Fidel Betancourt ha tenido una importante presencia en el arte y la cultura de nuestro país. Actor de fuerte temperamento dramático ha brillado a lo largo de su recorrido por esta profesión, dejando su impronta en decenas de personajes en teatro, cine y televisión.

Este amor por la actuación se fragua a partir de las experiencias que ha recolectado en películas como Chamaco, Habana Blues, Madrigal y en las obras de teatro Roberto Zucco, Vida y Muerte de Pier Paolo Pasolini y Morir del Cuento de la mano de los directores Carlos Celdrán y Alberto Sarraín.

Oportunidades que alcanzó aprovechando las propuestas que se le presentaron en el camino y manteniendo los sueños de aquel joven que se escapaba de clases para ver obras de teatro y se imaginaba dentro de una película.

¿Desde el principio tuviste claro que querías ser actor?

- Nunca tuve un interés marcado por la interpretación, era un mundo ajeno a mis deseos profesionales, me gustaba el arte, la pintura, la música, pero de manera aficionada, jamás pensé que podría acabar siendo actor.

“Irme a estudiar actuación a la capital, en el Instituto Superior de Arte (ISA), tan lejos de casa, fue una verdadera sorpresa en mi vida; tenía claro que quería conocer el mundo, explorar nuevos caminos, que en mi natal Santiago de Cuba no podía.

“Conseguí una plaza para estudiar en La Habana y esa decisión cambió mi vida por completo. No tenía claro a dónde iba, ni qué iba a encontrarme, tenía curiosidad y ganas, pero todo era un viaje a lo totalmente desconocido. Así comenzó mi vida en el arte.

“Los primeros años en la Universidad fueron muy extraños, me gustaba lo que me rodeaba, pero no entendía nada; el comportamiento tan liberal de todos, sus maneras de pensar tan altas y sus desenfados me confundían todo el tiempo. ¿Era realmente este mi lugar?, me preguntaba.

“Pero fui dejando correr mi suerte e intentando adaptarme y avanzar en lo que me había llevado hasta allí, que era aprender a actuar; y poco a poco me fui convirtiendo en uno más del grupo. Cuando terminé el primer año de la carrera y regresé a mi ciudad, me di cuenta de cuánto había cambiado. Guardé a mi querido Santiago en un lugar bien seguro y decidí mirar hacia adelante”.

¿En qué momento empiezan a reconocer tu talento?

- Cursaba el tercer año de la carrera cuando llegó mi gran oportunidad. Por esas cosas de la vida que no tienen explicación lógica, pero que vamos a llamar buena suerte, después de una audición me ofrecieron un personaje en Argos Teatro, dirigido por Carlos Celdrán. Era una de las grandes compañías de teatro del momento; llena de actores admirados e históricos espectáculos que realmente me intimidaban.

“La presión era inmensa, pero, como dije antes, estaba ante mi gran oportunidad y las oportunidades son como los amaneceres, si demoras demasiado, los pierdes.

“Fue un éxito total esa puesta en escena, estaba dentro del mundo profesional del teatro cubano”.

¿Quién fue el primero que creyó en tu talento y vocación?

- El mundo docente es muy diferente al profesional, los profesores te guían, siembran el interés por la profesión, absorbes muchas cosas de tu maestro que luego filtras para cuando realmente tengas que lidiar con el mundo profesional.

“Tuve de maestra durante la carrera a Corina Mestre, una reconocida actriz cubana con mucha fuerza y carácter. Todos estábamos rendidos ante ella. La actriz que tantas veces había visto en la televisión me estaba enseñando tres veces por semana los secretos de la actuación; pero no dejaba de ser un entorno escolar.

“Carlos Celdrán me dio la primera oportunidad profesional, confiándome un espacio dentro de su espectáculo, de su compañía y de su vida. Puedo asegurar que mi trayectoria como actor está marcada en gran medida por el trabajo que hemos compartido. Nunca me he desligado de su entorno. Tenerlo cerca siempre es aprender. Han pasado 16 años de ese primer espectáculo en La Habana y dentro de menos de un mes estrenaremos juntos su más reciente texto en Madrid”.

¿Se considera un actor de método? ¿Qué pasos sigue para meterse en un papel?

- No me considero un actor de método, redacto mi propia biblia actoral con las distintas experiencias que voy acumulando. También depende del tipo de teatro que estés haciendo o si es televisión o cine. Por ejemplo, la cámara requiere mucha sinceridad, tus ojos lo dicen todo, la luz y tu habilidad para construir en el set van a definir muchas veces el resultado.

“Interpretar una obra de Moliere o un clásico del siglo de oro español en verso, requieren otra técnica, otra manera de construir el personaje; trabajas más la farsa, la voz, mueves tu cuerpo de forma más exagerada, comunicas la historia de otra manera. A mí personalmente me guía muchas veces la intuición, pero lo que si nunca debe fallar es tu compromiso con la historia y tu comprensión total de lo que cuentas. Si lo entiendes, simplemente lo vives”.

Para muchos de tus colegas, el teatro es la consagración del actor, ¿tú sientes que es así?

- No lo veo así. Tengo que decir que el escenario es un espacio casi sagrado donde literalmente dejamos el alma, exponemos nuestros miedos, nuestros secretos y hasta nuestra dignidad. Nos hace fuertes, nos inunda un inmenso placer habitarlo y llegar al éxtasis sobre él. Pero la profesión es inmensa y cada vez se va adaptando más a los nuevos tiempos que corren. Con la ayuda de la tecnología es posible construir momentos de gran profundidad emocional, delicadeza artística y vuelo poético, logrando en un pequeño instante algo poderoso e inmortal. La consagración está en ti, en el pacto mudo con la profesión, en la capacidad para seguir avanzando en la vida sin abandonar tus personajes, que son parte de ti.

¿Cuándo se dio cuenta de que había pasado de ser estudiante del ISA a actor profesional?

- Fue en mi debut profesional. Estrenamos en el noveno piso del Teatro Nacional, Vida y muerte de Pier Paolo Pasolini, del autor francés Michel Azama, con Argos Teatro. Ese día, con el teatro lleno y toda la expectación del momento, estaba muerto de los nervios esperando el comienzo de la obra. Se acercó a mi Alexis Díaz de Villegas, un gran actor cubano al que quiero y respeto profundamente, y me preguntó si era mi primera vez y le respondí con la cabeza, no podía ni hablar, estaba verdaderamente acobardado. Me agarró las manos y me dijo: “Bienvenido al teatro, disfruta este momento que nunca más va a volver, lo que pase hoy será único e irrepetible” y luego apuntó: “Mírame a los ojos, si tienes problemas, mírame, confía en mí”. Y así fue, una gran noche llena de recuerdos entrañables. Ese día me convertí en profesional.

¿Qué consejos te han dado para tu crecimiento como actor?

- Al principio quería demostrar de lo que era capaz y más, quería abarcarlo todo, aunque fuera imposible. Luego vas avanzando en la vida y descubres que la profesión te acompaña, que no hace falta alardear de oportunidades ni buscar el reconocimiento fácil, que según te vas trasformando con el paso del tiempo y los años, ella también va cambiando contigo.

“El actor que fuiste necesita actualizarse. El rostro cambia, la voz, el cuerpo, las emociones y experiencias; adaptarte orgánica e inteligentemente a esto es la mejor manera de no dejar de crecer como actor”.

¿Cuáles son los personajes que te llaman la atención?

- Los personajes que me llaman la atención son los villanos. Aunque siempre espero con mucha expectación mi próximo proyecto. Mientras más complejo, mejor.

¿Cómo fue tu experiencia al participar en series y películas españolas de tanto reconocimiento por parte del público como Servir y proteger, Centro médico y Él Secreto de Puente Viejo y de haber podido trabajar con grandes colegas de esa nación?

- Llevo viviendo en España más de 15 años y he trabajado en diversas producciones en la televisión y el cine. He seguido desarrollando mi carrera y cada uno de los proyectos ha sido un viaje de aprendizaje. A pesar del tiempo que llevo aquí hay múltiples referentes y detalles culturales que tienes que aprender y a veces adivinar. Compartir mis experiencias vitales, que provienen de otra cultura y darles un lugar en esta, es mi homenaje en secreto a mi país, que tanto extraño.

“Siempre es una gran felicidad conocer y compartir con los compañeros de profesión; a pesar de que el acento pueda ser diferente, cuando hay verdad y pasión en lo que haces, enseguida conectas con las personas. Tengo que decir que he vivido momentos hermosos trabajando aquí, y he conocido gente que admiro y respeto profundamente. Los proyectos van y vienen, pero a pesar del cartel y la fama que puedan generar, desde adentro se viven de otra manera, si ofreces con el alma, recibes de corazón”.

Has interpretado muchos personajes a lo largo de tu carrera, ¿te cuesta trabajo salir de uno para entrar en otro?

- Hay personajes que te van a acompañar siempre. No los convoco todos los días ni a toda hora porque sino sería imposible el camino. Pero algunos han dejado una huella importante en mi vida y hasta en mi personalidad. Aparcar un personaje y darle vida a otro forma parte del entrenamiento. Que ese proceso sea orgánico y placentero es una responsabilidad como creador.

“Es una nueva relación que entablas contigo mismo. Algo que nace dentro de ti y que llegará hasta donde tú seas capaz de hacerlo. Me gusta vivir esos momentos”.

¿Tu físico te ha abierto puertas en tu carrera o en ocasiones te ha perjudicado?

- Tengo que agradecerle mucho a mi físico. Siempre me ha gustado hacer deporte y mantenerme en forma. No es un secreto que el mundo del espectáculo demanda imágenes atractivas y si la vida te dio esa posibilidad tienes que agradecer poder contar con ello. No me considero especial e intento que no sea ese el motivo fundamental por el que me busquen; pero el cuerpo y la mente serán tus herramientas fundamentales para seguir avanzando.

Disfrutas de un prestigio que has ganado con tu trabajo, ¿tu carrera se ha construido conscientemente o simplemente ha surgido en base a tus decisiones y las ofertas que has recibido?

- Trabajar, trabajar y seguir trabajando siempre ha sido mi foco. Mi obsesión con no detenerme ha sido la responsable de ir sumando a mi curriculum. No soy muy consciente de cómo han ido sucediendo las cosas, pero un trabajo me ha ido llevando a otro y espero que esa dinámica siga funcionando.

“No me imagino mi vida fuera del arte. Luego está el orgullo que te producen las opiniones de familiares, amigos y las personas que se acercan y te hablan cariñosamente de lo que ya puedes nombrar como tu obra, que no ha sido más que tu propia vida.

“El otro día estaba hablando con mi hijo por teléfono y me comentaba que vio una película que le gustó mucho y que le había encantado el actor, que quería ver más pelis de él. Yo enseguida quise motivarlo y le pregunté si ese era su actor preferido. Él se quedó unos segundos en silencio y me dijo: “No papá, mi actor preferido, eres tú”. Me llené de emoción, soy muy afortunado, pensé”.

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