En todos los géneros dramáticos, la escena y su articulación con la totalidad del relato exigen a cada instante una resolución, que puede condicionar el conjunto del desarrollo narrativo visual

“Prefiero que me estalle el cerebro antes que prescindir de esta escena. Tengo que situar simultáneamente, en la misma conversación, a cinco o seis personajes hablando, a varios otros de quienes se habla, descripciones de personas y cosas, en medio de todo eso, mostrar a un caballero y a una dama que empiezan a enamorarse el uno del otro, porque tienen gustos comunes”, escribe Flaubert en una carta a Louise Colet.

En la literatura, las historias se cuentan con palabras y signos de puntuación; en el audiovisual, mediante imágenes y sonidos. Ambas formas artísticas demandan un orden lógico, a partir de gramáticas, sintaxis y lenguajes propios de cada manifestación.

Con independencia del medio o soporte, en toda ficción pasa el tiempo, el cual se regula desde la escena, que exige un tratamiento eficaz como unidad dramática funcional —actores y actrices en acción— para lograr momentos culminantes en el relato.

De forma coherente ocurre en el capítulo 111 de la telenovela brasileña Insensato corazón (Cubavisión, martes, jueves y sábado, 9:00 p.m.), en el instante en que Norma (Gloria Pires) se retira el velo —oportuno recurso de la intriga— y revela su nueva identidad a Leo (Gabriel Braga), villano principal de la historia. En esta escena afloran atributos imprescindibles del discurso narrativo: visualidad, impacto, relevación, verosimilitud, identificación. Para reafirmar la relación conflictiva entre el malvado y su víctima, los realizadores acuden a una secuencia en flash back, la cual trae al presente hechos y pensamientos del engatusador; de esta manera se establece una relación del personaje-tipo consigo mismo a través del tiempo y el espacio. Dicho procedimiento dramatúrgico desata algo que estaba anudado, incita al villano a recomenzar de cero, pero sin arrepentimiento, el mal que hizo le importa un bledo.

La toma en plano-contraplano coloca en pantalla la interacción comunicativa entre ambos sujetos, cómo se cruzan sus miradas ante la vista del televidente. Ningún procedimiento es inocente, los cariocas dominan las leyes de la recepción audiovisual y el secreto de filmar bien, que radica en componer en función del montaje.

En todos los géneros dramáticos, la escena y su articulación con la totalidad del relato exigen a cada instante una resolución, que puede condicionar el conjunto del desarrollo narrativo visual. Lo demuestra la serie estadounidense Anatomía de Grey (Cubavisión, martes y miércoles, 10:30 p.m.), donde en secuencias de inicio y cierre de capítulos, a modo de exposición, la voz en off de la protagonista, Meredith (Ellen Pompeo), absorbe tanto subjetividades propias como del resto de los personajes, actitudes ante amores frustrados, miedos, presagios y relaciones de convivencia, entre otros sentimientos.

En la puesta ocurren disímiles acontecimientos de manera natural, espontánea, parecido a la vida, pero esa no es la vida, sino una verdad artística que se propone a partir de una sólida estructura, donde cada escena brinda indicios sobre motivaciones de seres humanos, quienes expresan angustias, urgencias, frustraciones, en diálogos y conflictos, pero solo las acciones -según exige el audiovisual en cualquier género- provocan el avance de la trama.

En filmes, telenovelas, series y unitarios, el detalle jerarquiza la escena. Imposible olvidar en Julito, el pescador, serie cubana con guion de Abelardo Vidal y dirección de Jesús Cabrera, el encuentro entre Elena (Consuelo Vidal) y el protagonista, René de la Cruz. Dos primeros actores realzan la emotividad del instante, a través del breve intercambio y la intensidad gestual, patentizan una temporalidad sui géneris, que cambia la dinámica de la espera y refuerza la expresividad irrepetible del clímax.

En otro sentido, la confrontación machete en mano entre Baldomero (Mario Rodríguez) y Cándido (Argelio Sosa), en Tierras de fuego (Cubavisión, lunes, miércoles, viernes, 9: 00 p.m.), ubica los dos bandos en pugna, en una escena de ataque, a la cual siguió otra de derivación; ambas deben tener continuidad en paulatinas soluciones de conflictos y convincentes clímax, si se respetan la diagramación y los códigos de la telenovela.

Cada forma artística exige una forma determinada de articular la savia de que dispone. En el audiovisual, carece de justificación la escena que no aporta elementos nuevos a la trama. Como advierte Flaubert: “Ninguna descripción aislada puede ser gratuita, todas sirven a mis personajes y tienen una influencia lejana o inmediata a la acción”. Esta es una clave esencial para cautivar a públicos de diferentes países, conectados, en pleno siglo XXI, con la ilusión de la pantalla.

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