El período gubernamental revolucionario, iniciado en enero de 1959, muy pronto demostró que era mucho más que un cambio de hombres.

Las legislaciones y normativas del Gobierno Revolucionario provisional generaron transformaciones raigales en los niveles estructurales y en los imaginarios colectivos de nuestra sociedad, y surgen nuevos paradigmas comunicativos, sociales,  ideológicos y políticos.

Así, lo que conocemos como Revolución se erige en uno de los más trascendentes fenómenos culturales nacionales acaecidos, fundamentalmente, en el primer trienio de la Revolución:

Desde el 8 de enero de 1959, el sistema electrónico privado radicado en La Habana[1] forjó una alianza sin precedentes entre empresas rivales que  competían por el mercado publicitario-mediático, al informar el mare magnum de noticias vinculadas a la toma del poder de los rebeldes y los sucesivos acontecimientos.

Su primera expresión fue la cobertura al arribo de La caravana de la libertad, a la capital, encabezada por Fidel Castro Ruz;[2] generadora de una difusión televisiva directa al aire – ininterrumpida- superior a las sesenta horas.  En lo adelante, muchas serían las transformaciones:

Cuando  el propio 8 de enero, Fidel compareció por vez primera ante el pueblo de Cuba en ANTE LA PRENSA, de la cadena nacional Canal 6, CMQ TV instaura la práctica mediática de superar todos los registros conocidos de permanencia ante las cámaras televisivas y sus consecuentes índices de audiencias.

Así comienza una intensa estrategia comunicativa que proyecta hacia toda la sociedad  el programa político gubernamental  y otra visión de la realidad.

Desde 1959, el suceso que significa la Revolución impacta en los contenidos de los más diversos géneros y formatos de la programación de las radioemisoras-televisoras comerciales pertenecientes al capital privado. 

Al comprobarse paulatinamente que la participación accionaria del dictador Fulgencio Batista, sus familiares y numerosos allegados, abarcaba multitud de empresas, surge el Ministerio de recuperación de bienes malversados. [3] 

La transferencia al Estado del sector mediático no fue una acción única,  homogénea y compacta. Este proceso fue desencadenado por ciertos hechos históricos y los imprevistos propios de los dinámicos y convulsos cambios acaecidos en una sociedad revolucionada hasta su médula.

Las primeras emisoras radiales y televisivas se intervinieron al comprobarse la participación en ellas de familiares o personas del régimen. Cuando este proceso abarcó todo el sector, la propiedad privada devino  estatal, y el modelo de radiodifusión con fines mercantiles se convirtió en servicio público.  

La estatalización de los negocios del sector privado y la nacionalización de las empresas extranjeras radicadas en el país,  conmocionaron a los medios de comunicación[4] que, junto a la publicidad, centraban la gestión de nuestra singular Industria Cultural.

El impacto de estas transformaciones fue épico. Nuestra radiodifusión sustentaba su gestión cotidiana en las alianzas financieras, laborales y simbólicas con los productores de bienes de consumo o servicios y  las agencias de comunicación integral cubanas o foráneas.

Aunque muchos de sus patrocinadores eran importantes productoras y agencias cubanas, unas pocas filiales nacionales de consorcios norteños concentraban la mayoría de la gestión económica, el patrocinio radial-televisivo y la creatividad de sus programas. Ejemplos: Crusellas, Sabatés[5], RCA Victor [6] y General Electric.[7] 

A fines de febrero de 1961, la suspensión definitiva de la emisión de  mensajes comerciales en la programación radial-televisiva dio el tiro de gracia a este sistema comunicativo-financiero-simbólico.  

La instauración de la radiodifusión de servicio público generó una raigal revolución ideológica-cultural en los ámbitos mediáticos, simbólicos, comunicativos y comerciales de toda la nación; de la cual falta mucho por investigar.

 

 

[1]Incluso los de cobertura nacional.

[2] Líder del Movimiento 26 de julio, organización que jugó un rol decisivo en el derrocamiento de Fulgencio Batista.  

[3]Accionista directo o indirecto en más de 70 empresas, entre ellas algunas de la prensa plana, la radio y la televisión.

[4] En la Cuba de 1959,  muchos creían que la Revolución no duraría mucho tiempo. Por ello, muchos propietarios salieron del país sin proponerse una emigración definitiva. De golpe y porrazo, el Estado enfrentó el pago de nóminas con salarios gigantescos a artistas  exclusivos, contratados por estas entidades.  

[5]  Crusellas -subsidiaria de Colgate-Palmolive Peet- y Sabates -de Procter and Gamble-. 

[6] La importadora cubana Humara y Lastra -accionista en  numerosas televisoras cubanas- la representaba en Cuba.

[7]  Compartiendo con numerosos anunciantes de ambas naciones. 

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