Diálogo con el conocido actor camagüeyano con una descollante participación en aventuras y telenovelas de nuestra TV

Nació en Camagüey —tierra de artistas imprescindibles— y aunque prefiere el anonimato, todos lo conocen. Los de más edad recuerdan sus personajes en el espacio de aventuras, por ejemplo en Hermanos. Pero existen otras series, novelas y teleteatros donde Héctor Echemendía ha demostrado completamente lo que es: un actor de alta calidad.

Antes de llegar a la televisión, Echemendía trabajó primero como operador de equipos de plantas comerciales. Aunque desde pequeño sentía admiración por los actores de la época, nunca pensó subirse a un escenario o pararse frente a una cámara. Nada de eso estaba en su mente hasta que el tiempo dijo lo contrario.

La “cosa”, nos dice, empezó al principio de la Revolución, con aquel enorme movimiento de artistas aficionados. Desestimó la idea de pertenecer a un grupo camagüeyano, pero—otra vez la casualidad—a la novia de aquellos años le gustaba el teatro y en breve tiempo Héctor empezó a actuar.

“Salía de mi trabajo, pasaba por mi novia y esperaba hasta el final de los ensayos, me entretenía, pero nada más. Luego llegó el primer Festival Nacional de Aficionados de Cuba y en Camagüey empezaron a montar una obra muy pequeña titulada Monte adentro. Necesitaban un sargento rebelde y me lo propusieron. Tanto insistió el director hasta que empecé a ensayar y después… no salí más”.

La historia siguió su recorrido en el Conjunto Dramático de Camagüey, llegó a La Habana y creció su reconocimiento. Sobre la popular aventura Hermanos, nos cuenta: “Una pequeña parte de la aventura se grabó en La Habana y la mayoría en Camagüey. Me habían dado un papel que tenía cerca de 22 capítulos. Pero un día—después de haber estudiado mi personaje— el director llegó a mi casa muy apenado y me propuso interpretar al padre de los hermanos Iznaga, quien participaba solamente en seis capítulos. El personaje estaba bien estructurado y la gente se enamoró. Esa fue mi primera aparición en televisión.

“No pasa un día sin que me paren en la calle dos o tres personas para recordar Hermanos y hasta me dicen aquella frase: A mí nadie tiene que decirme lo que tengo que hacer con lo mío. Eso siempre sucede”.

Muchas veces lo llaman para interpretar papeles negativos, ¿le gusta ese tipo de personajes?

-En el teatro hice más positivos. Sin embargo, a mí no me cuesta tanto trabajo llegar a hacer un personaje fuerte, malvado… Es más difícil hacer un personaje débil, opaco… Aunque no me caracterizo por ser un individuo violento ni áspero.

Usted ha dicho que prefiere el anonimato, ¿por qué?

-El anonimato es placentero, pero tampoco puedes ir por ahí y ser descortés con las personas. Te llaman para hablar y hasta te invitan a entrar a su hogar. Esto puede ser agobiante, pero es muy agradable. Aunque repito: prefiero caminar de forma anónima.

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