Avenida Brasil termina; comienza Paraíso tropical. El melodrama brasileño continúa su desfile imparable en la televisión cubana.

Y es una suerte que en materias telenovelescas Cubavisión sigua apostando por las producciones del gigante suramericano porque, revisando el panorama, no ha aparecido aún empresa que le haga la competencia a la Red O'Globo en el alto estándar de sus creaciones.

Quien haya seguido la evolución de las telenovelas brasileñas en nuestra televisión, desde los años 80 hasta ahora, las ha visto mutar, adaptarse a los tiempos. En el camino ha quedado un poco de esa esencia local que encantaba en productos como Roque Santeiro, Derecho de amar, Vale Todo. El brasileño, mestizo en raza y cultura, ha sido teñido de rubio globalizado y se mueve en espacios cada vez más pulidos y —a la par de Marisa Monte, Rita Lee y Ana Carolina— se escuchan canciones de Coldplay, Taylor Zwift y Lana del Rey.

 

Un Brasil internacional. La empresa televisual deja claro su deseo: conquistar todas las latitudes posibles, que sus historias sean identificadas como propias por un espectador ruso, un angolano o un chino. Es evidente que los tiempos han cambiado y los escritores de antaño están dando paso a nuevos autores que llegan con otros mundos ficcionales, otros intereses temáticos.

Joao Emanuel Carneiro es en estos momentos el escritor más cotizado de la cadena brasileña. El color del pecado, su primera telenovela para la O'Globo,  introdujo la primera heroína íntegramente negra, protagonizada por la bellísima Taís Araújo.

Para su segundo trabajo "global", Cobras y lagartos, Carneiro definió su estilo autoral: con una historia rocambolesca de buenos acosados por villanos espectaculares, asumía sin ambages los mecanismos melodramáticos de la telenovela tradicional latinoamericana (sobre todo los pautadas por México) en la que las situaciones son llevadas al extremo de lo posible y rozan lo increíble.

El éxito de Cobras y lagartos lo catapultó al horario estelar de la emisora: Carneiro entró a la novela de las nueve vestido de largo con La favorita. Los cubanos fuimos testigos de los abusos de la sicópata Flora en contra de la llorosa Donatella, en una telenovela que tuvo de todo, a costa de la credibilidad de muchas situaciones. La villana de Patricia Pillar entró en el Olimpo de la perversión "telemelodramática" brasileña y Carneiro se convirtió en el niño mimado de la emisora.

Los ojos del público y de la crítica se posaron en el autor: había cuajado un teledramaturgo capaz de alternar a base de emoción y puntos de giros sorprendentes con los dioses históricos de las telenovelas. Los directivos del canal le pusieron alfombra de oro al nuevo proyecto de Carneiro: todos los recursos posibles estarían a su disposición. Carneiro no decepcionó. En el período entre 26 de marzo y el 19 de octubre de 2012, Brasil se paralizó con la sórdida trama de Avenida Brasil. Las ganancias fueron millonarias.

A nuestro parecer, lo descollante de Avenida Brasil, más allá de su desesperante historia, fue su puesta en pantalla: el montaje de las escenas, el trabajo de cámara, los valores fotográficos, tratamiento de luz y color, los escenarios y la caracterización visual de los personajes. Estos rubros acercaron el formato de la telenovela latina al de las series anglosajonas, en el que la televisión se emparenta en calidad artística con el cine. Quedó atrás la época en que dos personajes estáticos debatían sus conflictos en un set de cartón bajo una luz uniforme. La historia de Carneiro exigía una puesta dinámica que, sin alejarse de la idealización rosada de la telenovela al uso, se lanzara de lleno en los ambientes tenebrosos e inseguros del thriller.

Cuando se anunció el estreno de Avenida Brasil en Cuba nos atrevimos a vaticinar que el éxito de la telenovela en su país de orígen no se repetiría en nuestro país. Y el tiempo nos dio la razón: el suceso en Brasil se debió en gran parte a la identificación de las grandes masas de clase media y baja brasileña que se vieron representadas en los personajes de una trama excitante. Pero este contexto es distinto al del cubano que tiene una instrucción diferente y otra exigencia a la hora de sentarse a ver una telenovela.

Desde el principio de Avenida Brasil la historia de venganza de Rita-Nina se descubría demasiado sórdida para muchos, francamente desagradable; incluso, lejos de su contexto cultural, muchos personajes de la serie se antojaron vulgares para algunos televidentes cubanos. Evidentemente, lo que a Brasil apasionó a nosotros no nos deslumbró tanto.

Se sabe que Joao Emanuel Carneiro, hombre culto y ahora millonario, no tiene nada que ver con los individuos del Divino; en una glamorosa labor de reconciliación y mercadotecnia social, el autor creó una historia que sedujo a una clase emergente, que cuenta de repente con mucho dinero para gastar. Pero en esa aparente afinidad con los gustos y costumbres del pueblo, el autor deslizó constantemente una burla sardónica, carente de admiración.  

Los que habitan el Divino de Carneiro son criaturas elementales. La familia de Tifón es un poco más que iletrada, son gritones y hambrientos con ínfulas de grandes señores; incluso, parte de las peripecias de la novela han sido sostenidas gracias a su falta de raciocinio, a su poca inteligencia. Cualquiera diría que el autor se limita a representarlos tal y como son. Puede ser. Pero evoquemos otras novelas en que las clases bajas, los campesinos emigrados a las grandes urbes, han sido reflejados de una manera más comprensiva, e incluso con cierto aire poético, como lo hizo Aguinaldo Silva en Señora del destino.

Aquellas abundantes comidas nordestinas de la familia María do Carmo son distintas a las comelatas desaforadas y con fracasado afán de ascensión social de la familia de Tifón. Afortunadamente, personajes como el mismo Tifón y Mona Lisa exponen valores que los distinguen del coro que los acompaña, dedicado fundamentalmente a comer, amar, bailar e, incluso, delinquir. En este contexto, la burla de las clases pudientes ―Carlitos y sus tres mujeres― se antoja una estrategia de conquista de la simpatía de los estratos socialmente menos favorecidos, público por excelencia de las telenovelas.

Aunque los capítulos finales de Avenida Brasil han sido vibrantes, muchos por acá ya estaban pidiendo que terminara de una vez. Demasiados capítulos insistiendo en una situación insostenible llegaron a cansar; más que aburrir, molestaron a más de uno. Pero, aún así, estamos seguros de que pocos dejaron de ver la novela, al menos para saber cómo acababa aquel enredo.

Queda demostrado que Joao Emanuel Carneiro y el gran aparato que lo ampara, son muy hábiles en materia de comunicación. Su mayor mérito social fue que nos puso a discutir sobre el antivalor de la venganza y su diferencia cabal con la justicia.

Hay que reconocer el esfuerzo de la televisión cubana: teniendo poco presupuesto no se sentó a esperar y sacó al aire el reconocido exitazo global pocos meses después de su conclusión, y justo en el momento en que el precio de la novela era mayor. Nuestra TV quiso que los cubanos no nos quedáramos atrás. Pero ahora, quizá por ese arresto, nos anuncia como próximo estreno un folletín realizado hace siete años.

Con Paraíso tropical regresaremos de lleno a Copacabana. La historia nos cuenta una rivalidad por el poder. Daniel Bastos es un hombre honrado, posible heredero del poderoso empresario Atenor Cavalcanti. El malvado Olavo desea los privilegios de Daniel y hará todo lo posible para arrebatárselos. Cuando Daniel conoce a la buena Paula esta relación interfiere en los planes del villano y Olavo separa a los enamorados.

En su lucha contra Daniel y Paula, Olavo es ayudado por su amante, la prostituta Bebel, mujer bella y exuberante. Todo se complica cuando hace su entrada en la historia la maliciosa Taís, hermana gemela de Paula, quien aprovechará la situación para conquistar a Daniel y ascender socialmente.

Paraíso tropical fue estrenada el 5 de marzo del 2007 y tuvo originalmente 179 capítulos. Sus autores son Gilberto Braga y Ricardo Linhares, muy conocidos por acá, y aunque su Insensato corazón fue una telenovela deslucida confiemos que Paraíso tropical, historia anterior de esta dupla de autores, aburra menos a nuestro público.

Gilberto Braga siempre ha sido una autor habilidoso, uno de los reyes Midas de la O'Globo. Es reconocida su ingeniería dramatúrgica pues sus argumentos parecen concebidos como un mecanismo coherente de relojería. Si alguien tiene dudas, que recuerde la imprescindible Vale Todo, o la folletinesca Fuerza del deseo. Sus tramas se deleitan en el mundo de las altas clases, de la sofisticada Jet Set carioca, regodeándose sobre todo en las figuras

El mismo Braga intervino en la selección de la banda sonora nacional, un catálago de temas muy brasileños: abundante bossa nova, con piezas antológicas de Tom Jobim, Chico Buarque, entre otros autores, y en voces como las de Milton Nascimento, Ana Carolina, Maria Bethânia, Nana Caymmi. Un verdadero deleite, que ojalá se pueda disfrutar aquí. La dirección general de la serie estuvo a cargo de Denis Carvalho.

En el elenco, grandes conocidos: en el rol de Daniel Bastos tendremos a Fábio Assunção (el Ignacio Sobral de Fuerza del deseo); el conocido Tony Ramos interpreta al empresario Antenor Cavalcanti, mientras que la pintoresca villana Bebel es encarnada por Camila Pitanga (Carol de Insensato corazón). En otros roles nos rencontraremos con la insumergible Vera Holtz (Ma Lucinda de Avenida Brasil) ahora como la villana Marion Novaes; Marcello Antony (Viriato de Señora del destino) en la piel de Cássio; el exasperante Berilo de Passione, Bruno Gagliasso, interpreta aquí al joven villano Iván, hermano del rufián principal Olavo (Wagner Moura); y entre otras muchas caras conocidas, regresa a nuestras pantallas una actriz que siempre se agradece: Glória Pires (Lúcia).  

Puede que después de Avenida Brasil el enfoque televisivo de Paraíso tropical se nos antoje superado. Pero en el momento de su transmisión esta fue la historia que atrapó a los brasileños. Esperemos que a los cubanos nos entretenga. Los presupuestos generales serán básicamente los mismos. La telenovela brasileña continúa acompañándonos.

 

 

 

 

 

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