Maqueta original utilizada en el animado El tesoro del palomar, actualmente expuesta en el Museo de las Parrandas de Remedios (Foto: Del autor)
Ayer, durante mi visita al Museo de las Parrandas de Remedios, me encontré con una pieza que me detuvo el paso: una maqueta utilizada en el animado El tesoro del palomar, dirigido por Jesús Moreno en 1977. La maqueta, cuidadosamente elaborada en la sección de attrezzo de los Estudios Fílmicos de la Televisión del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), fue fruto del trabajo de Mónica Duarte, Lorraine Carralero y Caridad Buzón, bajo la asesoría de Freddy Caballero, jefe de la sección. En ella se adivina el esmero y la minuciosidad de quienes, sin saberlo, estaban dejando huella en la memoria cultural de un país.
La curiosidad me llevó a buscar más información y descubrí que este cortometraje de marionetas forma parte del patrimonio audiovisual cubano. Realizado en los Estudios Fílmicos de Animación del ICRT, El tesoro del palomar es recordado por su técnica de stop-motion, su estética artesanal y por una canción que muchos todavía tararean: “Un grupo de muchachos hicieron una carroza, mira la carrocita para jugar a la parrandita…”. Así, la esencia de la Parranda remediana entró en los hogares cubanos, especialmente en el imaginario de los niños.
Gracias a investigaciones recientes de Abel Molina y el Grupo de Archivo y Patrimonio de la Televisión Cubana, se ha recuperado información sobre esta y otras producciones similares, rescatando fotos de su rodaje y testimonios de quienes la vivieron. Como relata Molina, existían piezas que, aunque muy queridas, quedaron en el misterio por décadas. El rescate de El tesoro del palomar permite volver a mirar en fotos una obra que transmitía valores, identidad y tradiciones en una época en la que la creatividad suplía las limitaciones técnicas.
Momento de la filmación de El tesoro del palomar (Marionetas, realizado en 1977 por Jesús Moreno (Foto: La Jiribilla)
Estas producciones, hoy amenazadas por el deterioro de sus soportes originales como cintas VHS o Umatic, son un recordatorio de la importancia de preservar nuestro patrimonio audiovisual. No son solo muñequitos para entretener; son fragmentos de historia que muestran cómo, desde la televisión, se podía educar, divertir y, sobre todo, fortalecer el sentido de pertenencia cultural.
Saber que existieron obras como El tesoro del palomar emociona y compromete. Es una invitación a seguir creando contenidos que hablen de nosotros, que rescaten nuestras costumbres y que, como aquella maqueta expuesta en el Museo de las Parrandas, sigan siendo testimonio vivo de la imaginación, el talento y la memoria de todo un pueblo.