El canon griego todavía vigente demuestra que el logro de la perfección se expresa a través de la unidad de las partes; para todo autor trabajar con una buena premisa garantiza la unidad de acción y que la integridad de las partes esté en función de demostrar el referido punto de partida.

Algunos detractores de los dramatizados no reconocen su trascendencia comunicativa, ni la mediación cultural de la televisión como institución que produce y reproduce sentidos sociales, propone mundos posibles aceptables, aceptados o rechazados por los públicos. Sin duda, la TV media entre la elaboración del conocimiento de la realidad y la valoración de los sujetos de esa realidad, reafirma la dimensión antropológica de la cultura, que es un ente heterogéneo, híbrido, donde confluyen repertorios cultos, populares y masivos.

En ocasiones, algunas obras intentan verlo todo con el equilibrio del tratado sociológico y finalmente no ven nada, como ocurrió en la serie cubana Con palabras propias. La dura realidad no se resuelve mediante simplificaciones o excesos de esquematización. No funciona el melodrama para soluciones de conflictos que intentan resolver una amalgama compleja de situaciones y planteamientos apenas bocetados, dado el interés de abarcar mucho para ofrecer una visión de lo real.

Las puestas en escena no son solo producciones de sentido, sino de sensaciones que alcanzan su clímax en narraciones estructuradas con el fin de explorar la dimensión afectiva del ser humano. Como advierte el cineasta y teórico Julio García Espinosa: “En un mundo de sentimientos cada vez más asépticos, la telenovela rescata, sin complejo alguno, la posibilidad de volvernos a emocionar”.

Con una estrategia de comunicabilidad propia, el discurso telenovelesco al narrar escucha las emociones, recrea argumentos a través de los mitos sin abandonar variantes recurrentes en su estilo: propuesta de un modelo moral, capacidad de reconocimiento e identificación con los públicos y uso del lenguaje popular.

De ningún modo se excluye de las prioridades la verosimilitud, la cual se basa en un contrato entre medio y receptor, en el que ambos están dispuestos a dejarse llevar por una narración previsible, pero que provocará el placer de ir descubriendo junto al autor los detalles de la acción.

La duración del relato, la repetición a lo largo de los capítulos, el uso del suspenso en función del enganche con la trama y la creación de expectativas de solución forman parte de un universo de representación donde se mezcla la realidad vivida y la realidad soñada por los televidentes, en la construcción de un mundo posible, que la ficción recrea para llegar a las fibras más íntimas.

De esos y otros recursos se aprovecha la telenovela para concebir un producto vendible y al mismo tiempo degustable. El estreno de Terra nostra (Canal Habana, 10:00 p.m.), enBrasil,en el segundo semestre de 1999, impactó a los televidentes. Las cifras de inversiones en producción y divulgación alcanzaron decenas de millones de dólares. Retoma el escritor Benedito Ruy Barbosa, descendiente de inmigrantes, el melodrama agrario que abordó en El rey del ganado (1996), asunto conectado con los cambios revolucionarios ocurridos en el país sudamericano.

Algunas telenovelas introducen temas como el soborno, la droga, la corrupción, la homosexualidad; aunque lideran en la trama central los conflictos amorosos de una pareja y el resto de las acciones se subordinan a dicho patrón.

Ocurre en Passione (Cubavisión, martes, jueves y sábado, 9:00 p.m.),que mantiene un discurso fragmentado, con elipsis de situaciones, escenas de retrospectivas, cortes y sucesivos retornos a conflictos relegados a un segundo plano, en los  cuales opera la analogía entre emociones perdurables.

¿Para qué pueden servir las telenovelas en el siglo XXI? Detractores y asiduos defensores seguro advierten que en una época de crisis globalizada, de enfrentamientos sangrientos, pérdidas y angustias, urge sembrar amor manteniendo los pies en la tierra. Constituye el audiovisual un medio idóneo para expresar una de las mayores virtudes del arte: la desazón que anima a pensarlo todo de nuevo, a revisar nuestra conducta sin descuidar la humildad de quien aprende a vivir en el diario acontecer.

Vuelve en septiembre a la TV una telenovela cubana de cien capítulos: Santa María del porvenir, de Gerardo Fernández (El naranjo del patio), con dirección de Rolando Chiang. Ambientada en los años 50, cuenta lo que sucede en una tranquila ciudad de ficción donde un día comienzan a llover billetes… De nuevo, los juegos premeditados del género colocarán en la pantalla argucias conocidas. De nuevo, la telenovela tendrá mucho que decir sobre el amor, la muerte y el ser humano; solo es preciso estar atentos para aprender y reflexionar.

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