A Guillermo Vilar, el Guille, te lo puedes encontrar en cualquier lugar de la ciudad donde se escuche o se debata sobre música. Hombre de una ética  a toda prueba, gestor de proyectos musicales suyos o de otros realizadores, en un hacedor de la radio y la televisión que se ha ganado el respeto tanto del televidente y el radioyente, como de la mayoría de los músicos y de los directivos de la radio y la televisión.

 

Con orgullo porta ese blasón de ser caimanero. Su sección Entre cuerdas fue el primer libro que se publicó auspiciado por el saurio y hubo hasta policías para poner orden en el lugar de la presentación. Tanto era el interés que despertaban los comentarios crónicas del Guille sobre el rock.


¿Por qué no eres músico?

De niño, cada fin de semana que iba con mis padres a casa de los abuelos y el viejo después de almuerzo subía a su cuarto para escuchar discos del Trío Matamoros con los ojos cerrados, recordando quien sabe cuales pasajes de su juventud. Eso lo puedo contar porque yo subía las escaleras, en respetuoso silencio y me sentaba callado a su lado para compartir aquellas jornadas de música tradicional cubana. Tales momentos impactaron tanto en mí, que hice a mis padres comprar una hermosa guitarra y hasta me consiguieron una maestra para enseñarme a tocar. Pero la cosa se me complica cuando me enteré que para aprender a tocar había que dominar la nomenclatura musical y hasta ahí llegué. Yo quería tocar como Ciro desde que cogía la guitarra en mis manos, pero sin estudiar nada. Obviamente, esa furia se me pasó.

¿Cómo se fue armando ese amor tan singular con las diferentes melodías?

En animada conversación con una venezolana durante finales de los 90, ella me preguntó qué cuales eran mis raíces musicales y yo le dije que Los Beatles. No conforme y conociendo bien las profundidades de mi amor por esta tierra, vuelve a la carga, par a entonces en esta oportunidad averiguar qué significaba el Trio Matamoros para mi: Del mismo modo que la primera pregunta, sin pensarlo dos veces, le respondí que me hacían sentir cubano. Efectivamente, nunca he visto ninguna contradicción en dichos puntos de vista. Mi cercanía al Trio Matamoros viene por esos momentos tan decisivos durante la infancia, donde el muchacho como una esponja, absorbe todo lo que hacen sus mayores más cercanos. En cuanto a Los Beatles, pues como a muchos de mi generación, me pasó lo mismo. Yo con 14 o 15 años iba a fiestecitas de amigos donde se bailaba con el rock and roll de Little Richard o de Bill Halley y sus Cometas y hasta con Los 15 de Paul Anka, melódico cantante canadiense que se hizo muy popular, incluso en Cuba, por este disco que no faltaba en ninguna reunión de ese tipo. Pero al escuchar el primer disco de Los Beatles, mi acercamiento a la música fue distinto. Durante mucho tiempo era oyente habitual de un programa dedicado a Los Cinco Latinos, hasta que aparecieron los Chicos de Liverpool y sus contemporáneos. Todo cambió.

¿Cuándo llegas a la radio?¿Fue por la música?

Quien creció junto a la obra de Los Beatles, iba cambiando sus perspectivas en relación con la música del mismo modo que ellos. El que conoció a Los Beatles de She Loves You y And I Love Her no podía ser el mismo que aprecia, en su justa dimensión, la profunda transformación conceptual ocurrida en este grupo si tenemos en cuenta piezas de una etapa posterior como For No One, A Day In The Life o Something. Y por supuesto que en esta especie de consolidación en nosotros de una estética para la vida no solo fueron determinantes Los Beatles sino otras agrupaciones como Emerson, Lake and Palmer, Yes o Pink Floyd, además de la Nueva Trova y hasta los conciertos con la Sinfónica los domingos en el teatro Amadeo Roldán. Con este background, al graduarme de la especialidad de Historia del Arte en la Universidad de La Habana, me ubican en Radio Progreso en 1976, primero en el Bloque de Novelas como Asesor y al poco tiempo me cambian para la redacción de programas musicales, momento en que realmente comienzo a desarrollar mi carrera profesional, donde hasta incluso me pagan por trabajar en lo que me ha gustado siempre, la música.

-¿Cómo surge Entre Cuerdas? ¿Qué ha sido El Caimán Barbudo para ti?

El escritor Omar González, editor de El Caimán Barbudo hacia mediados de los 70, conocedor de mis inclinaciones por la música rock, me pide que colabore con artículos para la revista sobre dicha música. Después de cuatro o cinco trabajos, con la ayuda del propio Omar y de otros periodistas, comienzo a escribir una columna que se le llamó Entre Cuerdas por la preponderancia de los guitarristas en el rock, aunque obviamente, la sección no solo abordaría la historia de figuras del género sino también la de los grupos, e incluso, hasta la presencia de cubanos que reúnen todas las condiciones para figurar en el selecto espacio de Entre Cuerdas como Chucho Valdés, Silvio Rodríguez y Frank Fernández, entre otros. Desde comienzos de los años 80 hasta 1990, Entre Cuerdas representó para el cubano amante del rock una posibilidad concreta de conocer el quehacer de los grandes mitos del rock anglosajón desde la perspectiva de la Revolución, escrito en cubano por otro cubano igual que ellos, valoración que encierra un preciso sentido de identidad toda vez que era muy difícil localizar información acerca del tema en cuestión debido a que por aquellos años todavía no existían las facilidades de búsqueda que proporciona Internet. Siempre recordaré con emoción aquella carta que me enviara un internacionalista en Angola agradeciéndome el trabajo de Entre Cuerdas, sin saber a la larga cual ha sido su destino hasta el día de hoy. Por lo tanto, El Caimán Barbudo a la vez que me introduce paulatinamente en una inusitada popularidad entre los lectores de la revista, lo recuerdo con una nostalgia donde jamás pretendí llegar a nada que no fuera la posibilidad de hacer cada vez propuestas más atractivas, pero como un colega más entre los maestros de este valioso colectivo con el que tengo una deuda eterna por todo lo que me enseñaron.

¿Qué ha ofrecido Juventud 2000 durante los 20 años que lo has dirigido? ¿Por qué piensas que sigue gustando?

A diferencia de Entre Cuerdas, donde yo escogía sobre quien hablar, a Juventud 2000 de Radio Progreso llegué en 1991 para insertarme en un contexto musical que necesariamente no era el de mi preferencia, pero era una tarea que me asignaron y decidí asumirla con todas las de la ley. Por tales razones, algunos pensaron que si acaso, yo iba a durar tres meses por mi ascendencia rokera y trovadoresca, pero al pasar el tiempo calculado entonces otros me tildaron de ¨traidor¨ por este acercamiento a la música comercial. En realidad a Juventud 2000 le debo, entre tantas cosas, el comprender que no sirve de nada ser fundamentalista en relación con los conceptos musicales que uno pueda defender. Comprendí que el hecho que al carnicero, la manicura o el chofer de la guagua le gusten Roberto Carlos o Alfredo Rodríguez, no quiere decir que uno como director de programa, no los tenga en cuenta para atender sus preferencias musicales, puesto que todos somos un mismo pueblo a la vez que pude extender una mirada desprejuiciada a las canciones de Roberto Carlos y descubrir que realmente hay temas muy buenos. Por lo tanto, en Juventud 2000 nos movemos en un entorno sonoro bastante distendido, donde puede estar Enrique Iglesias, pero al mismo tiempo aparecen también Juan Luis Guerra junto con Los Van Van, Liuba Maria Hevia o David Blanco, por ejemplo. Claro, el oyente habitual sabe que hay un tope que viene dado bien por la calidad de la realización musical o por la calidad del texto de las canciones. Una cosa es la gracia del doble sentido del Guayabero o el del Pedrito Calvo y otro es la grosería de algunos reguetones que no necesariamente son escuchados por la radio. Creo que el programa sigue gustando porque ha resultado eficaz la formula que he alcanzado con el otro director Juan Carlos García del Vallin, mucho más joven que yo, por lo tanto muy al tanto del sonido de ahora, mientras que yo, con mayor experiencia, matizo lo actual con los clásicos de siempre. Y por supuesto que no puedo dejar de mencionar a la carismática conductora Marta Marcer, fundadora del espacio que gracias a su inigualable simpatía constituye un eslabón fundamental para mantener atrapados a nuestros oyentes.

¿Cómo se hace un buen programa musical: complaciendo a los oyentes o difundiendo lo que el director considera es válido?

Para empezar, creo que todo el mundo tiene su librito, por lo tanto simplemente me remito a leerte algunas páginas del mío de cómo hacer un programa musical como J2000. Creo que uno debe de tratar de acercarse a una media donde puedas complacer a ese oyente tipo que tu sabes vas a llegar con una selección lo más abierta posible, pero sin que caigas en la trampa de que todo lo por ti seleccionado para salir al aire sea rigurosamente artístico. Si queremos ser marineros de cubierta, no se puede pretender permanecer todo el tiempo con la ropa seca. Lo más normal es que te mojes y no necesariamente con agua limpia. A veces he puesto algunas canciones de moda que me dan ganas de salir corriendo al zoológico para alimentar a los leones. Pero esa es la línea de Juventud 2000 y es lo que esperan los oyentes de mí.

A Capella en su momento fue un programa que rompió normas ¿por qué crees que tuvo tan alta aceptación entre los televidentes? ¿Qué te aportó ese espacio?

A solicitud de la Redacción de Musicales de la Televisión cubana de finales de los 80, nos reunimos el salvadoreño Jorge Dalton –hijo de Roque Dalton - y yo para crear un programa de 27 minutos que fuera como una especie de noticiero sobre el quehacer de la música tanto nacional como extranjera. Realmente, como tú dices, en A Capella se rompieron unos cuantos esquemas acerca de lo que se concebía como un programa musical para aquellos años. En primer lugar, el talento seleccionado se salía de la media de entonces, con videos de agrupaciones o solistas que han definido con su obra la evolución de géneros como el jazz y el rock además de incluir a personalidades cubanas que incluso se entrevistaban mientras ensayaban para un concierto o cuando llegaban de una presentación por el extranjero, hechos absolutamente normales, pero que por aquellos tiempos no eran una practica habitual en la Televisión, por insólito que pueda parecer. También al incluir entre toda esa modernidad desplegada a videos de clásicos como Bola de Nieve, el Trio Matamoros o el Benny Moré, tengo la impresión que fue una influencia para el surgimiento de magníficos programas como Te quedaras. En sus inicios el espacio apostó por una conducción tan desenfadada que con el tiempo aparecieron otros programas con intenciones similares. En tal sentido, hasta cambiamos el solemne esquematismo de los créditos de realización con saludos para los televidentes o cualquier otra ocurrencia al punto de que los créditos eran tan esperados como cualquier video. Por supuesto que al cabo de más de dos décadas de estar en el aire, aquella euforia juvenil se ha ido atemperando en estos casi mil programas realizados donde conservamos esa disposición de grabar el programa lo mismo en un tanque de guerra, que en una grúa de los bomberos hasta en el pleno vuelo de un paracaídas o en exposiciones de nuestros pintores además de no repetir el elenco en cada programa y no ceder en la rigurosa selección de los materiales escogidos. Después de la breve, pero importante experiencia del programa Perspectiva con guión y conducción de Jorge Gomez y asesorado por mi, quienes me conocen de cerca afirman que soy A Capella, porque se hace evidente que los videos escogidos no funcionan para rellenar el espacio de cada semana sino que responden a una intención estética de mostrar parte de lo mejor que se ha hecho en la música rock, con videos habitualmente excepcionales. Es la voluntad de provocar la mayor emoción en el televidente, la misma que siento cuando descubro un buen concierto en cuestión. El día que le llegue su fin, como a todo, junto con el programa se irá una parte de mí. No lo dudes.

Háblame del nacimiento de Música del mundo ¿Consideras que es un espacio para varios años? ¿por qué?

Todo comienza cuando la periodista Amada Montano, como directora del flamante Canal Habana en el 2005, me pregunta si tengo algún proyecto de programa que proponerle y de inmediato le presente una idea de lo que podría ser Música del Mundo, con videos que ya había presentado ocasionalmente por A Capella, pero que no era su espacio precisamente. Como un axioma matemático, si algún video musical lo sorprende a uno, este material también puede sorprender a muchos más y esto es lo que ha ocurrido con Música del Mundo y los televidentes. Es extraña la ocasión en que al estar conversando con una o mas personas, no me hablen de un programa donde ¨se pone música árabe o africana¨, que les gusta mucho al disfrutar de artistas magníficos, pero que son verdaderos desconocidos. Es la reacción normal del individuo que se siente respetado al tener la posibilidad de comprobar que el mundo sigue siendo inmenso, a pesar de la vertiginosa comunicación por Internet, y que además de Elton John, Andrea Bocelli o Los Beatles, hay un montón de artistas más que se merecen también nuestro mayor respeto por la calidad que los distinguen, sean de Egipto, Benin o Nueva Caledonia. Es un sentimiento de libertad que se agradece en estos tiempos donde las transnacionales de la música se empeñan en darnos cada vez más de lo mismo como si fuera lo único que existiera y lamentablemente dichas canciones, en su mayoría, son de pésima calidad. Acerca de cuánto puede durar Música del Mundo, creo que es una posibilidad abierta al infinito, pero los programas pueden terminar por muchas otras razones. Ojala que este no sea el caso.

Un director de programas musicales debe saber música, por supuesto ¿y que otras condiciones debe tener? ¿Hasta donde influye la ética en que se difunda lo mejor de Cuba y el resto del mundo y no aquellos números que beneficien al director del espacio?

Con el mayor respeto, permíteme discrepar en cuanto a que si un director de programas musicales debe de saber música. Si tiene conocimientos musicales, qué bueno, pero no es imprescindible. Por supuesto que debe de tener una formación profesional que implica el dominio de la historia de la música en su mayor acepción para que comprenda la evolución que esta ha tenido y la que tendrá en el futuro. Un director de programa al seleccionar una canción, no puede sentirlo como haber marcado un corte cualquiera del disco escogido sino que debe de ser apasionado con todo lo que hace en esta profesión. Esto quiere decir que quien se limite a programar las siete canciones de su espacio y mire al reloj para irse a la casa, ese será siempre un asalariado que puede hacer programas del mismo modo que vender mangos en el agro mercado. Para ser director de programas de radio o de televisión, en primer lugar debes de querer mucho, de respetar al pueblo para el que trabajas. Igual que en la Antigüedad, somos unos privilegiados que estamos encargados de satisfacer las necesidades espirituales de quienes nos debemos, inmensa responsabilidad que va mucho más allá de la rutina de nuestra cotidiana labor. Para seleccionar una canción o escribir acerca de algún músico en particular, no podemos vivir ajenos a lo que pasa en el mundo. Debemos de intentar involucranos lo más que podamos, en problemáticas tan diversas como el cambio climático, la crisis económica o las guerras. Por otra parte, la cultura de la nación no puede verse como estancos aislados que pudieran resultar de interés relativo para cada cual porque cada uno de ellos, deja en nuestra sensibilidad, huellas que de múltiples maneras reflejamos en los programas. Los directores de la radio y la televisión somos tan artistas y profesionales como aquellos artistas con quienes trabajamos, pero ese respeto hay que ganárselo en el día a día, sin pretender llegar a ningún lugar que no sea el de trabajar cada vez más y mejor. Es cierto que no marcamos tarjetas, pero por eso mismo, prácticamente estamos siempre trabajando.

No obstante, el mundo no es como uno quisiera que fuera y por tal motivo no todos las personas profesan necesariamente nuestros puntos de vista en el sentido de que no ven a la radio o a la televisión como un medio para hacer llegar cultura al oyente sino como un fin que les permitiría lucrar con canciones de dudosa calidad. Quien acepte trabajar en semejantes condiciones, no es más que cómplice de una especie de prostitución en la que uno valdría justamente por lo que le paguen.

¿Cuál es la buena música y cual la mala?

Para no tener que caer en la relatividad de los gustos, prefiero que sea la naturaleza quien te ofrezca la respuesta. Hay un científico japonés que ha fotografiado la reacción de las moléculas del agua en un microscopio ante determinado tipo de música. Cuando en el local que estaba el recipiente con el líquido se escuchaba una grabación con música de Chopin o de Mozart, el diseño de los cristales de las moléculas, adquiría la belleza de esa imagen propia de un calidoscopio. En cambio, si se escuchaba la pieza de algún grupo de trash metal, la imagen de dichas moléculas no solo era irregular sino bastante grotesca, por cierto. Saque usted sus propias conclusiones.

¿Qué programa de televisión no has hecho y quisieras hacer?

Me parece que no se puede ser tan ambicioso, ya que he tenido la oportunidad de hacer bastante, pero mientras respire, uno sigue teniendo ilusiones y en tal sentido quisiera hacer A Capella, pero como debiera de ser: que Paul McCartney o Jimmy Page vengan al programa para que le hablen al pueblo cubano acerca de su obra y no tener que presentar las entrevistas que les hacen en otros países. Las coyunturas históricas no lo han permitido, pero no me quejo de lo que hemos hecho. A pesar de los pesares, no hay personalidad del rock que haya dejado de salir por la pantalla de A Capella y eso me enorgullece mucho.

Antes de hacerte la ultima pregunta, ¿tienes algunos proyectos nuevos para programas de la Televisión?

Cuando uno se entrega en cuerpo y alma a su profesión, resulta muy difícil soltar lo que uno hace y cambiar de programas como de camisas. Si para un cantautor, las canciones son como sus hijas, para un director, los programas son sus hijos por quienes se preocupa y ocupa, incluso de no dejar caer su interés por ellos, como sucede con la familia. Sin embargo, hay muchas formas de pedirte una colaboración más y en fin, escribo el guión Onda Retro, programa del Canal Educativo 2 que sale al aire durante la programación de verano o de fin de año, con una selección de temas del rock de los años 60 y 70, videos que ni yo había visto hasta ahora.


Cuando fuiste a Londres vi una foto tuya caminando por donde mismo un dÍa lo hizo Lennon, ¿Cuántas fotos te has tirado con él en “su parque”? ¿Qué significa para ti aquella estatua y que sientes hoy con el Submarino amarillo, de 17 y 6?

Justamente lo que me emocionó cuando estuve frente a la casa de Lennon, fue el recuerdo de nuestra estatua en su parque habanero. Tengo la certeza que acerca de este tema de los Beatles y Cuba se va a hablar por siempre, así que de nuevo ofreceré mi criterio al respecto: Como expresé al comienzo de esta entrevista, soy parte de una generación que tuvo el privilegio de crecer junto a Los Beatles y por lo tanto nadie tiene que contarme como fueron aquellos años. Pero, no exageremos y tratemos de ser justos. En primer lugar, me parece un error de enfoque histórico, hablar ahora de los 60, pero desde la perspectiva de aquellos adolescentes magnetizados por el fenómeno beatles, como si no hubiéramos crecido. Por cierto, nadie polemiza acerca de la ocasión que en los Estados Unidos se quemaron carátulas y rompieron discos de los Beatles, cuando a John se le ocurrió decir que ellos eran más famosos que Jesús Cristo. A la vez tampoco se tiende a ver la llamada etapa de censura de Los Beatles en Cuba en relación directa con los sucesos de Playa Girón o de la Crisis de Octubre. Mientras nosotros estábamos ocupados por el cambio que dieron los Beatles del disco Rubber Soul para el disco Revolver, nuestros mayores tenían sobre sus hombros, inmensas responsabilidades por la supervivencia de Cuba como nación independiente, por lo que estos cuatro peludos, con pantalones apretados y cantando en el idioma del enemigo, obviamente que no necesariamente tenían que ser bien vistos por quienes no comprendían su significado como hecho cultural indiscutible, valoración a la que se ha llegado con el paso de los años. No obstante, no puedo negar la experiencia de cada cual en los años 60, pero por favor, no comparar para nada con las vivencias de los chilenos a quienes si los atrapaban con cassetes de Silvio o de Pablo durante la etapa de Pinochet, sencillamente no se sabía más de esas personas. Discúlpenme a quienes les minimizo la leyenda de la censura de Los Beatles en nuestro país, pero además recuerden que en el 67 o quizás antes, ya se escuchaba su música por programas como Nocturno de Radio Progreso o por Radio Rebelde en De. En fin, creo que la estatua de Villa Soberon representa la definitiva armonía con Los Beatles en el contexto de la cultura cubana. No podía ser de otro modo, en una Revolución marcada por los principios humanistas que la distinguen, donde todo lo creativo y hermoso que estos músicos representan resulte un elemento incoherente al sentido de universalidad de la Revolución. Tan es así que se ha abierto el Submarino Amarillo, centro cultural de Artex a tan solo metros de la estatua, donde la magia de Los Beatles ha logrado que quien lo visite, salga maravillado con ganas de volver. Ya un poco agotado, pero de ese entorno beatlemaniaco nos encargamos como directores artísticos Ernesto Juan Castellanos, escritor de varios libros acerca de Los Beatles y Cuba y un servidor.

¿Algo más, Guille?

Que en estos momentos estamos en los toques finales de una multimedia que he realizado acerca de la obra de Juan Formell y Los Van Van para Ediciones Cubarte con la intención de que sea como una mini enciclopedia acerca de nuestra afamada orquesta, trabajo que he hecho con el corazón por el honor y compromiso que encierra dirigir semejante proyecto. Es un privilegio muy especial. Darte las gracias por la posibilidad de esta entrevista tan abarcadora y recomendarles a los más jóvenes directores, periodistas, críticos, en fin a todos, que no se preocupen por abarrotarse de bienes materiales como un signo inequívoco de bienestar de vida, que en definitiva, es menos importante si lo comparamos con la grandeza que implica recibir el reconocimiento de los demás. Les aseguro que vivo feliz, desbordado de las muestras de amor y de cariño de quienes agradecen nuestra entrega al trabajo. Me despido con la canción The End, pieza de Los Beatles que resume nuestra forma de ver la vida: ¨ Al final, el amor que tú recibes, es el mismo amor que tu entregas.¨


*Tomado de El Caimán Barbudo.

 

rock.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

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