Edgar Dávila asevera que la mayoría de los musicalizadores llegan a la profesión después de vagar, sin definir qué hacer con sus vidas. Al menos es la experiencia de los colegas que conoce. La feliz coincidencia con esta especialidad, los introduce en un gremio unido, de competencia y constante superación. Esa es su historia y así la cuenta.

¿Cómo te acercaste al mundo de la musicalización?

“Después de intentar la carrera de Matemática en la Universidad de La Habana y abandonarla, entré en 1993 a un curso de realizador de sonido de un año, en el que descubrí los colores de las voces, la física del sonido y otras materias que me hicieron darme cuenta de qué era lo que quería hacer. Al terminar esos estudios, comencé a laborar en Radio Ciudad de La Habana.

“Esa emisora me permitió trabajar en vivo, ver cómo editaban Marcos Castillo y Jaimito Almiral. Se establecía una sana competencia entre los editores y aprendí de ese ambiente, adquirí destreza, rapidez y conocimientos, trabajando en grabadoras de cinta. Pude grabar grupos musicales como Paisaje con Río y hacer experimentos sonoros”.

¿Qué vino después de Radio Ciudad?

“Comencé otros cursos en los años 90, que duraban dos años. El curso de Efectos Sonoros con Orlando Hernández Rivero, me formó como profesional. Él hace que tu cabeza empiece a sonar y parte de que no puedes construir nada sí tus referentes no están bien claros. Te enseña el trabajo con las escalas, cómo suena el micro y el macro mundo, a partir de deconstruir el instante del sonido. Ese conocimiento lo trasladé a la musicalización y los sumé a los conocimientos que recibí de Iván Pérez.

“Por eso es que abogo por que los estudiantes asimilen todas las especialidades pues en el estudio, el mundo del efectista y el del musicalizador se complementan y eso hoy no está sucediendo, lo que afecta la realización radial. La efectividad la aprecias cuando el sonido de la obra resulta orgánico, inadvertido para el oyente, cuando logras expresar la correlación de todos los elementos sonoros utilizados. Gracias al Premio Nacional de Radio Iván Pérez, pude hacer mi primera serie en Radio Progreso. Esa oportunidad me ayudó a vencer los temores iniciales que enfrentan los musicalizadores, cuando se estrenan en los dramatizados”.

A continuación de esa serie, comenzaste en Radio Arte, ¿cómo sobrellevaste esos temores?

“Esos miedos pueden durar dos o tres años porque hay que asimilar la dramaturgia de los programas, los fallos, la negativa de propuestas por parte de los directores. Es una vivencia generalizada en la profesión. Los directores exigentes te elevan la parada y resulta muy agradecido porque aprendes cómo hacer el trabajo”.

Cuéntanos algunos de los secretos que aprendiste

“Interioricé que hacer el programa correcto es lo mínimo que se espera, pero la meta es elevar el guion, aunque esté mal escrito. La musicalización es una especialidad de mucha evolución, auto exigencia. Hay que observar y escuchar la vida que nos rodea, la curva dramática es muy difícil reproducirla, sí no tienes referentes”.

La CBU (Caribbean Broadcasting Union), te ha distinguido con una Mención especial y 3 Premios por tu labor radial, además recibiste 3 Gran Premio en los Festivales Nacionales de Radio, sumados a otros premios y reconocimientos. Fuiste premiado en 17 ocasiones en los concursos Caracol de la UNEAC con producciones realizadas en Radio Arte, además de otros premios en concursos provinciales, ¿cómo lo has logrado?

“Aprendí mucho de los musicalizadores Silvio Hernández Laborí y Luis Felipe Martínez, este último, aunque estaba retirado, me aconsejó mucho. Una vez me dijo: “Recuerda que efecto prolongado deja de ser efecto, la historia lleva implícito el tiempo dramático”. Trabajé mucho con la directora Isabel Aida Rodríguez, la cual sabía homogeneizar, sonoramente, todas las especialidades. Silvio Hernández Laborí, como director, me planteó grandes exigencias y, sentados en la mesa de la fonoteca, me trasmitió muchas enseñanzas. Aprendí que la musicalización es una especialidad de colectivo, que se basa en el diálogo”.

¿Qué actores te impactaron por sus interpretaciones en la radio?

“Aurora Pita, Magali Alou, Magui Castro y Bernardito Menéndez”.

¿Cómo comienzas en el audiovisual?

“Ya terminados los estudios en la FAMCA, comencé a trabajar paralelamente en Radio Arte, en los estudios de animación del ICRT, desde el 2009 hasta el 2016, y por esa labor, obtuve premios de la Asociación de Comunicadores, el Festival de Radio y Televisión (Cuba) y los Espiral, Lucas, Diva, de la Muestra Joven del ICAIC, Almacén de la Imágen y del Festival Cineclub Cubanacán”.

¿Qué puedes contarnos de tu experiencia en el video clip?

“Hay piezas de video clip que requieren sonidos que la canción tema no incluye. Ese fue el caso de No me digas que no, interpretado por Raúl Paz y el Misha. Los videos clip Ven Ven y No me digas que no, resultaron Nominados a los Premios Lucas y el ultimo mencionado ganó Premio en ese concurso. Además, el video clip Ortodecimante, ganó Premio Cubadisco, en 2015”.

¿Cómo diferencias la musicalización en radio y televisión?

“La visualidad une a todos los medios para contar la historia, para lograr esa visualidad yo me valgo del sonido. En la radio debes construir el contexto sonoro de la historia para el oyente, tienes más libertad, pero no puedes abarrotar la obra de sonidos.

“En televisión, la musicalización debe traer al plano, lo que no está en la imagen, no debe reiterar la información visual pues ya existe un contexto. Busco mucho lo que no está en el plano, lo más profundo de los personajes, de la historia. En todos los medios, el musicalizador debe usar sus vivencias, al igual que lo hacen los actores, y ser selectivo con los patrones sonoros, que son aquellos que los espectadores identifican instantáneamente, como el sonido de una iglesia o del campo”.

Has trabajado en tres ocasiones con el director Yoel Infante en dramatizados para televisión, ¿cómo ha sido esa experiencia?

“Excelente, tenemos muy buena comunicación y hablamos el mismo lenguaje. El incorpora los patrones sonoros y visuales que conforman nuestra cultura y hace de eso un gran concierto”.

¿Cuál es tu manera de asumir la realización dramatizada en televisión?

“Prefiero estar presente desde el inicio del proceso creativo porque creo que todas las especialidades realizamos un trabajo de complementación. Busco recrear la historia y las emociones desde el sonido. Al sumarme al proyecto Silencio, de Yoel Infante, me senté con el grabador de audio directo y con el compositor de la música, a pedirles determinadas cosas, que después se integraron a la banda sonora. Me gusta mucho trabajar los silencios como alto contraste pues acentúan el vacío emocional. He realizado otros trabajos en TV que han resultado premiados como el documental Contando con Onelio y la serie LCB (La Otra Guerra).

¿En qué producciones cinematográficas has participado?

“Tres películas con la directora venezolana Carla Forte y varios cortos de ficción para cine, con diferentes directores”.

¿Cuál es la diferencia al realizar el sonido, entre el cine y la televisión?

“El cine permite mayor contraste sonoro, posibilita apreciar desde los pianissimo hasta los forte. En televisión, estos sonidos se pierden y el espectador deja de apreciar parte de la banda sonora y del contenido en general. En ocasiones hemos tenido que desechar ideas en TV, por esas limitaciones”.

Desde hace años conformas un dúo de trabajo con el ingeniero de sonido Félix Riera, ¿cómo comparten el trabajo?

“Diseñamos la banda sonora juntos, él trabaja las voces, su coloración y yo hago el montaje, los foley (efectos personalizados dentro del estudio)”.

¿Puedes referirte a las producciones cinematográficas en las que se han involucrado Riera y tú?

“El cortometraje de ficción Las señoritas de Avigñon, con el que obtuvimos el Premio Vitral a la banda sonora y otro corto Sonidos del amanecer, que también resultó premiado. Recibimos Premio Coral de Postproducción del 37 Festival por el largometraje de ficción Sharing Stella (2015) y Premio colateral en el 38 Festival (2016).  En el Festival Ventana Sur, de Argentina, obtuvimos en 2016 el Premio NMF Color Front y Mención especial de HD, Argentina, al largometraje Las chambelonas. Los largos de ficción Conejo, Hysteria y La defensa del dragón, nos han dado muchas satisfacciones, por su presencia y premios en varios festivales internacionales”.

¿En qué proyecto trabajan ahora?

“Estamos en los puntos finales de mezcla de la película de ficción La Caja negra, dirigida por Enrique Álvarez, sobre el tema de La Coubre. Cuenta la historia desde el barco, la explosión, el drama humano y los primeros dos años de la Revolución. Se utiliza mucho material de archivo, filmado en 16 mm y tuvimos que aportarle y reconstruir sonido. Más que música, necesitábamos atmósferas. Tuvimos que eliminar música que sobraba, el sonido es como un vaso de agua, tiene un límite, si rebozas el vaso, o sea la banda sonora, se produce la homofonía. Por eso es necesaria la dosificación de los elementos sonoros en función dramática.

“El director propone una inmersión en el hecho, por lo que la banda sonora pretende recobrar el contexto brutal de lo que sucedió y el marco histórico. Es una propuesta con un punto de vista muy profundo, que no se ha tratado, propone un diálogo y le habla a los jóvenes de hoy”.

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