Jhonlier Suarez Molina

; pero somos un pueblo también variopinto con altos niveles de instrucción, hechos que hacen debamos ser más exigentes con lo que se nos propone como producto nacional y no meros asimiladores pasivos.

Estoy muy preocupado por el rumbo, que llamaría mejor desvarío, en varios aspectos de la televisión cubana nacional y trataré de abordar los que tenga mejor procesados, esperando que se reciban de la manera más positiva, aunque no negaré mis absolutos intensión y acercamiento críticos.

Parto del hecho de decir que Cuba es un país muy distinto al resto del mundo y que los cubanos, allende nuestro origen mixturado, también somos muy particulares en idiosincrasia y visión social, hecho que tiene bases históricas, geográficas, etc. y que se han potenciado en el medio siglo de Revolución y el aislamiento al que nos hemos visto sometidos. Eso es “Cuba” y “cubanos” respecto al mundo; también a lo interno del país se reconocen particularizaciones de la cubanía, identificadas por regiones, provincias y localidades: leáse orientales distintos de occidentales, occidentales no iguales a centrales, Baracoa vs Guantánamo y así sucesivamente.

Entonces, por qué nuestros dramatizados quieren apropiarse de manera tan burda de fórmulas más propias de televisoras, basadas más en el aspecto comercial que en las ideas propias. Los resultados hablan solos: tengo un grupo de amigos que a “Tras la Huella” la han apodado en burla “CSI Havana”, hasta cuándo nuestros actores que salen por TV tendrán que recitar los parlamentos “científicos” o “especialistas” de sus personajes que deberían hablar con naturalidad sus tecnicismos porque supuestamente por trama y dramaturgia les toca “por la libreta”. Disculpen la crudeza de lo que viene: ignorancia, poca lectura y bastante de desinterés por entender la naturaleza e “historia” del rol a interpretar. Los ejemplos sobran, seguro cada quien tiene un racimo de casos en cabeza y los ejemplos de sus equivalentes en los dramatizados o películas foráneas hablan solos y no estoy diciendo que nuestros actores y academias sean menos que los de afuera, pero de que pasa algo, pasa algo y se nota; mucho más en un país donde hay más de un millón de profesionales viendo televisión y esperando ver su reflejo en los medios.

El mismo aire de fórmula “Animal Planet”-“National Geographic” lo tienen los programas de corte naturalista en primera persona, casi todos hechos por el Educativo 2. En “Animal Planet”, de la BBC y “National Geographic” los presentadores suelen ser (nótese lo que voy a decir): biólogos, naturalistas, expertos certificados. Agradezco el esfuerzo, de hecho los veo con mucho placer y extraño que no haya más pues vivimos en un país hermoso y de particulares geografía y naturaleza; pero basta de imitar a la criolla y con actores o presentadores-periodistas, que también leen con ingenuidad sus parlamentos correctos pero postizos en sus bocas.

Como segundo aspecto, no corremos muy buena suerte aquellos que en la Habana mal nos llaman “del interior” y la peor parte la llevamos “orientales” o “palestinos”, que con todo el respeto y solidaridad ante ese pueblo luchador, acá el vocablo tiene una acepción muy peyorativa. Salvando el feliz caso del humorístico “Deja que yo te cuente”, donde como muchos actores, buenos actores creo yo, quizás por el hecho de provenir del “interior” e incluso de la “Palestia”, hacen unas encarnaciones muy graciosas, sinceras y respetuosas de los de este lado de la Isla, con los cuales nos identificamos y reímos. Pero otra canción entonan los dramatizados y las novelas, donde la gente de fuera de la Habana parecen que viven en Palmas y Cañas (yo amo ese programa), tienen como se dice popularmente el yarey pegado al calcañar de manera congénita: no suelen ser muy brillantes, ni ocupar los cargos más altos de los trabajos, muchas veces encarnan los aspectos negativos o son advenedizos o excesivamente ingenuos o desinformados de las tendencias tecnológicas y culturales.

Guionistas, acá hay acceso a internet, llega la prensa, hay universidades prestigiosas y hacemos festivales culturales y de cine internacionales. Y además no todos los canta`os son iguales: la entonación varía entre provincias e incluso a lo interno de las provincias, por ejemplo, vivo en el territorio holguinero y no es el mismo tono el de la parte occidental de Holguín que el usado desde Mayarí hasta Moa.

Siguiendo la traza de la regionalidad, ¿realmente nadie nota que la única realidad cubana televisada es la de la capital? Y por favor, no confundir campo, interior y Oriente con la finca de la televisión cubana. ¿Cuándo veremos algo que suceda por acá? Debemos aprender de las televisoras fuereñas. Por ejemplo, la novela actual transcurre en la superpoblada Sao Paolo, no más Río que es muy bello y cosmopolita, pero hay más Brasil después de Ipanema y Leblón. El Coro (Glee) sucede en un remoto pueblo de Ohio como para alejar y obstaculizar más los sueños de los talentosos jóvenes, también “One three hill” (traduttore tradittore: ¡“Hermanos Rebeldes”!) y “Dawson's Creek”(allá va otra traducción, “Amigos y Amantes”), “Roswell”. “Prácticas Privadas” sucede en Los Ángeles, mientras que su hermanita de franquicia “Grey's Anatomy” lo hace en Seattle y por si no bastara, hay CSI en Las Vegas, Miami y Nueva York, cada una con lo suyo muy distintivo más allá de la evidente escenografía urbana.

Dar la equivoca idea audiovisual de que La Habana es Cuba y lo demás... (nos sabemos el dicho de memoria), ¿cuánto silencia a esa otra Cuba de 8 millones de cubanos? Primero, no me gustan las novelas con temas contemporáneos, al menos no esas donde la gente habanera o que vive allá, difícilmente pudiera decir que vive, ¡malviven!. Dudo que esas tramas fuera del contexto capitalino tengan sentido (¡felizmente!), pues se ve una agonía, un sufrir, un remarcado de las miserias y carencias cotidianas, que solo tienen sentido en La Habana y que en la forma que las corporizan creo que lejos de criticarlas y enjuiciarlas para su erradicación final, las elevan y subliman: los personajes más vulgares, violentos, mezquinos, malos son los más simpáticos porque están hechos de una mejor fibra desde el guión mismo, opacando así a los positivos que son esquemáticos, sosos, mojigatos y bobalicones. El trabajo de los dramatizados no creo que sea el del documental, sino la recreación potencial (palabra clave) de lo que podría ser y no es aún, de lo que queremos y soñamos. Si así fuera, que vengan todas las series de temática actual, de lo contrario, consiguen deprimir y consiguen el despropósito. Creo que si se mostrara la verdadera pluraridad de la sociedad cubana, desde una visión cubana, no habanerocéntrica, ni extranjerizada, estaríamos en el camino de un producto de arte, pero que logre una identificación popular y ojo, que sirva para vender al extranjero. Tómese lo bueno de allá, el empaque visual, la idea que funcionaría de verdad en nuestra idiosincrasia y forma de producción, no lo ajeno.

La banda sonora muy buena en “Adrenalina 360”, logros en aspectos técnicos (cámaras en los patines, acrobacias impactantes); el resto: fatal. La dirección de actores daba terror, los personajes esquemáticos hasta el límite, como esa otra “Mucho Ruido” y yo acoto: “pocas nueces”. Qué floja la historia de ambas, cuánta limitación en los conflictos, y eso cuando los hubo. Además, quién dice que el fenómeno de los deportes extremos en Cuba es tan generalizado entre niños y jóvenes. De que hay, lo hay y punto.

Como ya mencioné antes, no soy muy fanático a las telenovelas de actualidad y por tanto, me pregunto expandiendo a otros campos del dramatizado cubano, ¿no hay nada de época en producción? Y con sinceridad, anhelo un día ver que nuestros actores interactúen con su vestuario de época como si fuera de verdad el que han usado siempre, suelo tener la impresión de que andan bajo un disfraz y no me estoy refiriendo a ciertos desmanes que he visto en aventuras cuyo nombre no quiero acordarme, donde vi a un noble (personaje masculino además) con un traje de la misma tela de la cortina roja de flores de mi casa o un ¡traje de cuadros completo! en una señorita de las “Huérfanas de la Obrapía”. ¡Alucinante!

Aprovechando la fecha me gustaría también colocar un punto rojo sobre cómo se muestra la homosexualidad en los medios. ¿Hasta cuándo se seguirá mostrándolo con timidez o trazos de alarma y caricatura? Creo que no somos la sociedad más atrasada de la región, sin embargo nuestra TV presenta a gays, lesbianas y bisexuales con el desagradable tinte de fenómenos de feria. Mientras se continúe ese camino se seguirá viéndolos como extraños, prohibidos, ilegales y por tanto, habrá lugar para el maltrato, la burla, la ridiculización. Primero, nuestro país es muy inclusivo, tanto en lo social como en lo político, en el aspecto de la diversidad de género; segundo, nuestra constitución es laica, no religiosa y menos aun fundamentalista; entonces y esto es solo una sugerencia, por qué si hay tantos homosexuales y bisexuales normales y asumidos, no acaba de aparecer su reflejo en un seriado. No es sublimar la condición gay con tintes de ternura, inteligencia y distinción, afortunadamente hay de todo en la viña; pero basta de sufrimiento, tragedia e intolerancia que hay que revertir a lo largo de capítulos y capítulos donde todo es escandoloso y trágico al punto que en una novela sobre el VIH-SIDA me quedé con duda si el bisexual no había sido condenado a la enfermedad como un castigo de la vida por su condición dual. No. Un día tendrán que venir series, incluso de y para adolescentes, donde uno o más de los miembros sean gays y lesbianas asumidos con naturalidad en el grupo y en sociedad, como sucede tanto por ahí y a la larga se generará la feliz sugerencia de que esa convivencia, insisto, cada día más común “en la calle”, sea potencialmente posible, real, deseable para todos, portadora de un gramo más de felicidad y tranquilidad para aquellos que de por sí les cuesta entender por qué son así y además tienen que luchar contra milenios de cultura homofóbica. ¿Podría ser posible un beso homosexual en la TV?

Sugerencia: una buena parte de las series y videoclips del mundo del pop quieren ofrecernos un mundo más tierno, dulce, alegre, esperanzador, colorido, saludable y por qué no así mismo inteligente y profundo. Una vez luchamos contra la pacata visión del mundo, ¿no es hora ya de revaluar la maldad, crudeza, irreverencia y trasgresión?

Espero en categoría de próximo horror el resultado de un anuncio hecho “Entre Tú y Yo” acerca de una serie musical en producción con 10 jóvenes seleccionados tras un arduo casting para cantantes y bailarines que luego serían entrenados con mucho rigor en un ¡castillo! (no lo digo yo, lo dijo el joven director de la serie) para su participación en un concurso internacional en Argentina. El referente está vivito y coleando: Glee (de hecho, Maria Luisa Jiménez en el avance me olió mucho a Sue Silvester, la cruel, malvada y adorable por momentos entrenadora de las Cheerios en la serie, y a cuentos que he escuchado de excéntricos profesores del ISA y la ENA) y por otras cosas que dijeron, me vinieron a la mente esas series españolas y norteamericanas donde lo más importante no es la trama sino el juego combinatorio que sufren las parejas a lo largo de su infinidad de temporadas, resumidas en: con quién ligará hoy cada gente.

Y hablando de musicales. ¿Por qué los musicales, en especial los de presentar videoclips, tienen unos presentadores demasiado preocupados de su imagen y de moverse y gesticular mucho y eso sí, atropellar todo lo que pueden el texto que están leyendo, olvidando normas elementales de la dicción y articulación en función de supuestos dinamismos y aires juveniles (en lo más negro de mi lista negra he puesto al flamante “Irse de rosca” y al gélido “Termómetro”)? ¿Esto es lo que llaman “nuevas maneras de hacer TV” o “una programación más acorde con las tendencias modernas”? En el caso de “la Rosca” huele a una mala asunción de Dogma 95 con una presentadora que te marea más con su cháchara y bamboleo que los excesivos cortes y desenfoques, quienes lejos de conseguir la jovialidad y frescura, conducen más al aturdimiento y en mi caso, a la vergüenza que se siente ante el ridículo ajeno. Me pasé los 27 minutos prometidos de buena música atónito ante tanto disparate audiovisual (en la parte del programa como tal, no la de los clip) y con la cabeza baja cada vez que salía la presentadora, especialmente cuando entrevistó a Adrián Berazaín como si fuese a enamorarlo. Y me gustaría no mencionar el aspecto de su imagen. ¡Dios!

Y dos preguntas al margen para pensar y preocuparse: ¿por qué se graba tan mal en la TV cubana los conciertos? ¿Por qué tanto doblaje en los programas musicales cuando en el mundo eso prestigia al cantante y al programa y hasta permite registrar grabaciones y presentaciones memorables?

¿También son “modernos” toda la serie de clones de programas (para) adolescentes que tienen solo un rango de tipo “Quédate conmigo”-“Conexión” (¿por qué tantos hijos de la misma camada?), donde las opiniones de los muchachos entrevistados podrían poner en crisis a cualquiera? Es bueno escucharlos, saber qué piensan y quieren, que tengan su “telespacio”. De hecho, trabajo con ellos pues soy instructor de Joven Club y me gusta participar de sus proyectos y sueños e incentivarlos a perseguirlos. Pero considero que amplificar por altoparlante todo lo que piensan la mayoría de las veces es contraproducente, porque suele ser algo temporal y circunstancial, y que luego, por lógica evolución de joven a adulto, desecharán o sentirán vergüenza de haberlo dicho o hecho. Eso sin pensar que puede dárseles la errónea idea de que toda opinión es válida, que todo criterio es justo, cuando sabemos que no es así.

Como primer resultado alarmante, en el caso de “Conexión”, ha tenido temporadas que podrían sacarle colores a cualquiera por la falta de pudor y vulgaridad en la forma que asumen los temas tratados. Me pregunto, yo que no soy ni fui mojigato, si lo único que pensaba cuando adolescente era en sexo. No, felizmente no. ¿La gente que conocí entonces entonaba tan alto y claro la balada de la frivolidad? No, tampoco. ¿El adolescente cubano es tan esquemático, baladí, superfluo y perdido en el llano como pudiera parecer por esos programas? ¡Claro que no! Y si así fuera no se le hace ningún favor en sacarles la ampliación de 40x40. Por otro lado, ¿Es saludable hasta desde el punto de proyección social de un individuo entronizar tanto por los medios su sexualidad? Hay que educar, pero también debe colocarse cada cosa en su sitio, en su nivel; y el pudor y las tradiciones también son un sistema muy sólido de protección ante el ridículo, la improvisación y la falsa frescura. El sexo es solo el sexo y pese a su valor biológico-cultural, en realidad es un aspecto muy pequeño de la pequeña vida humana.

Adolescentes y aparte, dónde está el papel de la crítica especializada que debería estar más al pendiente de lo que sucede en nuestros medios y no en los de afuera. Cuando la crítica es para algo foráneo puede ser realmente fuerte, aun recuerdo algunos (des)enfoques del difunto Rufo Caballero sobre la filmografía de ese monstruo del cine actual Von Trier; para lo nacional se vuelve tibia, permisiva la mayoría de las veces (disculpen, ¿pero falta valor? ¿no seremos demasiado paternalistas?) y entonces los espectadores nos vemos violentados en inteligencia y sensibilidad por años y lo peor es que el ciclón de la vulgaridad y la falsa modernidad parece estar aumentando de categoría. ¿Tendremos que llegar a la 5ta fase para reaccionar?

De hecho si hubiera un espacio habitual en los medios donde se hablara “a camisa quitada” (sí, pues a veces el empalagoso discurso que ha puesto de moda la academia cubana que forma a los críticos, cuando se le escucha bien, padece del mismo problema que las películas pornográficas: demasiado metraje, poca edición o como esos poemas y textos tan de moda desde fines de los 80, que intentan embobecer al lector con recursos hiperherméticos, cuya funcionalidad solo sería ocultar lo en realidad no hay o en el peor de los casos, la supremacía del gusto personal, de la simpatía evidente por encima de lo objetivo), tal vez, solo tal vez, temblaría más la mano a la hora de tirarse con lo primero que viene a la mente, con lo primero que resulta, con lo que apenas va y sale. Me vienen a la mente unos cuantos casos de evidente mediocridad que habrían podido evitarse. Creo que a veces en la crítica se ha tratado de ser tan ético, tan proteccionista de lo nacional, tan deseoso de no herir algunas sensibilidades, que entonces se perjudican millones de sensibilidades.

Temo haber aburrido, temo haber herido a alguien, temo que alguien arremeta contra mi condición de profano del arte y juro que solo he tratado de decir lo que siento como televidente cubano, oriental y sensible que soy, con las palabras y oraciones con las que pobremente he tratado de articular ideas de una profesión que me es ajena, pero espero por ese alguien más que pudiera coincidir conmigo, que si alguna expresión de rabia o molestia surgen, al final triunfen las ganas de agradar y agrandar a este público que desde este lado espera lo mejor (siempre por venir, como el horizonte) que vive en los realizadores cubanos de nuestra televisión."

Infinitamente agradecido,
Jhonlier Suárez Molina.

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