Esta primera experiencia suya como director, precisamente en un género tan complejo y exigente como el humor, justifica esta conversación con el Fepo… y sin estrés.

¿Cómo surge la idea de “Tres por uno estrés”?

Todo comenzó cuando el Vicepresidente del ICRT para la Televisión, Omar Olarzábal, solicita a la División de Programas Dramatizados un espacio humorístico dedicado a los monólogos, y Carlos Fundora –que actualmente es el asesor de este programa- me estimula a presentar un proyecto. Y hubo que hacerlo con mucha premura, porque era el mes de marzo y se pretendía que el primer grupo de programas saliera al aire en el verano. La propuesta que entregué les agradó a los directivos de la División, y ese fue el punto de partida para la materialización de este proyecto.

Que tiene una gran economía de recursos: un solo actor, un ciclorama, dos plataformas, un biombo, un espejo, un sillón de peluquería...

Es que desde un inicio me dijeron que debía ser un programa de bajo presupuesto, que no debía llevar esto, aquello y lo de más allá. Entonces me atuve a esas condiciones, y lo que está transmitiéndose es ni más ni menos lo que se me ocurrió: un espectáculo unipersonal –porque al menos un actor debía tener- donde se presentaran tres monólogos. Dos de ellos debían formar parte del repertorio habitual del humorista, y el otro monólogo sería una improvisación a partir de una situación específica que se le propusiera.

Y aquí entre nosotros… ¿es realmente improvisado ese monólogo?

Sí, lo es, aunque según sus características, el actor puede estar más o menos enterado del asunto. Porque hay humoristas acostumbrados a actuar basándose estrictamente en el texto aprendido, sin darle margen a la improvisación. En esos casos lo que hice con ellos sobre todo fue pedirles que improvisaran a partir de ciertos personajes que tenían ya montados.

¿Por ejemplo?

Está el caso de Onelio Escalona, que en los comienzos de su carrera como humorista parodió muchas veces a Cantinflas, y por eso le pedí que asumiera desde ese personaje su improvisación. Y Mireyita Abreu hace muchos años en el Festival Aquelarre hizo el monólogo de un pirata, y decidí proponerle la situación a improvisar, basándose en esa caracterización.

O sea, les facilitas bastante las cosas a los humoristas, ¿no?

No siempre, porque a Luís Silva le cuesta trabajo hacer voces femeninas –excepto la de Margot, el personaje que interpreta Osvaldo Doimeadiós-, y sin embargo le pedí que en su improvisación representara a una mujer en el velorio de su marido. En un principio no estuvo de acuerdo, pero finalmente lo asumió como un reto en su carrera, y quién sabe si incorpore ese personaje a su repertorio, porque le quedó muy bien. Y eso que le di a conocer la situación apenas dos horas antes de la grabación del programa.

Pienso que como director es un riesgo pedirles a los actores que improvisen de ese modo, porque ese pudiera ser el Talón de Aquiles del programa. ¿Es acaso un riesgo calculado?

Es un riesgo que asumo de antemano, en el caso de que esa improvisación falle o quede floja.

¿Y eso no te preocupa?

Me preocupa, pero no le temo, porque ese es el segmento más corto del programa, pues no les exijo a los humoristas que improvisen más allá de dos o tres minutos, que pueden resultar maravillosos o desastrosos, yo lo sé, pero también sé que son los otros dos monólogos los que pueden definir el éxito del programa. Por eso soy más exigente con esos, aunque ya los conozca de antemano. En esos casos no hace falta tanto ensayo y tanta dirección de actores, pero siempre habrá un rigor en la selección del texto, dadas las características del medio.

No obstante, al dar en ese programa un margen a la improvisación, he pretendido romper el mito de que en la televisión todo debe estar preparado y ensayado, sin darle posibilidades a la espontaneidad. Y lo hago porque sé que los humoristas que han pasado y pasarán por el programa tienen para eso, aunque algunos no hayan acumulado mucha experiencia improvisando.

De ahí que se les des a conocer el tema de su improvisación un par de horas antes.

Mira, mi concepción inicial no era ésa, sino sorprender absolutamente al humorista con el tema de su improvisación, casi al momento de comenzar a grabar. Sin embargo, la dinámica de los procesos productivos me impiden hacerlo de ese modo, porque hay cosas que deben ser coordinadas anticipadamente con maquillistas, vestuaristas, ambientadores, con todos los encargados de buscar los elementos que apoyen esa improvisación. No tenerlos previstos con cierta anterioridad puede dilatar excesivamente la grabación… y ese es un lujo que no nos podemos permitir.

Como tampoco podemos permitirnos una segunda toma, como no sea absolutamente imprescindible, porque este es un programa con público y la repetición de un monólogo le harían perder encanto y eficacia a su contenido humorístico, porque las personas que están en el estudio ya no reaccionarían como la primera vez, no se reirían del mismo modo, porque ya están advertidos del chiste.

Pero proponerte que todo quede en la toma uno es una gran pretensión, ¿no te parece?

Más bien me parece que demuestra la confianza que tengo en los humoristas, con quienes en su mayoría me unen sólidos vínculos de trabajo y también afectivos.

¿Cómo surgieron y se consolidaron esos vínculos?

Se remontan al año 1995, cuando en Radio Metropolitana comencé a dirigir una revista cultural que se transmitía en vivo los domingos de siete de la mañana a doce del mediodía, llamada “A esta hora”, y que tenía una sección  de cinco o diez minutos dedicada al humor. Recuerdo que uno de los primeros entrevistados en ese segmento fue Antonio Berazaín, autor de monólogos tan conocidos como el de la guagua y el de los camellos, interpretados ambos por Carlos Ruíz de la Tejera. A través del propio Berazaín fueron acudiendo a esa sección otros humoristas, entre ellos los aún desconocidos “Punto y coma”.

En el caso de ellos, y para graficar la entrevista, grabé previamente en los propios estudios de la emisora algunos de sus números. A partir de ese momento, siempre grabé a los humoristas invitados para ilustrar con ejemplos su conversación con los conductores mantenían, y así me fui haciendo de un stock de grabaciones de solistas y de agrupaciones humorísticas, que de paso les servían a ellos para promocionarse con los “demos” en que podrían covertirse.

¿Y de qué solistas y grupos se trataba?

Además de “Punto y coma”, “Biela manivela”, “La tiña del humor”, Rigoberto Ferrera, Ariel Mancebo, el dúo “Caricare”…  En fin fueron tantos, que es imposible mencionarlos a todos. Sólo puedo decirte que tal vez no hubo un joven humorista a quien en esos momentos yo no le hiciera una grabación de sus números en los estudios de Radio Metropolitana, e incluso realicé las bandas sonoras para algunos de sus espectáculos. Así más o menos surgió mi relación y mi amistad con los humoristas.

Y todo eso tuvo algo que ver con la salida al aire de un programa humorístico multipremiado en los Festivales Nacionales de la Radio como “Radio Camino: emisora de bajo costo”.

Tuvo muchísimo que ver, porque cierta vez el director de “Biela manivela” me presentó un proyecto para el cierre de la revista “A esta hora”, que incluía en un momento algo así como una parodia a una emisora de radio de muy bajo presupuesto. A mí aquello me resultó tan genial, que le propuse convertir esos doce minutos en un programa media hora para la programación de la emisora. Así surgió en 1997 la idea de hacer “Radio Camino: emisora de bajo costo”, donde cada sección era un pequeño programa de esa supuesta estación radial.

En ese momento se presentaron a la consideración de la Dirección Nacional de la Radio diez programas piloto, hasta que el proyecto finalmente fue aprobado en el año 2000, para mantenerse durante seis años en el aire con la participación de muy buenos humoristas, que son además muy buenas personas, porque esa debe ser una condición primordial de quienes trabajan conmigo.

Toda esa experiencia tuya en las lides humorísticas te han posibilitado incluso integrar el jurado del Festival Aquelarre en muchas ocasiones.

Inicialmente fue a partir de un premio especial instaurado por Radio Metropolitana en el Aquelarre, para lo cual se configuró un pequeño jurado compuesto por Cary Rojas –en esos momentos la directora de la emisora- los comunicadores Cary Duranza y Mayito Masvidal, y yo. Radio Metropolitana fue la primera estación radial en instituir un premio colateral para el Festival Aquelarre, además de la UNEAC y la Asociación Hermanos Saíz. Después en otras ocasiones se me ha convocado para formar parte del jurado del evento, algo que he agradecido mucho.

También mucho debe agradecérsele a Felipe Morfa su sensibilidad y entrega a la promoción de muchos jóvenes valores del humorismo cubano. Algo que también ha hiciera con la generación de trovadores que emergiera en nuestro país a finales del siglo pasado. Pero ese sería el buen pretexto para otra conversación con el Fepo… y como siempre sin estrés.

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