Se multiplican hoy las felicitaciones porque Cuba respeta y admira a Marino Luzardo. El año pasado una larga ovación le emocionó al punto de casi impedirle presentar a la española Pasión Vega, en el matancero Teatro Sauto. El público respondió con efusividad a la sorpresiva aparición del rostro familiar y querido.
Esas muestras de amor se repiten en cualquier escenario, por cotidianos y sensibles que sean. Esta autora ha sido testigo de saludos efusivos y solicitudes de instantáneas en hospitales, oficinas de trámites, aeropuertos y hasta funerarias. Él siempre tiene una sonrisa cordial y accede agradecido, porque sabe que es el premio mayor a su entrega televisiva y radial de tantos años.
Marino es un hombre de pueblo, y no solo porque a el se deba, la esencia está en su origen, en los aprendizajes cívicos que recibiera en casa, con el ejemplo de su madre maestra y de su papá albañil jefe de obras de la construcción. En fecha reciente una llamada telefónica, desde Sagua de Tánamo en Holguín, lo conectó con la familia a la que su mamá alfabetizara siendo una niña. Ellos nunca la olvidaron y al leer en los créditos el segundo apellido del popular Luzardo: Badía, se dispusieron a corroborar la sospecha. Sorprendidos quedaron al oirle preguntar por cada familiar, mencionado sus nombres. Él había crecido escuchando sus historias campesinas. Les debe la visita y va a cumplirles. Anécdotas como esta le agradece al medio que lo lleva a diario hasta los hogares cubanos.
Muchas veces se ha declarado fiel oyente de la radio, a donde llegara primero para aprender de sus más altos exponentes. Atesora en su memoria centenares de las más hermosas letras de emblemáticas canciones del pentagrama nacional, es un excelente bailador, amigo a toda prueba y como buen cubano tiene su pícara dosis de humor que sabe conjugar con esa actitud caballerosa y varonil que lo distinguen.
Escribo estas letras sin que llegara a sospecharlo, me habría pedido que no lo hiciera. Él sabe valorar con justeza, no regala un elogio, exige y se exige. Hace de la crítica una ofrenda. Es agudo, veraz y fidelísimo. Cuando recibió su título de Ingeniero en Telecomunicaciones por la CUJAE, no imaginó que el derrotero profesional le conduciría a los medios de comunicación y que esa sería la puerta abierta al corazón de todos. El querido locutor es también director, guionista, profesor y asesor del Centro de Capacitacion de la Radio y la Televisión. Estrictamente ético, hace del ejemplo personal el mejor verbo.
Cuando en el año 2012 el maestro José Ramón Artigas lo llevó a Las Tunas, para que juntos condujéramos las galas del Festival de Música Popular Barbarito Díez en el municipio de Manatí, yo sentí de inmediato su humilde grandeza. Lo sabe quien, en el ejercicio de la profesión, le ha podido acompañar desde Guantánamo hasta Pinar del Río.
La pantalla del Canal de Todos tiene en Marino Luzardo la garantía del bien hacer, pero sobre todo el orgullo de su pertenencia a un instituto que debe comunicar desde la cotidianidad de sus protagonistas, porque la vida transcurre más allá de las cámaras.