Si una serie supo salvar las tardes veraniegas del canal Cubavisión, esa fue sin dudas, Velvet, un audiovisual español iniciado en el 2014, producido por Bambú Producciones y emitido en Antena 3 durante cuatro temporadas, con un éxito rotundo de público y crítica. Ese magnetismo incuestionable que hay detrás de la historia de amor entre Alberto y Ana ha seducido de igual manera al público cubano, tan necesitado de soñar y de vivir desde la televisión el esplendor y la elegancia de otros tiempos
Velvet es una clara muestra de que el melodrama reformulado y bien cavilado nunca falla ni pasa de moda. Aquí hay un cuento de hadas cincuentero que no tiene pudor alguno al mostrar el glamour y la sofisticación de una época definitoria en la cultura popular y en la moda, como expresión máxima de esa cultura.
Los creadores de la historia, Ramón Campos y Gema R. Neira hurgaron muy bien en el cine y la televisión de los cincuenta para imprimirle a su obra un tono relajado, ligero, entre las sitcoms y las soap óperas cincuenteras, permitiendo así que los conflictos fuesen menos lacrimosos y cuasi trágicos que las telenovelas. Ahí radica el mayor logro de Velvet: el contar un relato convencional desde otros presupuestos estéticos y utilizar una estructura lo suficientemente efectiva para mezclar géneros e incorporar un sinfín de discursos.
Siendo una producción de época, la serie a su vez, logra ser atemporal, hablarnos de temas aún vigentes en las sociedades contemporáneas, como es la segmentación social entre la clase obrera y la burguesía, la mirada a las grandes ciudades como la solución a todos los problemas económicos de los individuos, el posicionamiento de la mujer en ambientes laborales hostiles, entre otros tópicos.
Su espléndida visualidad y el perfecto maridaje entre vestuario, escenografía y dirección de arte han ablandado los corazones de los espectadores criollos, tan duros a veces con este tipo de material; sobre todo cuando se tratan de producciones nacionales. Esto último es entendible, porque a las nuestras les falta rigor en la factura y mucha más imaginería y vuelo literario en la confección de los guiones.
En su tiempo la serie fue criticada por evadir el contexto sociopolítico de una España marcada por el Franquismo; pero Velvet no es más que una fantasía moderna, en donde el glamour, la moda y el amor por encima de todo, son los protagonistas absolutos. Si hubiese sido fiel a la historia patria seria otro relato, otra serie.
Entre los rubros técnico-artísticos de Velvet sobresale su diseño de vestuario; no podría ser de otra manera tratándose de una serie donde la moda es la verdadera protagonista. Helena Sanchís hace una eficiente labor en este rubro, regresándonos ante las cámaras, vestidos icónicos de los años 50 y 60, siempre con una visión moderna que pueda servir para las actuales tendencias de la moda, en sus idas y venidas a los clásicos. La ropa en Velvet es quién realmente define la conexión con los públicos, rendidos ante la belleza y elegancia de las confecciones.
El concentrado elenco destaca por su organicidad, simpatía y entrega a cada uno de los personajes. El apuesto y talentoso actor Miguel Ángel Silvestre, encarna al protagonista masculino, Alberto, un personaje vacilante, contradictorio, que va creciendo emocionalmente en el transcurso de las cuatro temporadas, lo cual le permite al actor mostrar su amplio registro interpretativo.
Paula Echevarría hace de Ana, un personaje suave, elegante, discreto y tan bien interpretado por la actriz, que nos convence de estar en presencia de una joven obrera de los cincuenta. Su hermoso rostro, su saber estar y su perfecta dicción, redondean la interpretación de la Echevarría.
El veterano José Sacristán interpreta en Velvet a don Emilio, el tío de Ana y su único pariente. Es este un personaje que crece todo el tiempo desde la dramaturgia y el legendario actor entiende esa progresión. Su don Emilio es un hombre recto, austero, pero con una muy bien regulada dosis de humor que le garantizan colores interpretativos increíbles y una gran empatía con el público.
Pero en toda gran historia tiene que haber de igual forma una gran villana, y este es el caso de Cristina Otegui, el personaje interpretado por Manuela Velasco. Lo interesante de Cristina es que comienza siendo una cosa y termina transformándose en algo completamente opuesto para el bien de la dramaturgia general de la obra. Su Cristina pasa por muchos estados emocionales: es un ser humano que ama intensamente a un hombre, y que en ese amor se le va la vida y su cordura. La sustancia del rol es tanta, que por momentos el espectador llega a empatizar con él, a entenderlo y a compadecerse de su desgracia.
Pares románticos como los interpretados por Marta Hazas y Javier Rey (Clara y Mateo) o Los de Cecilia Freire y Adrián Lastra (Rita y Pedro), hacen descansar un poco desde el humor y la ternura, al público, de los terribles desencuentros que sufren los protagonistas. Los cuatros actores en sus respectivos duetos, sueltan chispas de tanta química y eficacia histriónica que desprenden.
De cierta forma, con la puesta de Velvet en el horario de las dos de la tarde, Cubavisión ha rescatado aquel espacio de telenovelas foráneas que eran ofrecidas en la etapa veraniega; algo que por mucho tiempo sirvió como aliciente para las familias cubanas que a esa hora compartían tal franja horaria para sufrir y soñar al mismo tiempo que los protagonistas de las historias. Con esta serie española, eso ha vuelto a suceder y en parte, el verano en TV de los cubanos ha cobrado otro sentido.
Ojalá siempre Cubavisión y su programación vespertina contara con producciones tan bien logradas y atrayentes como Velvet; ojalá nuestros guionistas, realizadores, productores y cualquier otro artífice audiovisual tuvieran en cuenta el impacto popular de este producto para realizar los nuestros; ojalá le perdamos el miedo a las producciones de época, pese a lo difícil que son de llevar a cabo, y entendamos de una vez lo importante de volver al pasado para construir un mejor futuro.