La Columna
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- Escrito por: Frank Padrón
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El documental Never Too Late (2024), que pasó recientemente el canal Clave en una de sus "Noche(s) de cine", permitió el encuentro cara a cara con una de las figuras más extraordinarias de la música pop: Elton John.
Codirigido por quien es su pareja desde hace años, R. J. Cutler (Nashville, Belushi...) y David Furnish (quien ya había documentado una de sus famosas presentaciones), el filme enlaza la despedida de los escenarios en 2022, como fin de una extensa gira por todo Estados Unidos en el sitio que lo viera debutar hacía cincuenta años —el Dodger Stadium de Los Ángeles—, con los días gloriosos de su carrera cuando lanzó la asombrosa cantidad de trece álbumes en el período de 1970 a 1975, siete de los cuales alcanzaron el número uno en las listas de Billboard.
El documental de Disney+ es rico en expresivas imágenes de conciertos, clips de entrevistas y fotos que muestran al artista lo mismo en escena, con su envidiable vitalidad, que sumido en las tinieblas de una intimidad solitaria y frustrada.
Pasajes reveladores de una vida intensa que conoció tanto las alturas como los abismos: fama y espaldarazo de crítica y público, ventas astronómicas de discos y shows repletos, bienestar material y realización profesional, junto con depresiones por la adicción, la soledad y el desamor, los traumas familiares y la permanencia en un clóset sexual que, finalmente, como la mayoría de esos lastres, pudieron ser superados afortunadamente.
El documental es tanto un testimonio de las diversas aristas en lo propiamente estético —del inicial góspel al pop y el rock, la amistad con su colega John Lennon, el encuentro definitivo con su letrista Bernard Taupin, la extravagancia de un vestuario como venganza a las privaciones y abusos familiares durante la infancia, o el autor de centenares de éxitos en todo el mundo— como aspectos más personales, que incluyen la huella fatal del alcohol y las drogas, la presentación masiva de su esposo y sus dos hijos tras mucho tiempo ocultando o disimulando su verdadera sexualidad.
La obra se apoya en cintas de audio contentivas de una serie de conversaciones con Alexis Petridis, crítico musical de The Guardian, mientras John se preparaba para escribir sus memorias, columna vertebral de un retrato sensible y auténtico, donde la cercanía afectiva de uno de los directores no deviene, para nada, una visión parcializada o maniquea del astro y su hoja de vida.
Uno de los méritos de esta no ficción es la banda sonora, que acompaña declaraciones y diálogos con la música de algunas de las canciones emblemáticas de Elton, entre las que sobresalen "Your Song", "Crocodile Rock", "Bennie and the Jets", "Rocket Man", "Daniel", "Saturday Night's Alright for Fighting", "The Bitch Is Back", "Don't Let the Sun Go Down on Me", "Philadelphia Freedom", entre otras muchas, junto al dinámico y riguroso montaje de Greg Finton y Poppy Das, con la presencia creadora de la pantalla dividida y oportunas secuencias animadas.
Junto a la notable biopic de 2019 Rocketman, en la que el célebre cantautor y pianoman fue interpretado de manera brillante por Taron Egerton, Never Too Late es una oportunidad única de conocer de primera mano vida y obra pormenorizadas de uno de los gigantes de la canción anglosajona, y mucho más allá.
Sus admiradores agradecemos al espacio "Noche de cine", de Clave, y a la TV cubana.
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- Escrito por: Frank Padrón
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Estrenamos en “De Nuestra América” la coproducción entre Argentina, México, España, Dinamarca y EE. UU., “El Jockey”, de 2024, realizada por Luis Ortega, del primer país, la cual ha recibido ya numerosos premios en festivales importantes, empezando por el nuestro, quien le otorgó varios corales.
Perteneciente al grupo llamado “Nuevo nuevo cine argentino”, que comenzó su andadura en los años 90 del siglo pasado, el argentino Luis Ortega proyectó desde
sus inicios un estilo muy singular a través de títulos como “Caja negra” o “El ángel”, esta última vista hace algunos años en el programa.
Con “El Jockey”, su más reciente filme, que ya ha conocido premios y nominaciones en La Habana, Mar del Plata, Lima, San Sebastián, Venecia y otros importantes festivales, Ortega discursa sobre la disolución del ego, la pérdida de la identidad en pro de una esencia más profunda que desconoce género, sexo, edad, profesión, muy en consonancia con la teoría queer y otras que rechazan las marcas y construcciones habituales con que la sociedad designa a los seres humanos, tratando de encasillarlos.
Un corredor de caballos que compite para un gángster, y pareja de una colega que, como él, es adicta a diferentes vicios, pierde la memoria y comienza una intensa búsqueda para descubrir quién es, en medio de un comportamiento autodestructivo e irracional.
La película pudiera definirse por lo que se conoce como un “cadáver exquisito”, detrás del cual se descubre la mano invisible de otros realizadores sin dudas admirados y seguidos por Ortega, como Kaurismäki (de hecho, el director de fotografía Salminen lo ha sido más de una vez para filmes del noruego), Wes Anderson, Buñuel y el argentino Torre Nilsson.
El resultado es una comedia dramática, dramedy, como muchos también la llaman, que realmente llega como un collage de “teatro del absurdo”, surrealismo, el género gansteril, el western, el musical hollywoodense y hasta el neorrealismo italiano, pero todo empastado con una rara aunque indudable coherencia que confiere al filme una autenticidad y originalidad admirables.
A la soberbia dirección de arte, con esos decorados que refuerzan y se suman a la plataforma barroca que morfológica y conceptualmente sostiene el filme, se une la música, otro collage que mezcla indiscriminadamente, pero acorde al sentido caótico y desconcertante del filme, a Piero de Benedictis, Acid Arab, Virus Oficial y Palito Ortega, entre otros muchos que integran la polisémica y expresiva banda sonora, donde otros sonidos y ruidos desempeñan también un importante rol dramático; la fotografía detallista y variopinta en gamas e intensidades, y, por supuesto, las brillantes actuaciones del argentino Nahuel Pérez Biscayart, la catalana Úrsula Corberó, el mexicano Daniel Giménez Cacho, la chilena Mariana di Girolamo y otros de su internacional y bien elegido casting.
Filme alocado y raro, pero que desde su narrativa nada común nos propone reflexionar en temas ontológicos y sociales de gran trascendencia.