Durante más de dos meses, todos los martes en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), generalmente en la sala Nicolás Guillén, nos reunimos mujeres y hombres del cine, la radio y la televisión, incluyendo, por supuesto a críticos y críticas. Y aunque las reuniones son rechazadas porque algunas para nada sirven, en estas se fue abriendo un camino sobre cómo enfocar la situación actual de los medios en Cuba y especialmente la jerarquización de la cultura en ellos. Lo mejor de estos encuentros fue que participaron, algunos de manera sistemática, altos ejecutivos de los tres medios de comunicación.

Estos debates, más las reuniones de la Asociación de Medios Audiovisuales y Radio, a los que se sumaron los informes de las provincias, representaron un buen arsenal para trabajar el informe de la Comisión de Cultura y Medios al VIII Congreso de la UNEAC, que a su vez se enriquecerá con todos las intervenciones de los delegados a la importante cita, para luego realizar un dictamen.

Tomando como punto de partida los artículos del 49 al 72 de la Primera Conferencia Nacional del Partido y los lineamientos, de forma general, del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, el análisis de los medios arrojó que si solo se cumplieran esos postulados, el cine, la radio y la televisión estarían mejor. Y precisamente a partir de esas directrices se esbozó la propuesta para debatir.

La lucha por las jerarquías culturales es un asunto que atraviesa transversalmente el informe: “Las tecnologías contemporáneas han transformado las maneras de producir y consumir los productos culturales. Los receptores tienen hoy la posibilidad de diseñar su propio entretenimiento, y seleccionar entre múltiples propuestas, aquellas que les interesan o no, incluidas muchas que ni siquiera son producidas en nuestro entorno.

“Hay que estar atentos a los intereses y gustos de las audiencias, que merecen respeto. Esa es una realidad que debe ser interiorizada y comprendida, de ahí que la televisión, la radio y el cine deben repensarse en correspondencia con esas nuevas necesidades y expectativas de la población.

“Entre los retos actuales está el de hallar el justo medio. El derecho al placer y al entretenimiento no puede ser visto sólo como sinónimo de frivolidad o vacío intelectual. Pero el interés de distraer tampoco debe asociarse a la vulgaridad, ni legitimar lo mediocre y superficial”.

El balance de los derroteros del cine cubano hoy fue estudiado con los cineastas y ejecutivos del ICAIC. Y en tal sentido se subraya que “los modos de producción cinematográfica y de audiovisuales que se realizan por medios institucionales resultan ya rebasados por la realidad del país. Es necesario aprobar y poner en práctica las nuevas formas de producción, sobre bases económicas, legales y organizativas, que permitan a las instituciones y a los realizadores de la esfera no estatal aprovechar mutuamente la experiencia y el potencial técnico y humano de cada uno.

“Es notable el número de obras realizadas por el llamado cine joven que aún no encuentran un espacio de exhibición en nuestras salas de cine y en la televisión, porque algunos consideran esta producción incómoda y políticamente incorrecta.

“Apoyamos desde la UNEAC el esfuerzo y la constancia de los cineastas y otros profesionales del audiovisual agrupados en el llamado G-20, por alertar sobre la necesidad de transformaciones en el cine cubano y el ICAIC. Encomiamos su actuación organizada, profesional y revolucionaria en la búsqueda de soluciones (de conjunto con las instituciones de la cultura) para revitalizar el cine cubano y los éxitos que lo han singularizado ante el mundo”.

Sobre la radio “subestimada por algunos ante el impacto de las nuevas formas mediáticas, goza de gran audiencia, tradición y popularidad en nuestro país. Para nada debemos minimizar su protagonismo e impacto real en la vida de los receptores. Sigue siendo el medio de mayor alcance, el más portable y económico en su balance creativo, el que apela con mayor libertad al desarrollo del imaginario individual y debe constituir un escenario pródigo para la promoción cultural”; el informe, además de reconocer su protagonismo, también dice: “Tal como la política cultural de Cuba es una, la política de radiodifusión musical debe ser armónica en su naturaleza consensuada con los verdaderos expertos y conocedores del tema; y favorecer en la difusión únicamente al rico patrimonio vocal, melódico y rítmico de la nació ;n y a los verdaderos talentos contemporáneos que nos identifican desde el universo sonoro local ante el mundo”.

La televisión fue calificada “con características únicas en el mundo, sigue siendo hoy el medio de información y entretenimiento más popular. Proyecta, sin embargo, una imagen muy lejana a las necesidades culturales, informativas y de distracción de nuestro pueblo. Defender el buen show televisivo —sin concesiones al facilismo o lo trivial—, aún en los programas de corte informativo o educativo, es primordial para “atrapar” a la teleaudiencia. De lo contrario siempre puede cambiarse el canal o acudirse a otros medios alternativos de cualquier procedencia o calidad”.

En el texto se recalca además que “el impacto de las obras de ficción, especialmente de las telenovelas, es reconocido por todos los investigadores. Desgraciadamente, en los últimos tiempos este importante género no ha caminado con buen paso por la televisión. Telenovela, teledrama, cuento o serie de ficción no deben estar divorciados de la realidad. Se ha demostrado que cuando una obra de este tipo se inserta en problemas peliagudos de la actualidad, su “pegada” en la sociedad es mucho mayor”.

Y se afirma: “Como el resto de los medios, el sistema de la televisión cubana está urgido de cambios estructurales y de formas productivas acordes con la realidad actual del país, donde se premie y priorice la calidad, el talento y la utilidad social (no sólo de lo que se produce dentro del ICRT), y se destierre todo aquello que entorpezca el producto final, que es —en definitiva— la obra televisiva.

“La realización, con el apoyo de RTV-Comercial, de filmes como Conducta y Penumbras, y las series Duaba, la odisea del honor y Hábitat, demuestran que sí se pueden realizar obras de alto valor estético, ateniéndose a la legalidad, pero con formas de producción novedosas.

“El ICRT, que tiene el encargo del Partido y la premura lúcida de la sociedad, debe asumir cuanto antes el reto de estudiar, proponer e implementar todos los procesos innovadores que le sean necesarios para lograr una producción y una programación como la que necesita la Cuba de hoy”.

Otro aspecto para debatir es la responsabilidad de quien asume la interacción con el público en cualquiera de las variantes comunicativas y la acertada selección de quienes pueden tomar un micrófono en la mano. Acerca de la locución se subraya que “la celebración de tres encuentros científicos hispanoamericanos, con la participación de los profesionales del habla en Cuba, es un hecho que merece el reconocimiento y que demuestra la necesidad de que exista —como en el resto de los países del área— un ente especializado que agrupe a los locutores y los represente pues la UNEAC sólo agrupa a una parte de ellos”.

En cuanto a la información cultural y crítica se apunta: “La cultura debería ser un eje transversal de todo cuanto publicitan o publican nuestros medios, teniendo en cuenta que constituye un elemento universal e integrador, a la vez que una pasarela fiable hacia el compromiso identitario y el sentido de pertenencia a una nación. Nuestros medios deberían ser también, desde el punto de vista estético, paradigmas culturales donde logremos identificarnos en un imaginario común y diverso de alta creatividad y aprovechamiento de los nuevos instrumentos tecnológicos en función de propalar la cultura.

(…)Subsisten prejuicios, temores y desconfianzas hacia las voces realmente especializadas, en muchas ocasiones suplantadas por conductores, moderadores o presentadores que tratan los temas de forma superficial y poco profesional.

Apremiante resulta propiciar y reencontrar las opciones para el ejercicio de la crítica especializada, tanto en la prensa escrita, como en los programas de radio y televisión legitimados para ello, así como en nuevos espacios de discusión e intercambio. No bastan las intenciones o voluntades de conductores o invitados fortuitos a determinados espacios. La crítica deben ejercerla, en primer lugar, los críticos”.

La pre(ocupación) por el patrimonio no quedó fuera del análisis, sobre ello quedó plasmado que “con urgencia llamamos al rescate, conservación y promoción del patrimonio fílmico, televisual y radial de la nación que hacemos extensivo al de todas nuestras artes. Se trata de unir voluntades y recursos para evitar su continuo deterioro y total desaparición”.

En el cuerpo de conclusiones, el informe presentado por la Comisión de Cultura y medios expresa: “La UNEAC debe cobrar mayor protagonismo en el reforzamiento de la conciencia crítica que la nación demanda, con un ejercicio intelectual cada vez más responsable, el posicionamiento articulado y comprometido en los ambientes mediáticos y en el debate de las diversas problemáticas propias de la sociedad cubana contemporánea.

“(…) Los medios deben adecuarse a los tiempos económicos que corren con fórmulas productivas diferentes y estructuras más flexibles y ligeras, que empleen el personal imprescindible y retribuyan en mayor cuantía la verdadera competencia profesional. Vale adecuarse a la contratación de servicios de grupos de producción independiente, que por la accesibilidad y minimalismo que nos propone el desarrollo tecnológico actual, están aptos para realizar dramatizados, documentales, mensajería promocional de todo tipo, entre otras muchas producciones.

“(…) Las jerarquías culturales tienen que visibilizarse y estar muy definidas a la luz pública para su implementación posterior. El Ministerio de Cultura, que define esas jerarquías, la UNEAC que debe velar por ellas, y el ICAIC y el ICRT como sus garantes, deben conciliar sus políticas y desarrollar un intercambio sistemático en torno a una instrumentación que garantice su efectividad.

“(…) Si algo se erigió en una constante durante las reflexiones de esta comisión Cultura y Medios, fue el convencimiento de que debemos priorizar la cultura, sobre todo ahora cuando la economía aumenta su protagonismo a nivel social y condiciona el desarrollo mediático como nunca antes. El compromiso con los verdaderos valores artísticos y literarios que exhibe la nación y el empleo racional pero efectivo de los recursos mediáticos, en función de propalar la cultura como garante espiritual de la Patria, marcan nuestro compromiso con Cuba”.

Después de estas reflexiones queda el debate enriquecedor y lo más importante: que se tomen en cuenta las propuestas para que el cine, la radio y la televisión sean cada vez mejores.

(La Jiribilla)

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