Reseña de su impronta de talento y rigor profesional en el teatro, el cine y la televisión, a propósito de su cumpleaños
Mario Balmaseda es una gloria indiscutible del arte en Cuba. Nunca se ha dejado encasillar en un solo tipo de personaje o de medio artístico y, gracias a ello, hemos podido disfrutarlo protagonizando un sinnúmero de caracterizaciones, dirigiendo obras de teatro, actuando en cine y en la pantalla chica y siendo jurado de prestigiosos concursos literarios, como el Premio Casa de las Américas.
Sus primeros pasos en la actuación los dio en el teatro, como aficionado. A fines de los años sesenta del siglo XX integró la primera brigada de teatro obrero-campesino, con la cual recorrió varias regiones de Cuba. Esta fue una etapa de profundos aprendizajes en el plano profesional y personal.
Desarrolló estudios de dramaturgia en el Seminario que lideraba en el Teatro Nacional la poetisa, ensayista y pedagoga Mirta Aguirre; posteriormente se preparó en la antigua República Democrática Alemana (RDA).
Integró el grupo de teatro Ocuje que, con la fuerza de su nombre, llevó a las tablas importantes puestas escénicas, como El alboroto, de Carlo Goldoni, y María Antonia, de Eugenio Hernández, una de las piezas más emblemáticas del teatro cubano de todos los tiempos.
En este colectivo inquieto y revolucionario desde el punto de vista estético, Balmaseda compartió experiencias y enseñanzas con renombradas figuras del arte cubano, como Hilda Oates, Omar Valdés, Miguel Benavides, Daysi Granados, Susana Alonso, Samuel Claxton, entre otros.
Durante su carrera teatral incursionó también en la dramaturgia y la dirección, ámbitos desde los cuales ha creado más de una decena de piezas y tutelado otras muy relevantes, como por ejemplo, Andoba, de Abraham Rodríguez.
En el cine desarrolló una intensa carrera, en la cual descuellan notables filmes como Los días del agua (una de sus películas favoritas, según ha afirmado), El hombre de Maisinicú, De cierta manera, La última cena, El brigadista, Se permuta, Baraguá, Entre ciclones, Roble de olor, Mañana, entre otros muchos.
Su trayectoria en la pequeña pantalla le ha legado al público que lo sigue inolvidables caracterizaciones en series como Aventuras de Juan Quin Quín, En silencio ha tenido que ser, Un bolero para Eduardo, y en telenovelas como Si me pudieras querer y Añorado encuentro, entre otras.
En las múltiples caracterizaciones que ha asumido como actor, tanto en las tablas, el cine como la televisión, siempre ha defendido la autenticidad, el rigor y la disciplina a la hora de trabajar.
Entre los múltiples galardones de los que ha sido acreedor por su fecunda carrera, pueden citarse: la Distinción por la Cultura Nacional, las órdenes Juan Marinello y Alejo Carpentier, otorgadas por el Consejo de Estado de la República de Cuba, la Máscara de Oro del Teatro Nacional alemán, el Premio Nacional de Teatro cubano en el año 2006 y números lauros por mejor actuación masculina, mejor puesta en escena y mejor autor dramático, conferidos en disímiles concursos nacionales y foráneos.
Poseedor de una obra con más de cinco décadas de prolífica existencia, Balmaseda ha desterrado de sus creaciones los maniqueísmos y estereotipos tradicionales.
Cada personaje representa para él la oportunidad de desdoblarse, volver a nacer y fundar, en palabras de la poetisa Nancy Morejón, "la columna de luz que ha plantado en el seno de nuestras tablas", y por la cual constituye hoy Mario Balmaseda una leyenda vida de la actuación cubana.