(Gaspar Pumarejo)

 Cuando en la década del 30 las ondas radiales de la CMQ de Monte y Prado lanzaban al aire el Periódico de la palabra nadie podía imaginar que quien iniciaba el noticiero radiofónico con la frase de “Aló, aló, aquí el periódico de la palabra” –con un marcado defecto en el habla, además- habría de convertirse años después en el fundador de la televisión en Cuba.

Gaspar Pumarejo había dejado atrás su Santander natal para unirse al flujo de españoles que emigraban a América en busca de nuevos horizontes. Corría el año de 1921 y el pequeño santanderino de tan solo 8 años  pisaba suelo cubano en compañía de su familia con la ilusión de cambiar su destino en el nuevo mundo. En La Habana estudiaría y comenzaría su vida laboral como dependiente de comercio en Humara y Lastra un conocido almacén de la entonces populosa calle Muralla. Su empaque de joven correcto, de rostro agradable y pelo engominado, lo llevaría a abrirse paso de inmediato en el mundo de los negocios. Nadie sabe cómo el atinado vendedor se convertía, de la noche a la mañana, en el representante exclusivo en Cuba de la RCA – Víctor. Lo que sí se sabe es que aquella representación le abrió las puertas de la radio. Primero fue en Radio Salas, donde se presentó como cantante de tangos y animador. Luego daría el salto a la CMQ de Gambó y Gabriel en la que inauguró el Periódico de la Palabra. Ingenioso como era, Pumarejo creó un noticiario radiofónico cuya única inversión consistía en comprar los periódicos que circulaban en la capital. Lo que hacía era seleccionar noticias y leerlas ante los micrófonos de la que años después sería la principal cadena de la radiofonía cubana. Llegó a ser el presentador de “La Fiesta Radial del Jabón Candado” el más importante show radiofónico del mediodía.

En 1943, cuando los Mestre adquirieron todas las acciones del Circuito CMQ, lo nombraron jefe de programación de su emisora.  Ya había dirigido la esfera radial en la empresa de publicidad que los exitosos hermanos  regenteaban bajo el nombre de Mestre Godoy y Compañía. Ahora la relación de trabajo y amistad iría viento en popa. Fue Pumarejo quien sugirió a los magnates del mayor emporio radiofónico cubano de entonces la creación de Radio Reloj que salió al aire en julio de 1947. Unos meses después, sin embargo, el encanto se rompería: el joven emprendedor santanderino no sería designado para ocupar ningún cargo cuando la cadena CMQ se mudaba para su flamante edificio de la calle 23.

Por lo que se sabe Pumarejo no fue echado de la poderosa empresa. Quizás medió alguna explicación, pero nadie tiene la certeza de ello. Algunos contaban que la causa de la ruptura fue que el presentador, animador, productor y directivo se agenció de buenas cuotas de dinero sustraídas de las arcas de los Mestre y lo hizo tan bien que no pudieron emprender contra él ningún tipo de acción judicial.

Lo cierto es que aquel hombre de 34 años se marchó de CMQ por decisión propia,  salió a la calle a ganar la pelea y unos meses después de la ruptura con los Mestre inauguraba su propia planta radiofónica: Unión Radio.

El nuevo intento andaba por los caminos del fracaso cuando los Mestre anuncian que en el término de tres años inaugurarían la televisión en Cuba. Corría el año de 1949. Pumarejo se puso en contacto con la RCA – Víctor que le prometió equipos de uso en buen estado y a un buen precio; acudió a su amigo Amadeo Barletta que se constituyó en un socio mayoritario y prometió a Cuba traerle la TV en apenas un año.

Detrás de toda esta historia hay hilos no tan ocultos que sería bueno explorar. Los Mestre nunca se complicaron en tramas oscuras para sacar adelante sus negocios. Cuidaban la imagen de buena familia que los caracterizaba. Acudían a estrategias, claro está, en las que no siempre primaban los escrúpulos. Pero no se aliaban a entidades de marcado carácter delictivo. Pumarejo se había vinculado a Amadeo Barletta, un italiano casado con una dominicana que había estado liado a Mussolini. Tan aliado había estado que en una ocasión el déspota facista italiano amenazó a Trujillo con enviar un acorazado y una flotilla de buques a rescatar a su compinche,  preso en ese momento por conspirar contra el despiadado dictador dominicano. Es obvio que entre Barletta y los Mestre no existía una buena relación y que Pumarejo se apoyó en el poderoso italo – dominicano para  inaugurar la televisión en Cuba y asestar un golpe de efecto a sus odiados contrincantes

La televisión se inauguró el 24 de octubre de 1950 en el palacete de los suegros de Pumarejo situado justo en Mazón y San Miguel. El éxito no coronó la empresa del empecinado español que se vio obligado a vender su canal de televisión poco después de que los Mestre arremetieran con mejor imagen, mejor programación y mejores elencos.

Pero no se amilanó el santanderino. Acudió de nuevo a Barletta quien le alquiló en el Canal 2 –empresa de su propiedad-  espacios para que hiciera de las suyas con su Escuela de Televisión, su Hogar Club, Pumarejo y sus amigos y otros programas en los que puso de manifiesto sus dotes como anunciante con su célebre chori pan (chorizo con pan, por supuesto) que degustaba ante las cámaras. En 1958 inauguraba el canal 12 de televisión, una reproductora de filmes y materiales enlatados a color. De este modo traía a Cuba, también,  la televisión a color.

El primero de enero del 59 la suerte del exitoso empresario se torció. Con el triunfo revolucionario se descubrió que había vendido las acciones que poseía en Cadena Azul a Fulgencio Batista a un precio irrisorio y que la propietaria real del canal 12 de TV a color era Marta Fernández Miranda de Batista. Esta vez no podía acudir a Barletta, que había escapado a Dominicana un poco después –o quizás antes- que el dictador depuesto.  No obstante intentó permanecer en la isla al frente de sus negocios hasta que se convenció de que era imposible.

Después de su salida de Cuba se le ubica fundamentalmente en Puerto Rico, donde hizo contribuciones sustanciales al desarrollo de la televisión. Hoy  su nombre aparece entre los de quienes propiciaron el desarrollo de la TV hispana en Estados Unidos. En la isla maravillosa falleció, a los 59 años.

Con toda su carga de improvisación y de otros defectos aún peores, Gaspar Pumarejo inauguró la Televisión en Cuba, hizo –además- una programación televisiva comercial con determinados valores en los cánones de lo mediático empresarial, influyó en el desarrollo del arte televisivo nacional y dejó su huella fundacional en la historia de los medios de comunicación masiva en nuestro país.

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