Si algo es meritorio destacar dentro de las telenovelas producidas por la Red Globo, Brasil, es el interés de abordar temas puntuales y emergentes dentro de las dinámicas socioculturales del país. Como ninguna otra televisora en el mundo, la Globo se ha preocupado en dibujar los trazos más reconocibles de ciertas “minorías”, con mayor o menor éxito. Grandes realidades sociales han salido a la luz gracias a las telenovelas brasileñas, que, en su afán de sumar nuevos públicos, han tejido dentro de su red dramatúrgica, subtramas complejas, transgresoras para la época y generadoras de impresionantes controversias.

Hasta Cuba han llegado muchas de esas “polémicas” temáticas, en tiempos inclusive, de exacerbados prejuicios, la mayoría asociados a la sexualidad. Pero siempre el espectador cubano se ha dejado llevar por la magia de las telenovelas de la Globo, asimilando los más espinosos temas; los mismos temas que contradictoriamente no se les han aceptado muchas veces a nuestras producciones nacionales.

Las últimas dos entregas de la emisora insignia de Brasil presentadas por Cubavisión en el popular espacio de la telenovela, han explorado una realidad cada vez más adherida a la piel de las sociedades modernas; realidades de personas que históricamente han tenido que sufrir la violencia, el desprecio, el acoso y la exclusión de colectividades heteronormativas, incapaces de comprender los senderos angostos y diversos de la identidad de género.

La representación de la comunidad trans brasileña ha estado presente en nuestras pantallas, tanto en la recién finalizada Dulce Ambición, con el personaje de Britney, como en la actual Suerte de Vivir, gracias a la adolescente trans , Michelle. Han sido estas, representaciones muy diferentes de una misma realidad, que no debe tomarse a la ligera si es que los objetivos de la obra van más allá del mero entretenimiento.

En Dulce Ambición vimos a una exótica y joven mujer, ser el objeto de deseo de un repostero portugués, tan ingenuo y despistado que demora más de cincuenta capítulos en saber que la chica que ama es trans. Britney fue un personaje, manejado escrituralmente desde la farsa y la comedia, dando cabida a equívocos y situaciones “hilarantes” más cercanas a comedias americanas de los 50, que a una obra de impacto social. El tratamiento epidérmico y superfluo del personaje, desaprovechó la oportunidad de hablar sobre tópicos urgentes para la comunidad, como la violencia hacia estas personas, la discriminación laboral y el proceso de transición.

Glamour García, la actriz que da vida a Britney, explota al máximo su sensualidad latina y cierto candor infantil muy al estilo de Marilyn Monroe, descartando toda posibilidad de profundidad interpretativa y el descubrimiento de motivaciones internas en el personaje. La lucha de Britney por convertirse en una profesional universitaria y escapar del estigma de la prostitución, es olvidado casi enseguida dentro de la trama, convirtiendo al rol en un adorno dramatúrgico, sin batallas (reales) que librar.

Por su parte, en Suerte de Vivir, tenemos a Michelle, una alegre y desenfadada adolescente, a punto de cumplir la mayoría de edad y comenzar su transición. Pese a la ligereza y claridad del guion, debido al horario en que fue transmitida en su país de origen, Michelle es retratada con todas las contradicciones y dilemas de una adolescente de estos tiempos; pero con el “extra” de tener que enfrentar fuertes episodios de discriminación, bullying e incomprensiones por parte del profesorado y estudiantes de su instituto.

Gabrielle Joie interpreta a la hermosa y carismática adolescente. La actriz le imprime al rol frescura, optimismo pese a las vejaciones de la que es víctima, aunque en su interior la fragilidad y el miedo estén constantemente cercando su autoestima. Joie entiende que Michelle es una apoyatura dramática para potenciar otros personajes, las hijas de Paloma, pero eso no le impide lucir y defender con uñas y dientes una temática necesaria, sensible y no siempre bien tratada en los medios.

Britney y Michelle son dos acercamientos válidos a un tema nada gratuito a la hora de pensar en sociedades más justas, inclusivas y diversas. Falta aún mucho más riesgo y compromiso con la causa. Es necesario mostrar otras aristas, escenarios, pero el camino está ahí; un camino aun estrecho y bifurcado, que se irá abriendo en la medida que nuestras sociedades sacudan de sus hombros los vestigios del machismo y el patriarcado.

Nuestra televisión también debe dar los primeros pasos en la visualización de la comunidad trans cubana desde sus dramatizados, ahora que contamos con un código que aspira a sumar diversidades y restar prejuicios. La representación de otras realidades subyacentes en nuestra sociedad, contribuirá a la formación de un público empático, sensible y mucho más instruido.

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