“Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él, y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote; es preparar al hombre para la vida”. Así definía Martí la noble labor de enseñar, entendiendo al maestro como el forjador de las nuevas generaciones, los que han de seguir cultivando el conocimiento humano para que germine en obras bellas.

Tales consideraciones martianas y revolucionarias del papel del educador han rondado las inquietudes representacionales de nuestra televisión, que en más de una ocasión se ha acercado a la figura del maestro desde la gratitud, la honestidad y la ternura.

Quizás una de las aproximaciones más recordadas por nuestro pueblo referente al papel de los educadores en la formación de nuestros niños y jóvenes, sea la serie infanto-juvenil La semilla escondida. Anclada en las experiencias socioculturales reales del emblemático conjunto musical infantil Ismaelillo, La semilla… relataba la labor pedagógica de un maestro para incentivar a sus alumnos mediante las artes, a ser mejores estudiantes y seres humanos. La serie tuvo en su momento (1986) un índice de audiencia arrollador. La razón quizás de tal fenómeno, fuera la intención de dar caminos a nuestros educandos, en la noble tarea de entregar hombres y mujeres sensibles a la sociedad.

Casi una década después, una serie juvenil muy particular rompería los esquemas del género en Cuba, de disímiles maneras. Blanco y negro, ¡No!, abordaba las inquietudes y encontronazos sentimentales de una adolescente de séptimo grado y sus compañeros. Pero dentro de las subtramas de la serie, se destacaba aquella que nos presentaba a un profesor de Historia joven, con un sistema de enseñanza diferente, capaz de crear “ruido” en sus colegas de mayor experiencia. Héctor Noas interpretaba al inusual profesor de Historia y lo hacía consciente de la necesidad de mostrar nuevas formas de llegar a nuestros jóvenes, esos con demasiada prisa, negados a oír “muelas” y a obedecer.

En el año 2002, el destacado realizador Rudy Mora, traía a las pantallas cubanas Doble Juego, una serie arriesgada, polémica, que nuevamente se acercaba al universo juvenil y a los enfrentamientos generacionales entre profesores y alumnos. La inmensa actriz Eslinda Núñez interpretaba a Encarnación Coto, una austera profesora de Español-Literatura, que a su vez se involucraba de manera visceral en la vida de sus estudiantes de 9no grado. El personaje mostraba de manera descarnada el dilema de un profesor cubano defendiendo a toda costa su vocación, en detrimento muchas veces, de su estabilidad familiar.

Eslinda Núñez interpretó a Encarnación Coto, la profesora del grupo de adolescentes protagonistas de la serie Doble Juego, de Rudy Mora (Foto: Facebook).

Tuvieron que pasar algunos años, para volver a tener en nuestros dramatizados, a un maestro como protagonista absoluto de la trama. La oportunidad vino de la mano del prolijo guionista Amílcar Salatti y del realizador Alberto Luberta Martínez. Juntos hicieron posible Entrega, la telenovela de Manuel, un profesor de Historia desvinculado, que decide volver a las aulas, a pesar de que esto afecte su economía familiar y su relación amorosa. Las maneras de enseñar la Historia y su vínculo particular con los estudiantes generarán inquietudes y recelos en otros docentes, que no comprenden del todo el nivel de entrega de Manuel. La serie sirvió como termómetro para saber que opinaban los adolescentes sobre la manera en que les era mostrada la historia en sus escuelas y cómo hacerla más atractiva.

Pero con la transmisión de Entrega, se vio más evidenciada que nunca la necesidad de cuestionar y poner en su justo valor, la labor de los educadores cubanos. Por eso no fue extraño, que, en poco tiempo, la idea de una serie juvenil con una profesora de Español-Literatura de protagonista, rondara las cabezas de Magda González Grau y Amílcar Salatti. De este binomio creativo nació Calendario, una serie honesta, incisiva, pletórica de caminos por los cuales poder transitar. Así conocimos a Amalia, interpretada con todos los hierros por una eficiente Clarita García, que entendió que este personaje provenía de la ternura, la esperanza y la gratitud; esa gratitud hacia los encargados de iluminar la inocencia de nuestros niños y adolescentes.

La actriz Clarita García dio vida a Amalia, la profesora de Español – Literatura del 9no3 de la serie Calendario (Foto: Facebook).

Ahora que cada vez está más cerca el estreno de la segunda temporada de Calendario, es importante repensar cuan pertinente es darle voces a través de los medios, a los maestros cubanos; no convertirlos en seres irreales ni estatuas de mármol; entender las contradicciones, las incertidumbres, el temor que significa enseñar en tiempos de tanta información diseminada, y muchas veces inexacta.

Martí también dijo: “El maestro tiene que ir a aquellos que no pueden ir al maestro”. Por lo tanto, nuestra televisión tiene que seguir yendo a esas historias donde esté el maestro, donde suene su voz segura y la mano gentil acaricie: allá donde esté su luz, que es la luz de la enseñanza.

LO ÚLTIMO DEL SITIO

Plataforma WEB de la Televisión Cubana Copyright © | tv.cubana@icrt.cu  |  23 y M, Vedado | Código Postal 10200 | La Habana CUBA          

SIGUENOS

CARTELERA DE CANALES NACIONALES