Después del segundo capítulo de esta serie televisiva, se confirman las crecientes expectativas frente a una obra que nos muestra una dinámica desconocida en las producciones dramáticas de factura nacional
Después de este segundo capítulo de la serie televisiva Primer grado, se confirman las crecientes expectativas frente a una obra que nos muestra una dinámica desconocida en las producciones dramáticas de factura nacional y con un perfil altamente competitivo frente a series foráneas que abundan en nuestra programación, pero.muy lejos de la realidad que vivimos.
Las actuaciones consiguen mantener las dos subtramas que se entrelazan: las consecuencias de los traumas recibidos en la infancia y cómo, al permanecer latentes (aparentemente ocultos) emergen ante una nueva herida psicológica capaz de activar la vieja cicatriz.
Así sucede al personaje de Daniela, quien justo sufre el acoso y la lejanía de sus condiscípulos y una madre soltera que tampoco puede ayudarla, si no ha podido enfrentar a los viejos fantasmas, a pesar de los esfuerzos para sostener a su hija.
La banda sonora, matizada con efectos bien logrados, acentúa la carga dramática intensa que se recrea en las secuencias de momentos cargados de tensiones hasta la aparente tranquilidad de las escenas en espacios abiertos donde no se descuida un solo detalle de la metamorfosis que se refleja en el rostro de la protagonista.
La subtrama del joven que no sienta cabeza y es perseguido por pandilleros advierte que esos peligros no son parte de la ficción, sino de la realidad que vivimos fuera de nuestros hogares y viaja dentro, aunque pretendamos mirar al otro lado.
Rudy Mora comienza a mostrar una nueva forma de hacer seriales que apuntan a todos los grupos etarios, sin excluir ni prescindir.
CARTELERA DE CANALES NACIONALES
