son cosas en las que a veces evito incursionar, porque no domino siempre todo el medio y puedo incurrir en un error. O en más de uno. Porque hay que respetar los códigos de comunicación, de entrega de cada espacio. Pero por supuesto, siempre trato en la medida de lo posible de dejar claro que soy solamente una actriz con cierta experiencia en determinadas actividades. No soy ni una profesora, ni una conductora, ni una escritora. Y tampoco soy música, ni canto. Sólo soy una persona muy atrevida que trata de colaborar cuando alguien necesita que yo –atrevidamente, como ya te dije- me ponga en función de alguna actividad. Pero siempre se tiende a cuestionar. Lo cual no me preocupa, pero sí le pongo atención a los cuestionamientos. Y me reviso. Porque tienes que atender incluso aquello con lo que no estás de acuerdo.
Dos veces te has referido en esta conversación a tu intuición. ¿Más acá o más allá de la academia te consideras una actriz intuitiva?
Pienso que hay que llevar de la mano ambas cosas. Pero hay quien tiene intuición y hay quien no la tiene. A mí por lo menos la intuición me ha servido en la medida de lo posible para poder decir a veces “no” a personajes que siento que no son ni están en el momento justo. Y después no me he arrepentido y me he dicho: “Menos mal que la intuición me sirve de algo, ¿no?” Porque la intuición funciona en la vida cotidiana y común, pero si la aplicas además a tu vida profesional, pues mejor todavía. Pero mucha intuición no valdría de nada sin formación y sin el rigor necesario para tratar de superarte a ti misma cada día. Hay que tener ambas cosas.
¿A qué tipo de personajes le has dicho no?
Cuando le he dicho “no” a un personaje ha sido a causa de ciertas circunstancias, ya sea porque han coincidido con otros, o porque se han parecido a otros muy cercanos. Y los he rechazado por respeto a mí misma y no por carecer de recursos expresivos para darles nuevos matices. Porque hay personajes que tienen muchas cosas en común y una trata de aislarlos, por lo menos en el tiempo, cuando no puedes distanciarlos en otros sentidos. Porque una tiene que refrescar la memoria y salirse de personajes con características similares. Entonces viene la disyuntiva de evaluarse y de preguntarse “¿Lo hago o no lo hago?” Hasta que finalmente no lo hago, y no me he arrepentido de esa decisión.
Has dicho que pudieras asumir cualquier actividad, responsabilidad o compromiso en la vida, pero sólo si te dejan soñar. ¿Qué significa para ti soñar?
Soñar es algo de lo que no me voy a limitar jamás, porque soy fiel a mis sueños desde que descubrí que se me daban. Porque hay cosas que son parte de los sueños, y otras son la reafirmación de los sueños. Cuando desde que eres pequeña te das cuenta de que pones tu pensamiento en algo muy soñado y solamente tuyo –porque nadie manda en los sueños, excepto una misma- en ese momento pasas de los sueños a la ensoñación. Y yo siempre he sido una persona con muchos sueños pre-cognoscitivos… ¡casi de tratamiento porque me han perseguido una y otra vez! Y yo les he hecho mucho caso, no lo puedo evitar. Y en esos casos ya no se trata de una intuición, sino de un sexto sentido. Y cuando un sueño está en tu vida de manera permanente, es porque en algún lugar hay que colocarlo… y de pronto llega. ¡Y qué rico es estar preparada para eso! Porque ya lo soñaste, ya lo viste, y de pronto dices: “Ahora es la vida, ahora es de verdad. Vamos a ver si no se queda en la sombra, como un sueño, sino sigo con él como una luz.
Alguien que tanto se permite soñar, ¿qué no se permitiría hacer ante las cámaras, ya sean de televisión o de cine?
Mira, hay una cosa muy extraña. Una aprende a trabajar para las cámaras, porque el medio te lo impone. O sea, empiezas a asumir determinada práctica, determinado oficio, pero yo no tengo siempre conciencia al ciento por ciento de que estoy ante una cámara. Por lo tanto, nunca me he planteado qué no me permitiría, ni en qué me limitaría. Yo sé que estoy ahí haciendo algo que a alguien le importa que salga a través de una cámara. Esa cámara que haga lo suyo. Yo no sé dónde está esa cámara. Que ella haga lo suyo, yo lo mío, y alguien se encargará de ver por dónde voy y lo que estoy haciendo.
¿Y qué no te permitirías hacer ante la vida?
Hacerle daño a alguien. Y mucho menos hacerle daño a un niño. Porque mi situación con los niños es casi obsesiva. Tal vez porque hubiera deseado tener cinco, o tal vez porque siempre tengo dentro de mí una niña que comparte con ellos ese pequeño espacio de inocencia que no voy a dejar que nada ni nadie me lo quite, y a los niños no se les puede engañar. Con un adulto tú puedes llegar a un acuerdo… aunque existan desacuerdos. Pero los niños no fingen. Es la verdad o no. Por eso ellos y yo tenemos una especie de juego permanente… ¡y a mí me matan! Es lo único que en la vida no me voy a permitir: hacerle daño a un niño, porque ellos son lo más grande para mí, y no es un fenómeno que me cayó del cielo. Tiene que ver con la maternidad. Y tal vez también con mi propia niñez, tan inquieta, que de pronto crecí y no me di cuenta cómo y cuándo fue. Pero de eso te das cuenta cuando ya eres una adulta, te conviertes en madre y empiezas a reconocer en tu hijo ese proceso de crecimiento que tienen los niños en todas las etapas, y sientes la necesidad de ver en cada uno de ellos el niño que llevas dentro… y todos los niños que no pude tener. Porque , mira, yo me arrepiento de no haber tenido al menos tres hijos, ya que cinco era demasiado. Mi hijo César, que ahora tiene trece años y estudia música, es suficiente porque lo adoro, es lo más grande de mi vida y es casi tres niños a la vez, pero para mí es una frustración no haber tenido más hijos, créeme.
Posiblemente desde que comenzamos a conversar deseaba hacerte esta pregunta, pero la reservé para cuando llegara un instante de especial sentimentalidad. Dsde la muerte de Roberto Blanco no has hecho más teatro, ¿es acaso por nostalgia, por lealtad a Roberto, o porque otros directores no logran inspirarte como te inspiraba él?
Mira, sería muy petulante de mi parte decirte que se trata de no trabajar con otros directores, lo cual no es así. Pero no es menos cierto que mi experiencia más grande en el teatro y prácticamente única fue con la compañía “Irrumpe”, de Roberto Blanco. Es decir, trabajar con otras estéticas, con otro tipo de teatro no ha sido mi experiencia. Justamente después que Roberto murió no regresé al teatro, porque en primer lugar me dejó un vacío muy grande. Yo creo que a él le faltaron por enseñarme cosas que yo debí descubrir después, sola… aunque yo sé que él me mira. Extraño sus presentaciones. Escuchar aquello de: “Roberto Blanco presenta a Irrumpe”. Y ese telón que se abría, esas campanas del escenario… Esa sensación única y efímera que te produce el teatro y no otro medio, yo la viví con Roberto Blanco intensamente. Y no quiere decir en lo más mínimo que no la pueda vivir con otro director. O sea, Roberto fue mi punto de partida, mi punto de inicio, mi punto final, mi punto de todas las cosas, porque consolidó todas las experiencias que yo había tenido con otros directores anteriormente. Porque antes yo había trabajado con José Antonio Rodríguez y Tomás González, y fui alumna de Vicente Revuelta, pero con Roberto Blanco yo consolidé toda mi formación durante los cinco años del ISA… hasta que ya no estuvo más entre nosotros. Pero volver al teatro no es algo a lo que yo me niegue. Es que ahora mismo estoy dándole prioridad a otras cosas que también son atractivas para mí. Pero siempre tengo el deseo de hacer teatro. Por ejemplo, Cremata me propuso hacer “El malentendido”, de Albert Camus. Sin embargo por razones ajenas a nosotros no se pudo hacer. Y yo me enamoré de la idea de volver a las tablas, siempre que alguna actriz me doble, porque tengo otros compromisos que no debo cancelar de inmediato. Yo quiero volver a transitar por el teatro, y estoy segura de que eso está cada vez más cerca. Y sé que es muy ingrato, pero es mi medio, definitivamente mi origen, mi manera de expresar cosas muy provechosas para mi espíritu y quiero trasladar a un público que no me conoce en el teatro. Ya hay una generación que no conoce de dónde viene cada cosa, y uno no sabe a dónde va si no sabe de dónde viene, y los jóvenes que actualmente asisten al teatro no saben que yo provengo de ahí.
También respeto mucho a todos los que han estado haciendo teatro todo este tiempo en que yo he estado haciendo televisión, cine y otro tipo de cosas. Respeto a quienes se hayan mantenido única y exclusivamente haciendo teatro como un ejercicio permanente. Son mis colegas y los admiro enormemente, porque es algo de una entrega impresionante, y al mismo tiempo ingrato –como ya te dije- pues económicamente no está siendo bien remunerado y el desgaste es infinito, y yo creo que estamos en el momento de darle el justo valor a cada una de las disciplinas que ejercemos.
Y te digo además que una de las cosas que han impedido que yo haga teatro es que yo vivo en las afueras de la ciudad, y no puedo acercarme a las salas de la manera que yo quisiera, porque mis compromisos familiares actuales no son los de antes, mis condiciones son diferentes. Tengo un hijo del cual soy responsable, y además tengo mi propia vida y mi opción de decidir si puedo o no. Porque querer, quiero, pero habría que ver en qué circunstancias lo vamos a hacer. Yo creo –y esto quisiera gritarlo en algún momento en algún lugar- que yo podría hacer teatro en mi comunidad, en el lugar donde resido. Pero allí no hay un teatro. Yo pienso que la gente también tiene que hacer cosas donde viven, porque gracias a eso las comunidades crecen y da un mayor sentido de pertenencia a la gente sobre el lugar donde viven. Por eso estoy convencida de que si hubiera un teatro en San Agustín, que es donde vivo, yo estaría allí. Pero solamente hay una Casa de Cultura que no funciona. Una casa de cultura donde yo me inicié haciendo teatro infantil, y había instructores a quienes les interesaba y les preocupaba formar nuevas canteras para la actuación, el teatro, el diseño. Cómo es posible entonces que en mi municipio, que es La Lisa, haya un cine como el B´lisa en tremendo estado de deterioro. ¿Y alguien me ha llamado alguna vez para consultarme qué pienso de eso, que vivo allí. soy de esa comunidad y estoy interesada en su desarrollo cultural? Y eso es algo que va más allá de lo netamente cultural. También está dado en el más abarcador plano social. Pienso que el día que le demos importancia a la gente de cada sitio, esa gente va a hacer de su sitio algo importante.