Treinta fértiles años dedicados a la televisión, moviéndose entre espacios promocionales y culturales —estos últimos vinculados mayormente al cine y la música—, son pretextos más que suficientes para conversar con Jobana Bencomo: una unión de dulzura y rigor ante el switcher.
Esta locuaz comunicadora, referente en la realización de carteleras —espacios complejos por su dinámica e imprescindibles como medio informativo y divulgativo de lo que acontece en la televisión— nos acerca a su labor.
¿Cómo se concibió el espacio de Cartelera?
—La cartelera de televisión siempre existió. Al inicio era escrita, se hacía en postproducción y se transmitía sin locutor en off. En 1999, debido a los sucesos del regreso de Elián, la programación sufrió constantes variaciones por las mesas redondas y las comparecencias del propio Fidel, por lo que ese tipo de cartelera dejó de tener sentido. En ese momento existía el locutor de cabina, así que se decidió llevarle un guion para que lo dijera. Yo comencé a escribirlo; fui la primera guionista durante mucho tiempo.
Luego, el espacio se convirtió en un programa en off, dirigido por Suarito y producido por el Duque. En ese cambio no participé porque ya tenía compromisos como directora. Hasta que, hace poco más de quince años, me llamó Carlos Rojas —exdirector de Promoción y Propaganda del canal Cubavisión— para que asumiera la dirección de la cartelera. En ese entonces alternaban directores por semana, como Ana Vivian, Magda González, entre otros.
Con la entrada de Mileidys como directora de Cubavisión, quiso especializar las voces del espacio por horarios: matutino, vespertino y nocturno. Así que, de seis locutores, se aumentó otra tanda. Y así ha permanecido hasta hoy.
¿Cómo defines la Cartelera?
—El espacio siempre ha resultado complejo. Creo que esa es la mejor manera de definirlo, aunque mucha gente no lo valore. Comenzábamos a trabajar a las seis de la tarde en Promoción y Propaganda, y a veces nos daban las once de la noche y seguíamos allí. Entregábamos la cartelera de la noche y muchas veces corrimos con el casete para que saliera, debido a los constantes cambios.
No es fácil hacerla. Hemos contado con varios editores que no continúan porque piensan que es algo sencillo, sin tener en cuenta que se trata de ofrecer la información de todos los canales. Entregábamos la cartelera de la noche y nos quedábamos haciendo la de la madrugada, la mañana y la tarde. ¡Tremendo!
¿Cuál ha sido el mayor desafío del espacio?
—Sin duda, seguir informando en tiempos de pandemia. Como estábamos aislados, se me ocurrió la posibilidad de hacerla por WhatsApp. Ya había experimentado hacer promociones de esa manera, con la ayuda de los locutores que me enviaban el audio por esa vía.
Al principio, la dirección del canal tuvo dudas por la dinámica del espacio. Defendí la idea, nos dieron un voto de confianza y lo logramos. Aún la hacemos de esa manera. Se coloca el guion en el grupo, previamente revisado por Betty Albacosta —guionista histórica del espacio— y, por supuesto, por nuestros asesores. De ahí lo descargan los locutores, lo graban y lo reenvían al grupo.
La asesora y yo lo revisamos: yo desde el punto de vista de la intención y pronunciación, y ella se asegura de que coincida con el contenido. Una vez listo, el editor descarga los audios y monta el guion. Lo volvemos a revisar y, si hay algún error, le hago una captura de pantalla y se la reenvío con las correcciones. Cuando todo está en orden, damos luz verde para que lo convierta en formato MXF y, desde Promoción, se sube a Transmisiones. Esa es la dinámica.
Es un espacio desgastante porque estamos cuatro veces al día al aire, o sea, hacemos cuatro carteleras diarias todos los días, y tratamos de tener el menor número de errores posible, porque es un espacio de máxima teleaudiencia, una guía sobre qué ver.
Un error, una falta de ortografía, por ejemplo, y la gente llama. En el caso de las pronunciaciones, aunque esté permitido decirlas en español, no siempre el público lo asimila bien. Por eso procuramos enunciar los títulos en el idioma que corresponde. Esos son algunos de los muchos detalles que debemos cuidar.
¿Cómo es un día para la Cartelera?
—Bueno, en el grupo de WhatsApp nos damos los buenos días entre siete y ocho de la mañana, para confirmar que los locutores están listos. A la una de la tarde se coloca el guion, sobre las dos se graba y se inicia entonces el proceso de edición y revisión.
No obstante, hay que permanecer en el chat todo el tiempo, porque a veces, a las cinco de la tarde, llega un cambio y hay que arreglarlo. Para los locutores, esto se complica: si hay que regrabar, deben encontrar un sitio adecuado para hacerlo, ya que puede suceder que no estén en sus hogares. Es doblemente difícil, pero se logra.
La cartelera muestra una interrelación generacional importante. Cuéntanos de ello.
—Exactamente. En la cartelera confluyen locutores experimentados y otros muy jóvenes, y la interacción ha sido sumamente rica. Los primeros aportan su experiencia profesional en cuanto a locución en off, y los nuevos proponen maneras frescas de decir.
Hoy la televisión interactúa constantemente con las redes sociales, y eso trae consigo la aparición de términos que los veteranos a veces no conocen, mientras los jóvenes los asumen con naturalidad y los comparten con sus colegas. Te puedo asegurar que somos un colectivo muy unido; nos ayudamos y siempre estamos pendientes unos de otros.
En ese sentido, quisiera mencionar a una de esas voces experimentadas que, además, hoy asume la responsabilidad de asesora: Maritza Navarro, quien ha contribuido desde su sapiencia a esa interrelación de saberes, experiencias y coexistencias.
Con la experiencia vivida, ¿cómo defines la televisión en tu vida?
—Llevo treinta años en la televisión y creo haberle dedicado mis años más productivos. En ella soy guionista, editora y directora. He intervenido en muchos programas musicales; me place hacerlos, son mi pasión, aunque he dedicado más tiempo a la publicidad y la promoción, que también me satisfacen enormemente.
En el Canal Educativo pude hacer espacios vinculados al cine, como Rodando el musical, al aire desde 2012, la cartelera del ICAIC, y también Paréntesis, desde hace dos años. Hago la Teleguía, que es el programa promocional de ese canal; Grandes del pentagrama y Entre claves y corcheas, ambos proyectos de Noriega que dirigí. Llegué a hacer Encuentro, un espacio de música de concierto, y sigo presentando proyectos a la televisión, porque es lo que me gusta hacer.
Ahora con más calma —tengo más años (sonríe)—, pero con la satisfacción de que mi hija Aleida va por mi mismo camino. Es locutora, se acaba de graduar como directora y ya tiene su propio proyecto: las promociones del Canal Educativo. Eso me enorgullece porque veo que ha aprendido mucho de esta trayectoria mía, y eso es lo que queda: enseñar a los más jóvenes, como lo hizo la generación que nos antecedió.
Es común ver a Jobana recorrer los pasillos de 23 y M y del Canal Educativo con la seguridad de que el próximo día será más venturoso por la cantidad de posibilidades que abrirá. Esa contagiosa manera de apartar el dolor y convidar a vivir con intensidad puede ser la fórmula perfecta para que esta directora, aunque no deje oír su voz tras el switcher, permanezca, cuatro veces al día, ofreciéndonos —entre otras propuestas— su Cartelera.