Extravíos, teleplay del realizador cubano Alejandro Gil (La pared), tomando como fondo  la situación social cubana actual, establece un paralelismo entre el “jineterismo” común y otro novedoso, el "intelectual y cultural."

Basado en un cuento de Rafael de Acosta, Extravíos centra su trama en la frustración de un escritor (protagonizado por Néstor Jiménez) que se debate ante el dilema de pervivir en el sueño de una obra auténtica, sin concesiones a la banalidad o el comercialismo o sucumbir a las leyes del mercado y la dura vida que sobrelleva con suma tensión y desgarramiento.

El escritor tiene a su madre postrada y menesterosa de medicamentos que escapan a las posibilidades de su bolsillo, por otra parte la hermana, que ha soportado estoicamente la prueba familiar, se desmorona.

 

Y para colmos un colega de profesión llega del exterior donde sobrevive y lo visita con un mensaje de desaliento: “deberá pagar sus deudas” y para ello fija un plazo, más una proposición indecente: “deja los sueños y ponte para el dinero”.

En este punto es que empieza a moverse toda la trama de Extravíos. Nada menos que un “hombre inmovilizado y deudor” obligado a actuar por una circunstancia apremiante.

Su mundo se desmorona cuando el burócrata cultural, al cual confía su futuro de escritor, opta por favorecer los valores sexuales de una jinetera intelectual y ahí es cuando surge su frase resumen: “hay gente que escoge del ser humano lo peor para vivir”

Una joven, sonriente y bella meretriz (Miriel Cejas) matiza el relato, ella vende descarnadamente su cuerpo, y cuando confronta “de oficio” a la jinetera intelectual aquella le dice: “no, no, no somos iguales”, porque no es lo mismo acostarse con un burócrata cultural o el presidente de un jurado literario que con un turista.

Los medios no justifican el fin, porque el fin cultural los lava, los perfuma y oxigena. ¿Hablamos de cultura, no?

Este dramatizado cuenta con guión de Amilcar Salatti, producción de Pilar Rodríguez y fotografía de Rafael García. Los diálogos, escenarios y primeros planos refrescan la trama. Más creo que en los protagónicos descansa principalmente el mérito de Extravíos.

Néstor Jiménez brilla en su papel de escritor vapuleado por una realidad quemante, la joven actriz Miriel Cejas (Lisanka, Bolero al paraíso), lleva una nota cálida por la cuasi ingenuidad simpática de su papel de fruta fresca vendida al por mayor.

Laura de la Uz siempre resplandece como actriz de pies a cabeza en sus roles “feos”, en esta ocasión como hermana del escritor, sufrida, cansada e impotente, Tomás Cao (Los heraldos negros) con su rostro de “período especial” se ha convertido en una pieza obligada por su efectividad, en cualquier teleplay de la actualidad.

Fernando Echevarria representa cabalmente su burócrata cultural: cruel, esquivo, cínico, gran pescador en río revuelto. Natalia Herrera, en actuación especial, nos trasmite toda la infelicidad de la soledad de una madre postrada.

La música original de  Iván Lejardi actúa como eficaz soporte de la tragedia a lo Esquilo  o a lo Sófocles en esta Grecia caribeña.

Alejandro Gil, sobresale como director y máximo responsable de que uno salga de la lectura de Extravíos con  el alma en pena.


*Tomado de CUBADEBATE.

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