Una estudiante universitaria sufre cambios en su vida cuando se difunden unas fotos íntimas que enviaría a su novio y, al ser acosada, intenta vengarse de ocho jóvenes que son “responsables de su desgracia”, eso relata 1er GRADO.

Con la expresión “primer grado”, podemos distinguir el curso de la educación primaria en que aprendemos a leer, un nivel de parentesco entre dos o más personas, el tipo de ecuación algebraica lineal, las etapas iniciales de un proceso o, quizás, esas quemaduras que solo afectan la epidermis. Pero… a partir de los próximos meses –aunque la idea nació hace más de tres años–, 1er GRADO asumirá otra acepción: será título de una teleserie juvenil cubana.

A pesar de la pluralidad de significados del sintagma nominal, para nada quiere decir que la obra en cuestión vaya de niños de seis años, ni de ejercicios matemáticos y mucho menos de ampollas causadas por el fuego. Se trata de reflexionar sobre la fase superficial de las relaciones interpersonales establecidas desde el ciberespacio y el “(ab)uso de las redes sociales digitales”.

El texto audiovisual del canal Cubavisión, producido por RTV Comercial, presenta 11 capítulos, de aproximadamente 53 minutos cada uno (la duración puede variar una vez que se editen a partir de mayo próximo). Desde la perspectiva dramatúrgica, representa un drama cuya historia transcurre en un mes y 16 días.

Con idea original y argumento de Rudy Mora, la obra posee una estructura compleja: consta de varias unidades temáticas cerradas en función de un relato principal. “Vienen siendo como 11 peliculitas, porque ves un solo capítulo y lo entiendes. Lo que le sucede a cada personaje se cierra dramáticamente en cada episodio”, explica Rudy, quien también asume la dirección general.

Para que se entienda mejor: los nueve personajes protagónicos (dos de ellos atraviesan la serie de manera horizontal) están presentes en todas las emisiones. Ahora bien, la historia central de cada uno de ellos y sus conflictos están reflejados en un solo capítulo. Es decir, con excepción de los dos primeros episodios y el último, los otros se centran en un individuo determinado y en su modo de vencer “el reto”.

Sí, porque 1er GRADO está a tono con los retos virales (o challenges), surgidos y replicados en Facebook, Instagram, TikTok y demás plataformas. Pero para comprender bien la esencia de esta serie de ficción, y sin ánimos de revelar los detalles importantes de la trama, hay que contar su sinopsis.

En resumen, una estudiante de la carrera de Informática sufre cambios en su vida cuando violan su privacidad –difunden por Internet unas fotos íntimas que enviaría a su novio–. Al ser acosada, Daniela intenta vengarse de ocho jóvenes que, según su punto de vista, son responsables de su desgracia. Y ella lo hace a través del mismo medio que usaron para “atacarla” (las redes) con la ayuda de su amigo Riki.

Luego del ciberacoso comenzará el juego. Cada desafío tendrá una relación especial con las problemáticas de los ocho competidores. Ellos perseguirán la recompensa de “asistir al próximo concierto de un reguetonero famoso y acompañarlo en su gira internacional” –nada es lo que parece–. No obstante, cumplir las instrucciones de Daniela provocará un acto de introspección en cada una de las personas implicadas.

A la par, se abordarán otras problemáticas que, en una menor cuantía, tributan a la central. Ninguna tiene el peso suficiente como para que compitan, pero se hablará de la reinserción social pospenitenciaria, el alcoholismo, el (des)amparo familiar, el amor entre otros temas.

“La historia (monotemática) propuesta para cada entrega desarrolla una línea argumental sui géneris”, pues como explica Lully Larramendi, asesora dramatúrgica de 1er GRADO, los personajes son bien diferentes entre sí en cuanto a edad, raza, sexo, nivel educacional. Por cierto, no todas las salidas proyectan un “final feliz”.

Entre otros aciertos, la especialista también advierte novedad en el tema. El conflicto de las imágenes personales dispersas vía Internet se ha tocado en telefilmes o como parte de una subtrama en telenovelas. Sin embargo, “es la primera vez que una serie (cubana) completa se construye a partir de ese nefasto suceso dramático. Por tanto, la profundidad y el enfoque a tal asunto peliagudo han sido tan diferentes, y el final termina siendo constructivo, edificante”, afirma.

De la idea al guion

¿Cuáles son los intereses fundamentales de los jóvenes? ¿Por dónde se comunican? ¿Por qué pasan tanto tiempo “conectados”? ¿Qué publican en las redes? ¿Qué consumen? ¿A quiénes siguen? ¿Quiénes son sus seguidores? ¿Qué les gusta, qué comentan, qué comparten? ¿Qué significa Internet para ellos?

De seguro, estas inquietudes guiaron las primeras tormentas de ideas del proyecto. A cargo del guion, Rudy Mora y Eduardo Eimil –con la colaboración de Danilo París–, comenzaron a investigar con usuarios jóvenes el mundo de los “me gusta”, partieron de sus testimonios. Se adentraron en las fronteras cada vez más invisibles entre lo físico y lo virtual, porque ambos elementos hoy conforman el “mundo real” en la era de la información.

Para acercarse a la red de redes, Rudy encontró motivaciones al presenciar el modo en que sucedía el fenómeno de Internet en Cuba, sobre todo con la llegada de los datos móviles a fines de 2018. En ese sentido, aún recuerda publicaciones desprovistas de ética, respeto y sensibilidad humana. Además, “en nuestro país no se le había entrado de manera directa al asunto”. Otro punto de partida fue la serie argentina El Hacker.

Desde entonces, “sabíamos que Rudy quería hacer una serie juvenil –apunta Eduardo Eimil–, y estudiamos muchísimo todo lo que tiene que ver con las redes y las leyes cubanas al respecto. Nos asesoramos con especialistas en la materia del Ministerio de Comunicaciones y el proceso de investigación y escritura fue un aprendizaje total. Es la primera vez que escribo una ficción seriada y queríamos lograr una calidad elevada”.

Asimismo, Rudy, Eduardo y Danilo tuvieron la responsabilidad de ser fieles, desde el libreto, al contexto nacional; de lograr un producto atractivo que reflejara valores –no olvidar que la televisión cubana es de servicio público–, sin caer en “los escollos del ‘teque’ y el didactismo”.

Y aunque no existe una fórmula para conseguir eso, el equipo de 1er GRADO opta por las disímiles maneras de decir, apuesta por lo implícito, evade lo reiterativo. En función de eso, Rudy y quienes lo acompañan en esta empresa todos los días “se rompen la cabeza para generar un espectáculo medianamente interesante”. Más adelante se comprobará si lo lograron.

La transmisión de mensajes fue otra constante a la hora de concebir cada episodio, sobre todo a los jóvenes entre 15 y 25 años de edad –público meta, aunque se espera la acogida de toda la familia–. Cada salida al aire abordará una arista diferente de los entornos reticulares y de los problemas que aparecen en ellos.

Entonces, “por un lado, teníamos que contar una historia atractiva, con conflictos, donde no todo fuera ‘color de rosa’ y, por otro, perseguir esa búsqueda de valores, aunque fuera de un modo indirecto. Necesitábamos –señala Eimil– que nuestros personajes estuvieran expuestos no solo a lo malo, sino también a lo bueno y que pudieran elegir”.

Durante todo el proceso creativo –que partió de los argumentos, la revisión y perfeccionamiento de los mismos; así como de las versiones de cada capítulo, primero desde una escaleta y luego con los diálogos incorporados, y sus reescrituras–, inventar los retos “atípicos” fue lo más disfrutable.

La gente puede pensar lo que quiera cuando vea la serie, y tendrá sus opiniones, pero no se puede decir que nosotros no investigamos y no estudiamos y no nos metimos de lleno en este mundo”, aclara Eimil.

¿Por qué escribir una serie juvenil cubana sobre los usos de las redes sociales digitales y el impacto de estas en la vida humana?

La respuesta es sencilla: Se quería llegar a los jóvenes y creyeron adecuado hablarles desde un espacio común para ellos. Así, pensaron, establecerían un diálogo cercano sobre un fenómeno que va tomando fuerza en Cuba.

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) tienen un sentido especial para las juventudes, son parte de su naturaleza. De acuerdo con Rudy, “las personas de 15 (para no decir antes) y hasta los 25 ven en las redes su océano. Todo lo gestionan a través de ellas”. En realidad, las valoran más allá de sus funciones como herramientas para la práctica comunicativa.

Pero, ¿las TIC son positivas o negativas?

Las redes sociales no son ni buenas ni malas; lo bueno y lo malo es lo que tú, como ser humano, seas capaz de hacer con ellas. Y desde ese lugar es que nos movimos. No las satanizamos, ni mucho menos. Son una maravilla, pero también pueden ser un peligro cuando se utilizan incorrectamente. De ese modo –resume Eimil–, recorrimos los destinos de los personajes y construimos sus vidas, sus problemas, sus sueños”.

Detrás de cada perfil, una vida

Que los personajes no se vean prefabricados es otra de las máximas de Rudy Mora. El también responsable principal de historias como La otra cara (2000), Doble juego (2002), Y, sin embargo… (2012) y Con Ciencia (2018), dirigió esta vez a 101 actores –si se cuentan todas las personas que entran a escena–.

Aunque ya había pensado en varios artistas para determinados roles, desarrolló –con la ayuda de Enma Robaina, directora asistente de la obra– un casting en busca de intérpretes protagónicos y otros. Así encontró a los jóvenes donde recae el fuerte del relato: Sandra Castillo, Laura Vasallo, Alejandro Cabrera, Chabely Díaz, Ariel Zamora, Víctor Cruz, David Pereira, César Domínguez, y Diany Zerquera, a quien ya tenía mente el realizador.

El entrenamiento con todos ellos fue intenso, pero a los dos últimos (Diany y César) se les dedicó más tiempo. Así lo quiso Rudy: “Como eran los de mayor participación, comencé a prepararlos un mes antes de iniciar los ensayos. Me interesaba que entendieran cuál era el estilo de actuación que yo quería: reducir los recursos externos, trabajar el mundo interior”.


Sobre el proceso, Diany Aurora Zerquera Gómez destaca que la comunicación fluyó de manera tal que las visiones del director se fundieron con las suyas. Ese vínculo fue fundamental para comprender a Daniela, un papel “bien complejo, cargado de matices, zonas ambiguas, con muy poca claridad en su interior. Atraviesa un camino bien largo, con muchas transformaciones”.

Si bien no tuvo que hacer casting, lo más complicado para Diany –la misma que interpretó a Odet en Entrega (2019) y a la joven Nora de Vuelve a mirar (2020) –, fue manejar la venganza, pues no ha experimentado esa sensación en la realidad.

“Cuando la venganza no se materializa, se queda en lo que es el rencor; rencor es pensamiento y venganza es acción. Lo que sí he sentido muchas veces es rencor –dice la actriz– y de ahí me apoyé materializando esos sucesos personales en lo que sería mi propia venganza. Ese era mi subtexto: vivía mi verdad detrás de la historia real del personaje”.

 Más allá de la premura por el tiempo –un mes y medio no alcanzó para estudiar con todo el elenco–, hasta este minuto el director está contento por el resultado actoral.

1er GRADO es una obra audiovisual a la que le tengo mucho amor y siento a los personajes como si fueran mis hermanos menores o mis hijos –cuenta Eduardo Eimil–, ahora interpretados por un elenco que, por lo que he podido ver, es maravilloso”.

En entrevista con algunos de los actores principales de 1er GRADO, mencionan las palabras “oportunidad”, “reto”, “confianza”, “victoria”, “responsabilidad”, “sueño”, “regalo”, cuando hablan sobre la experiencia de trabajar en un proyecto pensado y dirigido por Rudy Mora. De hecho, Alejandro Cabrera recuerda que el quehacer de Mora en el cine y la televisión catalizó sus deseos de convertirse en actor.

Sobre su personaje, Alejandro precisa: “Mauricio me atrapó desde que leí el guion, le encontré muchas cosas en común conmigo, sobre todo porque es músico y yo estudié esa especialidad a nivel elemental”. Lo califica como alguien muy exigente que tiene claro lo que quiere y cómo hacerlo, un ser pasional e intransigente con lo que cree. Confiesa que le costó trabajo hallar el motivo de sus acciones.

Por otra parte, Laura Vasallo siempre vio muy inocente a Anabel (la pesista de la serie), porque es más “lanzada” que ella; apenas analiza sus pasos, en especial los que están al alcance de un clic. Para construirla, “me sometí a un entrenamiento físico (en el Cerro Pelado) que me facilitó la producción para tener noción de los movimientos básicos de la halterofilia, los cuales debía aprender y aprehender antes de rodar”, refiere.

El resto del estudio lo enfocó en la gestualidad de la deportista, algo que le señaló Rudy desde la primera reunión, pues dista mucho de la de Laura. Entonces, desde un inicio supo que debía trabajar ese elemento con rigor y se organizó en función de eso.

 También en un mundo ajeno al suyo, Chabely Díaz llegó a Olga mientras recordaba todo lo que hizo durante la adolescencia. Todo lo que vivió en esa etapa de la vida fue un apoyo para entender y justificar los móviles de su personaje.

Súmese a ello el tema de la religión, del que no conocía nada. El iyaworaje fue lo más preocupante para ella. Pero “consulté con amigos religiosos, con personas que respetan y conocen la religión Yoruba, con el propio Rudy y poco a poco me adentré en una zona desconocida hasta entonces para mí”, declara.

En tanto, para llegar a Chuli y después de dos vueltas de casting, lo que más hizo Ariel Zamora fue observar, en cualquier sitio (una guagua, una cola) y casi siempre guardaba detalles. “Algo que me ayudó bastante fue conocer sobre la creación de Chuli, de dónde salió, y conversé mucho con Eduardo Eimil. Se trata de un muchacho que no se aleja demasiado de mi realidad y en cualquier barrio podemos ver jóvenes así”.

Zamora destaca, además, el hecho de haber coincidido con “una gran actriz y maestra”: Verónica Lynn. Siguiendo la misma línea, Chabely tuvo el privilegio de ensayar con Manuel Porto, quien iba a encarnar a Cristóbal, lo cual no pudo concretarse por su partida física.

Acompañando a los más jóvenes, la teleaudiencia podrá disfrutar una vez más de Luis Ángel Batista, Fernando Hechavarría, Liudmila Alonso, Hilario Peña, Yailene Sierra, Corina Mestre, Alden Knight.  Habrán actuaciones especiales, como las de los músicos Rodrigo García, Emilio Frías (El niño), Maikel Blanco y su Salsa Mayor, Sheena, Juan Carlos Rivero y la banda Histéresis.

Complejidades de 1er GRADO

Después un rodaje de 100 llamados durante cinco meses y 94 locaciones (calles, parques, casas, bares, escuelas, incluida la CUJAE), no han sido pocas las dificultades y soluciones experimentadas por el equipo de esta producción. Además, la llegada de la pandemia coincidió con el proceso de preparación y eso ralentizó el proyecto.

El presupuesto se complicó con el ordenamiento de la economía. Hubo que hacer varios ajustes y solicitar más dinero. También detuvieron la grabación por la situación epidemiológica (el fotógrafo y la sonidista se contagiaron, así como algún que otro actor), pero lo pudieron sortear con cambios en el plan.

Y como la concepción de la serie (su visualidad, puesta en escena, gráfica y el resto de los elementos audiovisuales) estará en sintonía con las redes sociales digitales, en busca de la unidad en el discurso, los efectos digitales juegan un rol especial

Sin descuidar el resto de las especialidades, los trabajadores de estudio Nodal prepararon los efectos visuales (VFX) que se verán en la pantalla de cada móvil. Se hizo así para que todo lo que se moviera en escena fuera real. “Eso tiene dos maneras de hacerse: así o en posproducción”, explica el director.

“En el caso de 1er GRADO, Rudy no quería que optáramos por lo más fácil  y quiso hacer énfasis en estos dispositivos como parte importante de la historia”, manifiesta Leonardo Santiesteban, coordinador de VFX, photo still y doble de acción. Evitaron así el uso del recortador o planos donde no se visualiza lo que lee el personaje. Esto contribuyó, desde luego, a que las reacciones de los actores fueran más orgánicas.

Todas las interacciones virtuales exactas se fabricaron a modo de video y luego los actores practicaban como si estuvieran “en línea”. Asimismo, Rudy Mora compró unos teléfonos solo para la serie y se les instalaron unos programas informáticos a fin de recrear la vida digital de Daniela y quienes la acompañan.

Con esta práctica poco común en la televisión nuestra, el realizador intenta marcar su sello, pero no solo eso. Para enfocar la realidad, también hizo una inversión y consiguió lentes que casi nadie usa en Cuba, pues califica la óptica audiovisual como determinante. Y también intentó resolver planos “raros” o poco convencionales en la pantalla nacional con los inventos de su fotógrafo, Alexander Escobar.

En medio de las actuales circunstancias, no solo Alexander descubrió alternativas para sacar adelante el proyecto. De eso también conocen Adriana Moya (como productora ejecutiva), Grettel de Varona, desde la producción general; las asistentes de dirección Mari Renteria y Kamila Orizondo; Yenisey Morales, la sonidista; Jorge García, a cargo de la dirección de arte; la diseñadora de vestuario Denia González; así como los productores Raydel Giménez (de rodaje) y Yanara Kamila (de avanzada).

Al igual que todos ellos, Rudy Mora continúa apostando por el audiovisual joven con temas contemporáneos y polémicos. Y lo hacen desde una serie, porque –como plantea el director de 1er GRADO– constituye un formato televisivo que te permite calar en disímiles temas, es lo más cercano al mundo cinematográfico y puedes trabajarlo con rigor de obra de arte, aunque no lo consigas.

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