Protagonistas
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- Escrito por: Ivón Peñalver / Fotos: Archivo
- Categoría: Protagonistas
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Más de seis décadas de trayectoria artística signaron el paso de este «malo» querido, especialmente en los espacios de aventuras y telenovelas cubanas. Carlos Hernández Quintas es uno de esos nombres que, aun sin estar físicamente, exige ser recordado por lo que significa en cuanto a rigor y entrega a la actuación.
En uno de los programas especiales que se le dedicaron en el espacio televisivo Al mediodía, emocionado, confesó lo que sentía al recorrer los pasillos de la televisión. Según expresó, era una extraña mezcla entre el deseo incontenible de regresar y la conciencia inevitable de que el tiempo no pasaba en vano.
Eran sentimientos encontrados, pero verlo en pantalla era retomar aquellas tardes y noches en que su presencia significaba distracción y entretenimiento para los más pequeños de casa, quienes en más de una ocasión pedían la compañía de los adultos para enfrentar las intrigas de los dramas que protagonizaba.
Santiaguero locuaz y refranero, amante de las anécdotas, Quintas tuvo la oportunidad, en las décadas del setenta y ochenta, de mostrar su versatilidad actoral. Producciones televisivas como Los mambises, de Antonio Vázquez Gallo; Juan Quinquín en Pueblo Mocho; Tierra o sangre, de Miguel Sanabria; Los comandos del silencio, de Eduardo Moya; Las aventuras de Ulises, de Erik Kaupp; El conde de Montecristi, de Miguel Sanabria; Enrique de Lagardere, de Raúl Pérez; Los pequeños campeones, de Willy Franco, entre muchas otras, revelaron a un actor capaz de encarnar la maldad humana sin recurrir a clichés ni a sobreactuaciones.
Lo convincente de su desempeño lo llevó también a espacios como Día y noche, en propuestas como La ronda del asesino, donde asumió el coprotagónico bajo la dirección de Rafael Acosta. En Tras la huella igualmente aportó su experiencia en casos como Fraude, de Willy Franco, y Tropicana, de Rafael Ruiz. Al humor accedió en programas como Vivir del cuento, A otro con ese cuento y Punto G.
Radio Progreso fue su otra casa. En más de una ocasión la definió como ese escenario singular que le proporcionó aprendizaje y crecimiento personal: «Nunca imaginé que podría hacer voces, y Progreso me dio la oportunidad, lo mismo que trabajar para los niños, algo que respeto mucho. Tanto, que no lo hice más veces como hubiera querido». Quintas explicaba que necesitaba estar completamente seguro de cómo presentar las historias a los pequeños, pues los consideraba el público más exigente.
Carlos Quintas fue de esos rostros cuya voz se hizo familiar tanto en la radio como en la televisión cubana. Aunque mantuvo también una trayectoria en el teatro, era habitual verlo asumir caracterizaciones de personajes de época y delincuentes contemporáneos.
Su sencillez le permitió acercarse a los jóvenes con la convicción de que de ellos siempre tendría mucho que aprender. Así vivió, creó historias y ofreció motivos suficientes para admirar su sinceridad y entrega. Su labor fue reconocida con distinciones como el Premio Actuar por la obra de toda la vida (2019); el Premio Pequeña Pantalla, otorgado por la televisión cubana (2021); además del reconocimiento como Artista de Mérito de la radio y la televisión, el diploma que lo acreditaba como fundador del ICRT y la distinción por el 40 aniversario de esa institución.
A su extensa lista de trabajos para los medios se suma el más valioso reconocimiento: el aplauso y respeto del público, ese que hoy repite su nombre con una sonrisa cargada de gratitud y recuerdo.