En torno a la comida chatarra y sus efectos nocivos en el cuerpo gira el filme de no ficción que propuso el más reciente programa del Canal Educativo “Pantalla documental” (miércoles , 10 p.m).

Ya habíamos leído sobre los efectos nocivos de esta pésima dieta confeccionada sobre la base de fritos (generalmente con grasa reciclada), gaseosas abundantes en químicos, subproductos cárnicos llenos de toxinas, etc., pero no fue hasta la aparición del excelente documental norteamericano Super Size me! (2004), de Morgan Spurlock, que supimos hasta qué punto llega el daño de esa comida , ciertamente agradable a los ojos y al paladar, barata, asequible a trabajadores de pocos ingresos o a jóvenes estudiantes  y, por tanto, muy popular.

Empleando la técnica del llamado «documental de puesta en escena»[1] (representación ficcionada, participación del propio realizador como actor, organización de los elementos narrativos con un sentido dramático…),  Spurlock mezcla la filmación con la realidad, o más bien extiende la primera a la segunda (con)fundiéndolas: él mismo se sitúa frente a la cámara como parte de un experimento del que iría dejando testimonio cinematográfico. Así, gozando de perfecta salud al inicio del filme, empezó a consumir todo el tiempo muestras de ese «fast food» y los resultados paulatinos fueron no sólo varias indigestiones sino un desproporcionado aumento de peso y un deterioro del hígado semejante al de cualquier consuetudinario alcohólico.

El filme no solo ofrece, en una fase expositiva, datos e informaciones concretas sobre la realidad del emporio gastronómico «asesino»[2] sino que en otra fase (de-mostrativa) expone con su propia y radical experiencia, la veracidad de los mismos.[3]  

 Pero en la indudable originalidad del método no se agotan los méritos del documental. Habría que encomiar también el dinámico montaje (que alterna eficazmente las entrevistas con las fases del experimento personal del director), el desenfado y la ironía que recorre toda su columna vertebral más su definitivo e incuestionable mensaje: en vez de  sentar en el banquillo a los tantos incautos que se dejan atrapar por los cantos de sirena de la publicidad y las apariencias, hay que hacerlo realmente a las trasnacionales alimenticias que, en su desmedido afán de lucro, prefieren atentar contra la salud de sus clientes antes que perder ganancias.

Nominado al Oscar en la categoría de mejor guion para documental, Super Size me! fue un verdadero éxito de crítica y público no solo en su país de origen. No sabemos de sus efectos prácticos (si ha disminuido desde entonces el consumo de esos productos) pero al menos la denuncia existe, y nadie podrá quejarse de no haber sido advertido, cine mediante. 

[1] En esta línea  también ha brillado otro coterráneo del director, Michael Moore (Farenheit 9/11, Bowling for Columbine, Capitalism: a love store, etc.).

[2] Según el documental, al parecer muy serio en sus pesquisas y análisis, alrededor del 37 por ciento de los niños y adolescentes estadounidenses presentan exceso de grasa y dos de cada tres adultos tienen kilos de más o son obesos: ¿problema de autocontrol, o debemos culpar a las empresas? Spurlock se echó a la carretera y entrevistó a expertos de veinte ciudades de los Estados Unidos, incluyendo Houston, la región entonces más obesa de América (ahora es Detroit). Directores de salud pública y de marketing, profesores de gimnasia, cocineros, niños, gobernantes, legisladores, expusieron sus investigaciones, sus opiniones y las reacciones viscerales que despierta en ellos el constante aumento del volumen corporal del pueblo norteamericano.

[3] Durante treinta días consecutivos, Spurlock se alimentó a base de cheeseburgers, Bic Macs y McNuggets, subsistiendo exclusivamente con productos del menú McDonald‘s. Debido al consumo de fritos y alimentos ricos en sodio aumentaron sus niveles de esa sustancia y de colesterol, y lo que empezó siendo un experimento divertido se convirtió en un problema grave para el hasta entonces envidiable estado de salud de Morgan Spurlock.

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