Desde la antigüedad los mitos y leyendas han forjado los conocimientos, espiritualidades y valores de los seres humanos. Detrás de una historia hay un aprendizaje, una lección que ganar para la vida. Los pueblos que han vencido a la desmemoria son aquellos capaces de contar de manera llana y hermosa lo mejor de su cultura.
A la televisión cubana, desde casi su fundación, se han asomado también cuentos tradicionales de los pueblos, merecedores de una representación visual para no morir jamás, para quedar en nuestros corazones. El público infantil ha sido el más beneficiado con programas que mezclan el carácter lúdico con la sabiduría popular.
Tal vez, el mayor referente de este tipo de contenido nacional haya sido, en la década de los 80 y 90, el programa Había una vez, el cual supo devolver a las pantallas, cuentos icónicos como los de los Hermanos Grimm, algunas historias de la tradición árabe y oriental, y cuentos originales o adaptados para la Edad de Oro, de nuestro apóstol, José Martí.
Es Había Una Vez el ejemplo vivo de cómo un producto comunicacional puede marcar a una generación, usando los presupuestos técnicos y artísticos justos, sin exuberancias, respetando las edades de su público potencial y sus intereses.
Con tal joya televisiva de modelo, fue muy fácil para los creadores de Los cazadores de cuentos articular un nuevo espacio que rescatara cuentos tradicionales del folklore europeo en su primera temporada y del cubano y africano en la segunda. Producido para Canal Habana entre el 2016 y el 2019, Los cazadores de cuentos regresan a Cubavisión para iluminar la programación infantil con historias entrañables llenas de enseñanzas y valores que rescatar.
Con dirección general de José Antonio López y Rafael Pérez Ynsua, Los cazadores… resuelve formalmente las dificultades escenográficas para recrear ambientes fantásticos con el modelado en 3D, que le aporta conceptualmente mucho al proyecto. Las páginas de los libros de cuentos se transforman en objetos, estructuras y paisajes de este divertimento infantil, que asume mucho del teatro en su tono y en la confección de los guiones.
Tales decisiones estéticas aproximan con gran acierto a los niños de hoy, a un tipo de relato a veces trillado, a veces genérico y muchas tantas simple y facilista. Pero lo visual aquí ayuda a reforzar el discurso, a contar las mismas historias de siempre, desde otro ángulo. En especial la segunda temporada rescata de manera magistral cuentos y tradiciones de nuestro propio acervo; lo hace con elegancia, respeto, cubanía y a su vez desde un lenguaje nítido para las primeras edades.
La música original, a cargo de Kiki Corona, es de una belleza y elegancia innegable. Los motivos melódicos nos hablan de un mundo de magia, fantasía; mundos de imaginación y caminos: los caminos del saber.
A un proyecto como Los cazadores de cuentos hay que apostar siempre, por más difícil que sea a nivel productivo. Nuevas temporadas de estos cazadores de cuentos e identidades deberían gestarse, para que el desarrollo cognitivo y espiritual de nuestros infantes sea acompañado desde y por una televisión más pensada e implicada con sus públicos.
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