Nuestra radiodifusión está de fiesta porque hace un siglo, el capitán mambí, músico y compositor cubano Luis Casas Romero, fundó en La Habana la emisora 2LC, donde se estrenó la emisión de programación regular al éter.

Porque honrar, honra y somos agradecidos, no podíamos ausentarnos del festejo que significa recordar cuanto han dado a ella, desde entonces, generaciones de cubanos y cubanas.  

La historia común que compartimos ambos soportes electrónicos se redimensiona más allá de las estructuras organizacionales, de la tecnología gestora de prácticas mediáticas que nos hicieron compartir entre tantas cosas comunes: los controles remotos en tiempo real, las narraciones y los géneros, y formatos que conformaron nuestra programación habitual, en tiempos cuando la única diferencia era la capacidad de generar las imágenes en movimiento a una pequeña pantalla en la intimidad hogareña.

Los vínculos indisolubles creados en nuestro devenir, se enhebran como los de una madeja y son difíciles de separar:   

  • Las tres primeras televisoras cubanas fueron fundadas por empresas propietarias de radioemisoras:
  • UNION RADIO genera UNION RADIO TV (Canal 4), la fundadora.
  • CMQ Radio fundó CMQ TV, Canal 6.
  • CMBF Radio Musical de CMQ S.A., da lugar a CMBF TV, Canal 7.

La televisión naciente se nutrió del capital humano artístico y especializado formado en el ejercicio simultáneo de los más disímiles roles en los escenarios teatrales, en los estudios radiales, en las practicas singulares de la publicidad y en el codiciado ámbito cinematográfico.   

Seguir la historia de vida de cualesquiera de las estrellas de la radio y la televisión de la primera mitad del siglo XX cubano, es lanzarse a la vorágine donde aún nos asombra tanto volumen de trabajo simultáneo realizado y sus flujos incesantes entre los soportes electrónicos, los escenarios teatrales, las prácticas publicitarias y el cine. 

Solo este entrenamiento y experiencia múltiple hizo posible que nuestro video fuera capaz de dar un salto cuantitativo y cualitativo de siete leguas, en menos de una década.

Así logramos la calidad integral de obras realizadas en las disímiles condiciones materiales-tecnológicas de un sistema televisivo donde confluían televisoras de empresas competidoras de diferente pujanza.

De esta manera, el mayor y más diverso mercado televisivo latino de la época ensayó y probó hasta el infinito la diversificación de géneros y formatos que día tras día aplicaban nuevas prácticas, modalidades y tendencias.

Este versátil y voluminoso ejercicio cotidiano potenció los géneros y formatos de la programación regular y produjo un salto vertiginoso en la calidad integral de nuestras polifacéticas escenificaciones e interpretaciones.  

Entre tantos ámbitos hermanados en la radio y en la televisión, hoy quiero recordar el origen de nuestra telenovela:

En octubre de 2022 celebraremos el 70 aniversario de la emisión del primer espacio habitual donde se estrenaron relatos originales escritos expresamente para la televisión; emitidos uno tras otro entre lunes y sábado, durante un semestre.

Esta condición no solo constituye una primacía histórica de Cuba sino también de Iberoamérica.[1]

En el éxito de las telenovelas mucho tuvo que ver la tradición de aquellas radionovelas cubanas que desde 1937, recorrieron Cuba y América Latina, forjando paso a paso, las esencias y los códigos del modelo latino del género, inspirado originalmente en las primeras soap opera de la radiodifusión estadounidense.

¿La televisión hubiera podido dominar con tanta celeridad los intríngulis escénicos y dramatúrgicos de variadas modalidades del género si sus escritores, adaptadores y realizadores no hubieran atesorado la experiencia adquirida en su ejercicio radial?

Para beneficio de todos los cubanos, la televisión nos permitió visualizar el drama, la comedia, la poesía, la música, el teatro, la cultura guajira y afro, el deporte y la información que décadas atrás conocimos desde nuestros hogares, en las ondas radiales.

La enumeración de tantos latidos compartidos entre la radio y la televisión es mucho más extensa.

Pero lo recordado basta para entender que, en nuestras esencias, somos ramas de un mismo árbol.  

 

 

 

[1] Entonces, en el distante Brasil, solo difundían adaptaciones de romances de corta duración en frecuencias menores a la semana.  

 

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