Herminia Sánchez, en una legendaria actuaciónImaginen por un instante, que Charles Perrault tiene los ojos fijos en la pantalla. Intentará reconocer el mundo sonoro, en movimiento, parlante, Que tiene ante sí. ¿Lo conseguirá? Quizás, en alguna parte de ese otro mundo desconocido por él, la clásica e “inocente” Caperucita acecha, con el propósito de establecer un juego intertextual (interacción textual que se produce dentro de un texto) en forma de sutil provocación simbólica. Al margen de dicha suposición o de otras posibles, en el siglo XXI, los medios de comunicación –en especial la TV-, lideran en un mundo regido por las mutaciones de lenguajes, percepciones y  escrituras, en el cual se transforman objetos y valores abstractos en formas sensibles.

La cultura abarca diferentes actividades y procesos, cuya definición varía según los ámbitos de resonancia: la vida cotidiana, las  tradiciones artísticas y literarias, el mercado y las políticas Institucionales, en los cuales se inserta el referido concepto para designar diferentes manifestaciones simbólicas y expresivas, que desbordan la racionalidad productiva de lo económico-social. Como agente socializador, la televisión es el dispositivo más eficaz de producción de ritos y mitos, tanto a nivel simbólico, como figurativo y comunicativo, visibiliza lo invisible, propicia nuevos modos de estar juntos, convierte al espacio doméstico en el más ancho territorio virtual. Sin embargo, en ocasiones, no se aprovechan todas sus posibilidades, en tanto medio comunicativo en el que también se hace arte. Es un error considerarlo puro entretenimiento o mera trivialidad.  Habida cuenta de que, la percepción anagógica en las obras audiovisuales transmite un mensaje a los públicos, no se pueden excluir sus múltiples funciones: didáctica o cognoscitiva, heurística, que expansiona la imaginación y la axiológica, esencial en la promoción de valores éticos, políticos y filosóficos.

Martín-Barbero define claves de comprensión del funcionamiento de la narrativa televisiva:“Ver televisión es hablar, es comentar, es comer, es jugar y todo a la vez…La gran mentira que se repite es que la televisión atrapa la gente y la emboba… ni la atrapa, ni la emboba, se inserta en la vida cotidiana”. (Martín-Barbero, Zapping, 102)El polémico asunto de cómo representar la realidad y sus   contradicciones, constituye un desafío que exige dominio de    múltiples saberes, por parte de todos los miembros del equipo de Eliseo Altunaga se ha distinguido en la escritura literaria y audiovisual. realización audiovisual.  En apariencia, el asunto resulta fácil, pero es muy complejo. En primera instancia, no basta con pensar, imaginar, idear, lo que se quiere contar.

Según precisa el narrador y guionista Eliseo  Altunaga: “una historia forma parte de una galaxia, tiene una   perspectiva cósmica que nunca vamos a poder atrapar en su totalidad. Lo primero que hace un guionista es fragmentarla y, con esas partes, construir una estructura, un ente nuevo que no es la historia, sino una dimensión más o menos humana. Al violentar el tiempo y el espacio, logra armar una concatenación de sentidos, que puede acercarse a un relato”.   Lo consigue la serie Blanco y negro ¡no!, que retransmite el Canal Educativo este verano. Roles y resignificaciones fueron pensados y diseñados con rigor dramatúrgico.  El director de la Escuela Secundaria Básica, que recrea el primer  actor Alden Knight, y la abuela de la primera actriz Herminia     Sánchez, representan con aciertos la complejidad de roles, los   cuales han sido cercados en limitados estancos: malos, malos o buenos, buenos. Los personajes El primer actor Alden Knighty personajes-tipos surgen de la realidad, asumen tridimensionalidad y actitudes, respectivamente, enmarcados en convenciones que los teóricos de la literatura dramática, en el    devenir histórico de hace más de veintiséis siglos, han determinado llamar géneros, por lo tanto, resulta imprescindible conocerlos,  para ejecutar o apreciar una obra de ficción.

No existe nada nuevo bajo el sol. De acuerdo con Paul Valéry:   “Toda creación es un retomar algo o un rechazar algo que una vez ya fue creado. Repite lo mismo en otra tonalidad, depura, amplía, simplifica,Poéticas y sonoridades distinguen la obra de Silvio Rodríguez completa, complica excesivamente, combate, aniquila, destruye, niega, pero aun así supone una existencia y la aprovecha de manera imperceptible”.  En la pantalla ansiamos ver más que relatos perfectos o una  síntesis ideal de la representación naturalista, la expresión  personal y el orden pictórico; historias verosímiles, las cuales nos ayuden a comprender la vida misma.  Cuando un artista tiene la voluntad de hacer un discurso crítico, quiere motivar la reflexión, la comprensión y trascendencia de   fenómenos que rodean el hecho, sus circunstancias y conflictos planteados. Los géneros son convenciones, que al convertirse en leyes formales de la ficción hacen más sólido su interior.  Igual la poética de la música moviliza ideas, sentimientos y  percepciones. Ocurre con las canciones de Silvio Rodríguez, en las que texto, sonoridades y ritmos, inspiran y nutren el espíritu.  Dan fe de que “cada vanguardia no hace otra cosa que intensificar el cambio para crear una nueva actualidad, actualidad esta formada por tradiciones, pero con una dislocación u orden nuevo”, como apunta el maestro Leo Brouwer.

En esencia, la televisión, ese viejo aparato nunca olvidado, debe seguir trabajando en la creación cultural a partir de sus propias  potenciales expresivas, lo cual implica no establecer límites a tener alguna franja de programación con contenido cultural, sino darse la cultura como proyecto, que nutre todos los contenidos y los       géneros. Solamente así conquistará a sus públicos, al motivar el disfrute, desde la cercanía.

 

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