El espacio Una calle, mil caminos comenzó en el verano del 2010. Ha tenido varios directores como Mandy Arencibia, Roxana Duvergel y Mariela López. Desde el 2015 lo escribe y dirige Magda González Grau, menos esta última temporada que lo hizo Elena del Valle, porque Magda estaba en la edición de su serie Calendario.

El formato ha variado, primero se filmaba en estudio, pero desde el 2014 se hace en exteriores. Hasta entonces el guion de la revista lo escribían diversas personas, pero en los últimos años el guion y la dirección corren a cargo de la misma persona (Magda), quien me dijo: “Creo que conjugar las dos cosas, le da coherencia a la realización y fortalece la posición editorial que es vital a la hora de tratar temas candentes”.

Saray Vargas y Darlyn Morales, actrices ambas, son las conductoras que posibilitan un decir matizado, a partir de los temas que se tratan. Temas, y lo repito, que no son asuntos complacientes para las audiencias, al contrario.

He visto de todo: corrupción, gay, robo, lesbianas, mentiras, egoísmo, bullying y muchos otros argumentos que existen en la realidad, están a la vista y a veces la censura o, mejor dicho, la autocensura, no los deja plasmar en audiovisuales.

Cada problemática que trata Una calle, mil caminos, cuenta con el (o los) comentario(s) de una psicóloga o psicólogo, que desmenuza las causas y posibles consecuencias de los conflictos que viven algunos adolescentes.

Buena conducción, factura, la presencia de especialistas, todo eso sería la salsa, el adobo de un plato; el pollo, lo constituye el teledrama de cada tarde de sábado. La ficción es más efectiva en transmitir un mensaje que decenas de cuartillas con mensajes escritos acerca del mismo tema, y lo han demostrado series, cuentos, telenovelas con los ingredientes necesarios para conmover y hacer pensar.

Este año se retransmitieron dos revistas correspondientes a los telefilmes Luna Mía, de Mariela López Galano; y Pasos firmes, del realizador Yoel Infante. Ambos los vi cómo sino nunca los hubiera conocido, el primero acerca del lesbianismo en la adolescencia, el segundo sobre un deportista que ha quedado ciego por un accidente con su padre y su corredor-asesor es un muchacho que ha delinquido.

Tres de las revistas fueron de estreno pero con telefilmes de reposición: Tenemos que hablar, de los directores Richard Abella y Tony Lechuga,  sobre divorcio a tiempo, comunicación familiar;  y El cielo se puso gris, escrito por Hugo Rivalta, dirigido por Marta Recio;  y  Sobran los motivos, acerca del suicidio sobre en la adolescencia, también dirigido por marta recio.

Desde  el 14 de agosto han llegado cuatro estrenos: Silencio, escrito y dirigido por Yoel Infante, que se adentra  en la paternidad responsable a partir de alejamiento que sufre un muchacho de catorce años sin vínculo con el progenitor; Giros, de Katia Buliés, dirigido por Roberto Díaz, trata la emigración; Delantero, con guion y dirección Irán Hernández, se adentra en el homosexualismo masculino; y el sábado 4, la programacion veraniega de Una calle y mil caminos termina con La vida media del muon, escrita por  Lil Romero y dirigida por  Mariela López, acerca de la mujer y la ciencia, las manifestaciones de sexismo.

Entonces, ¿existen problemas que no se puedan tocar en el audiovisual? Mi respuesta es no, pero hay que hacerlo con responsabilidad, como lo logra esa revista que nos llega cada verano.

 

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