El famoso caballero asistió a un programa televisivo de Escuela de TV, productora perteneciente a Gaspar Pumarejo

La televisión cubana, desde el 24 de octubre de 1950, redimensiona las imágenes en movimiento, la información, el deporte, la comunicación comercial y el arte que se expande progresivamente hacia diversas provincias. Así, los tradicionales espectadores de espectáculos artísticos en espacios públicos de teatros y radioemisoras devinieron televidentes desde el escenario privado hogareño, integrado por una amalgama de ciudadanos con la más diversa formación, poder adquisitivo y clases sociales.

Nuestra Industria Cultural, sustentada en la publicidad, el teatro, la radio y la televisión, tuvo como ejes la competencia por los anunciantes y las audiencias, la exclusividad del Sistema de estrellas y la diversificación de los géneros y formatos de la programación mediática habitual. En fecha tan temprana como 1951 comenzó una variante sui generis de cadena nacional de video habanera (Canal 6 CMQ TV) a la que, tras la instauración de las primeras redes de microondas, se sumarían las del Canal 4 y las del Canal 2, respectivamente. Tales redes, en forma creciente, cubrirían las principales capitales provinciales de mayor poder adquisitivo de la nación.

De esta manera, irrumpieron en los escenarios televisivos costumbres, tradiciones y personalidades habaneras, como artistas, científicos, intelectuales, políticos, comunicadores, ejecutivos mediáticos, emigrantes españoles y auténticos personajes populares de gran notoriedad. Entre estos últimos destacaron La marquesa, Tarzán, Chapitas, El caballero de París y Bigote de gato, quienes compartieron múltiples espacios comunes.

El caballero de París había nacido en Vilaseca (Lugo, España). Arribó a Cuba durante la primera decena del siglo XX, junto a tres hermanos, para apoyar al tío gastronómico que entonces trabajaba en el Hotel Telégrafo. El Caballero hablaba inglés, gallego y español. Por 1921, había sido valet en una familia aristocrática de El Vedado y trabajador del comercio. Tras seis años preso por supuesto robo, al salir de prisión ya era víctima de un delirio de grandeza que nunca le abandona. De esta manera, devino ambulante habanero, siempre pausado y con maneras elegantes. Llamaba la atención por su capa caballeresca, su compacta y su larga melena. Paradójicamente, no pedía limosnas, pero las agradecía otorgando consejos y mercedes del irreal universo medieval donde, en su ficción, ostentaba títulos nobiliarios.

Era prohijado por algunos comerciantes (entre ellos, Bigote de gato, barman español propietario de un bar-café, donde El caballero siempre desayunaba). Es precisamente con este peculiar y popular comerciante, con quien asiste a un programa televisivo de Escuela de TV, en el Canal 2 (Telemundo) realizado por la productora audiovisual propiedad de otro coterráneo ibérico, Gaspar Pumarejo Such. Este último durante 1950 había inaugurado el Canal 4 (Unión Radio TV), nuestra primera televisora.

El caballero ingresa definitivamente en el Hospital Psiquiátrico de Mazorra en diciembre de 1977, donde restaña su salud y fallece querido y respetado por todos. Antes de morir, razona que estos “no eran tiempos de caballeros ni de aristócratas”.

 

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