Grandes retos impuso el modelo de servicio público en el acceso y usos de tecnologías, la reconversión de contenidos y formatos, la preparación de capital artístico y técnico

La descontextualización histórica, la visión economicista o la excesiva modestia en el análisis de la historia de la radiodifusión cubana, han limitado la  valoración de las reales dimensiones de esta importante zona de nuestro patrimonio cultural, comunicativo y simbólico, además de afianzar una visión reduccionista que refuerza el desconocimiento de sucesos y aportes transcendentes en nuestro devenir social.

Las peculiaridades del tránsito de la radiodifusión con fines comerciales  cubana -operada íntegramente por empresas privadas- al modelo de radiodifusión de servicio público -gestionado absolutamente por el Estado- ilustran ampliamente este fenómeno:

Para diciembre de 1958 nuestro sistema televisivo1 era predominantemente habanero2 y tres cadenas de microondas de variados fabricantes, potencia, cobertura y tecnología norteñas, se extendían paulatinamente hacia el interior de nuestra geografía.

En menos de un decenio, sus fortalezas como sistema descansaban en la pujanza de la sinergia entre actores-agentes sociales especializados en la investigación y comunicación aplicada a los medios de comunicación, las nuevas tecnologías y una oferta audiovisual donde destacaban los dramatizados, los musicales, los deportes y la información. Muchos de sus especialistas, técnicos, artistas -y hasta empresas- participaron directamente en la fundación de las primeras plantas en Venezuela, Colombia y Puerto Rico.

Así Cuba mantuvo el liderazgo mediático, comunicativo, simbólico y mercantil en Iberoamérica.

En 1959 el Gobierno Revolucionario provisional intervino las empresas del sector donde fue demostrada la participación accionaria de funcionarios, familiares o personeros de la dictadura de Fulgencio Batista.

Las expropiaciones estatales del sistema continuaron por etapas -mediante diversas fórmulas- hasta octubre de 1960; respondiendo a las coyunturas diversas de un entorno marcado por su vertiginosa dinámica política y económica.  

En el primer semestre de 1962 se funda el Instituto Cubano de Radiodifusión,  donde se integran la radio y la televisión. Ya el Estado poseía la propiedad de los medios de producción y asumía la producción, operación, difusión de contenidos y señales radiales-televisivas y el financiamiento integral.

Restaba ejecutar a corto, mediano y largo plazo el modelo de radiodifusión con fines de servicio público, pero del dicho al hecho mediaría mucho trecho. Diversos hechos históricos del país elevaron exponencialmente las complejidades de esta misión: 

Tras las primeras amenazas a nuestra economía, en marzo de 1961, Estados Unidos declara oficialmente el bloqueo financiero y mercantil a Cuba -aún vigente- y con ello se pierde la opción de reponer piezas de repuesto o substituir  paulatinamente una infraestructura de gran obsolescencia.

Ese mismo año, en el entierro de las víctimas del vapor La Coubre, saboteado en el puerto habanero, Fidel declara el carácter socialista del proceso revolucionario.      

Mientras, el Estado se reponía del mayúsculo desfalco realizado por el dictador en su huida y afrontaba una monumental deuda social, nuestro  sector carecía de los recursos financieros para su renovación tecnológica total en otro país. Por mucho tiempo la inventiva y la genialidad de nuestros técnicos e ingenieros mantuvieron la señal al aire, práctica que aún pervive y merece el reconocimiento especial de la institución y de nuestro pueblo.3

La tecnología -dispersa y diversa- a reordenar en los nuevos objetivos de la red nacional se concentraban en las capitales de las cinco monumentales provincias con mayor poder adquisitivo, excluyendo zonas recónditas y de silencio electrónico,  generadas por accidentes geográficos.

La expansión se complejizaba extraordinariamente por la forma alargada y estrecha de nuestra geografía, la disparidad de los sistemas instalados y la tradicional orientación unidireccional de las antenas de entonces. Todavía en enero de 1959, de las tres cadenas de microondas existentes, solo la del Canal 2 -Telemundo- podía emitir también en sentido inverso hacia La Habana y para ello, solo desde la provincia de Villa Clara.

En el propósito de expandir esas redes hacia las zonas más orientales y occidentales del país, hubo también mártires. En 1967, mientras supervisaban la instalación del transmisor de televisión en la zona de Baracoa, en Guantánamo, fallecieron por la crecida de un río, el chofer del grupo, Marcos Bhemaras -famoso guionista, director de programas de radio y televisión y de radioemisoras, entonces máximo ejecutivo televisivo a nivel nacional- y Enrique Iñigo, destacado locutor y director de programas radiales y televisivos.  

Al reto tecnológico se sumó el económico: la mayoría de los proyectos de la televisión comercial se financiaban con la renta de estudios-foros-televisivos, equipamientos, operarios y especialistas, y de los espacios de programación donde se emitían anuncios comerciales o acciones comunicativas desplegadas por los anunciantes de las  marcas foráneas y nacionales.

La menor parte de estos programas de variados géneros y formatos eran realizados totalmente por las televisoras. La mayoría provenían de productoras audiovisuales independientes a los medios de comunicación -Escuela de Televisión, Televisa y una vasta red de pequeños negocios que creaban anuncios y cortos- o los  poderosos Departamentos de radio y televisión de  jaboneras norteamericanas con rostro cubano como Crusellas y Sabates; que rentaban espacios televisivos para difundir sus proyectos y contrataban en exclusiva a su propio talento artístico.

El sistema mediático mantenía íntimas y eficientes relaciones sinérgicas -financieras, productivas, comunicativas y simbólicas- con estos actores sociales, con la prensa escrita, el espectáculo y la publicidad. Pero muy pronto todo cambiaria.

Las masivas nacionalizaciones de las empresas extranjeras radicadas en Cuba -en su mayoría norteamericanas- entre 1959 y 1961, precedieron la estatalización integral de todos los negocios privados nacionales y conmovieron el sistema financiero-comunicativo de la radiodifusión.

Durante el primer trimestre de 1961 -tras una prueba de un día sin publicidad comercial en la radio y la televisión- se suspendió totalmente la difusión de mensajes de comunicación con fines mercantiles y otras acciones comunicativas que sustentaban la gestión de estos soportes tecnológicos. Cuando los patrocinadores de comunicación comercial dejaron de  financiar a los medios de comunicación, el sistema establecido se derrumbó y el Estado asumió este rol. 4

El novedoso sistema de radiodifusión de servicio público cubano enfrentó, entre tantos retos, la formación acelerada de artistas para suplir una importante y súbita fuga de talentos y la reconversión de los contenidos y formatos en función de los nuevos objetivos mediáticos y de las transformaciones incesantes de nuestra sociedad.

Pero esas son otras historias.

Notas:

[1] El Canal 11 solo duró un semestre. Aunque poseían diversas trascendencias, en nuestra capital coexistían las señales de los canales siguientes: 2, 4, 6, 7, 10 y 12. El 2, 4, y 6 tenían cadenas de microondas que expandían sus señales hacia el resto de las provincias. La excepción era Pinar del Río: las más rural y de menor poder adquisitivo.   

2 La única planta de televisión con fines comerciales que operó fuera de La Habana -capital, empresa y ejecutivos de otra provincia-  fue TV Camagüey.

3 A mediados de los años setenta del siglo pasado ingresan las primeras cámaras portátiles y máquinas de video tape japonesas a nuestra televisión. El proceso fue lento y arduo.

4 El proceso culminó con la Ofensiva Revolucionaria -marzo de 1968- cuando el Estado asimila los pequeños negocios de propiedad individual y familiar.

  

 

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