Qué difícil se hace escribir sobre una persona, de la que tanto se ha hablado no sólo en Cuba sino en el mundo. Ese universo que ella logró Rosita Fornes con su gato Pablito. La vedette de Cuba recibió recientemente un premio internacionalconquistar con talento, versatilidad y eso que según ella me dijo un día, llaman ángel, ---porque siempre al verla en un escenario, a través de la pantalla o personalmente, le caía bien a la gente.---

Por eso, y lo confieso con mucha humildad, me atreveré a expresar mis sentimientos, sobre esta persona, sin cuyo nombre sería imposible escribir aunque fuese una sola cuartilla, de la rica y prominente historia de la radio y la televisión en Cuba.

Insoslayable decir aquí, con la síntesis a que nos obliga el espacio, de sus méritos artísticos, desde que debutó, con  sólo 15 años, el 12 de septiembre de 1938 en la Corte Suprema del Arte, histórico programa que animaba José Antonio Alonso, en la CMQ Radio, la primitiva de Monte y Prado, con aquella milonga La hija de Juan Simón que le acompañó a la guitarra el andaluz Manolo Tirado.


Pero ante todo siento la necesidad de compartir ese sentimiento que va más allá de la admiración que todos hemos experimentado por la estrella esplendente y es su fraternidad, su sencillez, su sensibilidad hacia los problemas de sus compañeros y amigos, su afán siempre de acudir y prestar su ayuda. No son pocos los que hemos sentido ese apoyo en momentos de extrema gravedad, incluso de nuestra vida.

Por eso este trabajo lo titulé así Sencillamente Rosita.

Después, de debutar en grande en la Corte Suprema del Arte, vendría su éxito total, primero en la radio. La hora ibérica de la COCO y La galería de la fama de CMQ, la tuvieron como animadora y cantante, en los primeros años de la década de los 40.

Con solo 16 años, se presentó en el Teatro de la Comedia con la obra El asombro de Damasco. Es precisamente con el emigrado español Antonio Palacios, su padre espiritual como siempre ha dicho, que comenzaría a hacer zarzuelas y operetas. Allí la descubrió el maestro Ernesto Lecuona y la incluyó en sus presentaciones.

Rosita Fornés, después de ofrecer su arte en la radio y en el teatro en Cuba viajó a México en 1945, donde desbordó su talento, también en la Radio, el Teatro, la Televisión y en el Cine. Actuó en más de 15 películas, al lado de las grandes figuras en lo que se dio en llamar la época de oro del Cine Mexicano. Allí fue reconocida con cuanta razón como la Vedette, no solo de México, sino de América.

En 1947, visitó los Estados Unidos, debutando en el Teatro Madison de Los Ángeles. Recorrió además San Francisco, San Diego, San Antonio y Texas. Después se presentaría en los principales escenarios de Venezuela, entre otros países.

Es verdad que Rosita no está en Cuba cuando se inauguró la televisión con la salida al aire primero del canal 4 Unión Radio Televisión de los Pumarejo  y en menos de dos meses, el 6 CMQ Televisión de los Mestre. Pero quién podría negar que conquistó también la pantalla cubana, desde abril de 1952 cuando debutó en la opereta La casta Susana, bajo la dirección musical del maestro Gonzalo Roíg y nuevamente reunida con Antonio Palacios, que la había guiado en sus primeros pasos por el escenario de un teatro; Miguel de Grandy, Maruja González y los hermanos Martínez Casado. Esta aparición  se produjo en el programa Gran Teatro Esso de CMQ Televisión.  Allí conoció a Armando Bianchi, con quién uniría su vida durante 28 años, hasta que un fatal accidente quebró la existencia de uno de los más brillantes actores cubanos. A partir de ese día, Rosita, sería, ya para siempre, uno de los principales rostros de la Televisión Cubana.

Rápidamente sus programas fijos se convertían en estelares, tales como Video-Revista La Corona, La canción cuenta su historia y Mi esposo favorito” que dirigió otro grande del espectáculo Joaquín M. Condall, -inspirado en la comedia estadounidense I love Lucy- el que se mantendría por varios años al aire, siempre unida a su compañero Armando Bianchi.

Con tanta razón a sólo un año de debutar en la Televisión Cubana, son elegidos Miss y Mister Televisión en 1953.

Además ofreció su arte a programas estelares como Un romance cada jueves (teatro), Jueves de Partagás, Cabaret Regalías y Festival RCA Víctor (musicales). Por esta época -recibió consecutivamente por varios años- el “Premio a la mejor vedette del año”, otorgado por la ACRI (Asociación de la Critica Radial e Impresa), el “Gran Premio Avellaneda” en la categoría Artista Versátil; y también el Trofeo PANART.

En 1957 parte junto a Bianchi hacia España, allí debutarían en el Teatro Cómico de Barcelona con la revista Linda Misterio, con música de Augusto Algueró. Posteriormente en el Teatro Madrid de la capital, causó sensación en la comedia musical Los siete pecados capitales, de Algueró y Montorio, donde encarnó siete personajes distintos. En el Teatro Calderón harían Pan, amor y la Gran Vida (Romero Marchend); después en el Teatro Alcázar de la calle de Alcalá estrenaría Tócame Roque (Múñoz Román) y por último regresó al Teatro Calderón con la revista Siete novias para mi solo. En febrero de 1959 decidieron regresar a Cuba, dejando atrás un contrato por cinco años con Múñoz Román y un gran éxito logrado después de casi dos años de trabajo.

Además del Teatro y los grandes espectáculos, regresó a Cuba, para llenar de luz la pantalla de la Televisión en programas como Viernes de Gala, donde presentaría gran cantidad de las operetas y zarzuelas, que ya habían sido éxitos absolutos en otros escenarios en Cuba y en el exterior.

También se le recuerda en programas exitosos como Desfile de la alegría”, “Su noche favorita”, “De repente en TV”, “En orbita con la alegría” y “Cita con Rosita”. La Comedia del Domingo, espacio que Roberto Garrriga llevó a la pantalla del canal 6, la tuvo entre sus prin cipales figuras, alternándose cada domingo con Consuelito Vidal, Margarita Balboa y Maritza Rosales, para compartir el papel protagónico al lado de Eduardo Egea, hasta 1964, cuando falleció y es sustituido por Enrique Almirante.

Teatro en televisión la tuvo en primera fila. Entre las obras recordamos las versiones de El dulce pájaro de la juventud, Lucy Crown, La loba, Morena Clara, Delito en isla Las Cabras, El hombre de la piel de víbora, Los delfines, Filomena Marturano, Deseo bajo los olmos, El álbum, Mesas separadas, entre tantas obras.

Operetas, zarzuelas, comedias, revistas musicales, espectáculos musicales, novelas, cuentos y teatros en la televisión, la acogieron siempre, con aquella versatilidad, para asumir exquisitamente los diferentes géneros, tanto dramáticos, como humorísticos. Actuar, bailar y cantar, brillantemente. Para ella no existieron papeles grandes o pequeños, porque sabía magnificarlos. Su presencia ante la pequeña pantalla era símbolo de excelencia, belleza, y, simpatía. No creo que existan antecedentes de alguien capaz de aportar más a la Televisión Cubana desde disímiles especialidades artísticas, que ella, y lo digo con el mayor respeto, para todos los tiempos.

Rosita con la misma versatilidad, elegancia y familiaridad se mantiene aún, con sus 88 años, brindando su arte y su sonrisa sobre los escenarios y no sólo en Cuba.

Con los mayores reconocimientos del pueblo y del país, entre ellos: la orden Félix Varela de primer grado y los Premios Nacionales de Música, Televisión y Teatro, se unió en Febrero de 2011 la Orden al Mérito Civil por Edicto del Rey Juan Carlos I de España.

A pesar de la magnitud de su grandeza, ella estará siempre en el corazón con el sentimiento que va más allá de cualquier título honorífico y se le recordará como lo que es: Sencillamente Rosita.

 

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