La Columna
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- Escrito por: Frank Padrón
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Estrenamos recientemente en “De Nuestra América” la coproducción entre Colombia y España Del otro lado del jardín, que realizara en 2024 el productor y guionista Daniel Posada nacido en Cali
Los debates éticos e incluso legales en torno a la eutanasia y el suicidio asistido aun sacuden varias sociedades, pues no todas aceptan la polémica decisión de una persona que por algún motivo personal (casi siempre asociado a enfermedades terminales) decide poner fin a su vida con la ayuda de algún familiar o amigo.
Hace poco Almodóvar abordó el tema en su más reciente filme La habitación de al lado y lo hace también el productor y guionista Daniel Posada en esta, su primera experiencia tras la cámara
Para ello se basó libremente en el texto autobiográfico de Carlos Framb, también personaje protagónico del filme, a partir del guion coescrito sobre aquel con el español Ignacio del Moral (Los lunes al sol), en torno al proceso que se lleva a cabo contra ese poeta que decide cumplir el pedido de su madre anciana y enferma, quien se debate entre sus convicciones cristianas y la angustia por su enfermedad, sobre asistirla en la muerte auto inflingida, algo en lo que el poeta y profesor decide, en vano, acompañarla después.
Del otro lado… alterna las sesiones del juicio con retrospectivas que muestran situaciones anteriores a los hechos que lo motivaron, e involucra a personas como el hermano del protagonista, su ex amante -quien también solicitó pasar por tal experiencia-, la implacable fiscal de la acusación , quien va madurando y sensibilizándose con el caso, el abogado defensor y otros personajes que de un modo u otro tienen que ver con Carlos y su madre.
En su ópera prima, el director consigue, apoyado en un excelente montaje que ensambla a la perfección pasado y presente, armar un relato que capta la atención del espectador desde los inicios. A pesar del interés que motivan las muchas escenas del juicio, el filme va mucho más en su objetivo de concientizar el derecho de toda persona a tomar esas difíciles decisiones incluso involucrando a otros, de invitar a la reflexión acerca de la relatividad en los criterios sobre el hecho (¿crimen, realmente¿) y en los parámetros morales y legales a a la hora de emitir juicios fuera y dentro de las cortes (puede apreciarse por ejemplo, la división de la opinión pública en las afueras del Juzgado).
De modo que estamos ante un guion notablemente escrito, con diálogos y situaciones muy bien armadas y personajes, tanto principales como secundarios diseñados con rigor sicológico y pertinente desarrollo dramático, sobre lo cual se erige una sólida puesta en escena, donde todos los elementos técnicos y expresivos se ponen en función del discurso.
A ello se suman las convincentes y centradas actuaciones de Julián Román, Juana Acosta, Luis Fernando Hoyos, Christian Tappan y esa gran dama del cine colombiano que es Vicky Hernández, en el papel de la madre.
Filme difícil , contundente en su tesis, analítico y propiciador de la polémica en temas bien álgidos sobre la vida y la muerte.
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- Escrito por: Frank Padrón
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En nuestra emisión más reciente del espacio “De nuestra América” estrenamos un filme guatemalteco, Rita (2024), de uno de los más prestigiosos directores de ese país: Jayro Bustamante, autor de la llamada “trilogía del desprecio”, dos de cuyos títulos (el primero, Ixcanul y el último, La llorona) figuran entre lo más premiado de esa producción en festivales internacionales.
En casi todo el cine del guatemalteco Jayro Bustamante —cuestionador, agudo, crítico— la mujer tiene un rol protagónico, así como las comunidades indígenas y la revisión histórica, las discriminaciones hacia sujetos preteridos dentro de la sociedad y las conexiones entre pasado y presente.
Autor de títulos significativos y multipremiados, todos estrenados en el programa, Bustamante se vuelca en su más reciente filme hacia un suceso que conmovió la opinión pública en 2017: el incendio que cobró las vidas de más de 40 jovencitas recluidas en una especie de orfelinato, sobre lo cual no ha habido aún explicaciones ni indagaciones oficiales sobre lo que se movió detrás del lamentable suceso.
Como en su filme anterior, el aclamado La llorona, el guionista y director echa mano del tan latinoamericano estilo conocido como “realismo mágico” para dar a su recreación de los hechos un empaque mítico: las jóvenes recluidas en ese lugar que se emparienta más bien con una prisión son realmente víctimas de abusos sexuales perpetrados en el seno de sus propias familias, pero son vistas por las autoridades del lugar como criminales, exonerando a los victimarios.
Las muchachas portan alas y se clasifican en diversos escaños: princesas, conejos, estrellas, hadas… y se mueven dentro del recinto o en el bosque adonde pueden acceder a veces como criaturas no terrenales: suerte de escape a las duras condiciones que enfrentan cotidianamente, dentro de las cuales figuran los intentos de violación de los policías y el sarcasmo o la indiferencia con que las tratan las “educadoras”.
La imagen sobrenatural y fantasmagórica que adquiere el relato porta en realidad su propio reverso: el aparente “cuento de hadas” se vira como un guante hacia una pesadilla con final bien infeliz, y donde se erige una denuncia certera al desamparo social de las adolescentes, sobre todo de sectores humildes, la complicidad de las autoridades con los verdaderos criminales y el silencio en torno a hechos que, como los que inspiraron el texto fílmico, aún siguen pendientes de esclarecimiento y justicia.
Bustamante logra armar su fábula con logrado tono, y aunque hacia el desenlace coquetea un tanto con el efectismo, las intersecciones entre lo infantil de la envoltura narrativa y la crudeza y tragedia de la realidad a que aluden se resuelven con una densidad estética encomiable, mediante un deslumbrante vestuario y efectos especiales imprescindibles para la historia, algo en lo que ayuda extraordinariamente también la fotografía llena de contrastes y matices lumínicos.
También sobresale la banda sonora, con una música coral de tipo sacro (por ejemplo, en las escenas de la fuga y persecución) y la serie de ruidos y efectos auditivos de gran peso diegético.
Las actuaciones son todas de indudable fuerza histriónica y muy centradas en los respectivos personajes, desde actores que repiten con el director después de anteriores y no menos valiosas experiencias, aunque esta vez en papeles pequeños (María Telón, Sabrina de la Hoz, Juan Pablo Olyslager), y los contundentes protagónicos de las jóvenes Giuliana Santa Cruz, Alejandra Vásquez y Ángela Quevedo.
Entre lo onírico y surrealista y el realismo mágico (que no por ello olvida la dura realidad que lo inspira), Rita es otro notable escalón dentro de la ascendente carrera de Jayro Bustamante y, en general, del cine guatemalteco.