Cuando empezaba Asuntos Pendientes— la novela de turno dirigida por Felo Ruiz y Tamara Castellanos— me lanzaba a dar criterios que en su mayoría mantengo, aunque debo confesar que el producto audiovisual me sorprendió, y para bien.

En aspectos técnicos esta telenovela no logra encajar con nuevas maneras de concebir la televisión, desde los planos, los cambios de secuencia, los colores o la poca iluminación en espacios cerrados, repeticiones innecesarias de escenas justificadas en los recuerdos de los personajes, u otras, largas en exceso. El trabajo con la fotografía también queda al descuido.

Sin embargo, estos aspectos se diluyen en el transcurso de la trama y pasan a ser secundarios en una ecuación en la que predominan la intriga y los giros que tanto busca y ama el espectador. 

La guionista Yamila Suárez, junto a la acertada conducción de Felo Ruiz y Tamara Castellanos, delimita conflictos que quizás en algún momento pudieron parecer trillados como la discriminación a la mujer en ambientes machistas, la reinserción laboral y social, la delincuencia, la familia, las infidelidades o cuestiones tan humanas como los celos y el amor.

Estos ingredientes pudieran ser parte de un sazón soso o poco atractivo, pero los diálogos mesurados de los personajes o la solución rápida y eficaz a los conflictos, sin muchas dilataciones, otorgan un plus a la telenovela que se complementa con el trabajo de los actores.

La banda sonora pasa a ser un acompañante de la trama, porque si bien no destaca en demasía como en anteriores productos televisivos como Los hijos de Pandora o Tan lejos y tan cerca, el objetivo no es que sea la música protagonista, sino que su papel refuerce en determinadas escenas los sentimientos que proyecta el personaje, tanto alegrías, tristezas, incertidumbres, miedos. A veces, se torna larga y aburrida como en el capítulo pasado y el cumpleaños del hijo de Bruno.

Hay que destacar varios giros inesperados en la trama como el encuentro entre Salvador y Cristina que promete ser una de las historias más veraces y sencillas de Asuntos Pendientes, o la supuesta amistad entre Lázaro y Víctor, dos de los villanos, reforzando esa popular frase de que “Dios los cría y el diablo los junta”.

Aplausos para el desarrollo de José Manuel dentro de la trama, un personaje que va de un extremo a otro y poco a poco muestra, de la mano de Patricia, esos demonios que “justifican” un machismo arraigado y latente. Parece, aunque parezca cliché, ser el amor el que lo sacará del pozo en el que está. Aplausos para Teherán Aguilar y su magistral interpretación. 

También acertadas la dosis de humor en las escenas de los Pichingos o mostrar la cara de una separación de pareja no habitual donde la madre da autonomía a los hijos para que decidan con quién desean quedarse. Decisión celebrada por unos, criticada por la mayoría.

En la telenovela no hay sobre actuaciones evidentes sino que predominan las interpretaciones serenas, naturales, creíbles desde Yía Caamaño, Flora Borrego y Belissa Cruz, hasta roles secundarios como Yass Beltrán, Yasmany Guerrero, incluso, los niños. Se muestra a un Fernando Hechevarría con total dominio histriónico en cada una de sus escenas, o el talento de reconocidos artistas como Daysi Quintana, Jorge Luis López, Bárbaro Marín, Manuel Porto o Gina Caro.

Aun falta mucho camino por andar, intrigas, trabas para Rebeca, o la búsqueda de un final feliz para Bruno y Adriana. Quedan poco menos de 40 capítulos, y quizás la historia cambie y nos vuelva a sorprender, tal vez no, pero si lo hace ojalá sea nuevamente para bien. Lo que sí es una seguridad es que la mayoría de la familia cubana espera con ansias las noches de los lunes, miércoles y viernes.

Asuntos Pendientes puede que no sea una súper producción desde el punto de vista estético, pero, si llega al televidente, parte de su función se cumplió, más allá de que queda la deuda de velar en qué se gasta cada centavo del presupuesto asignado a un material audiovisual.

No podemos pecar de ingenuos y dejar a un lado la calidad, más aún si queremos que la televisión que hacemos sea sustentable y pueda convertirse en un producto exportable en la industria internacional.

Potencialidades tenemos, lo decíamos recientemente en el Podcast de Cubadebate. Solo necesitamos concientizar de que hay que buscar nuevas formas de hacer y pulir lo que lastra el resultado final de un producto de este tipo. Urge resolver también esos asuntos pendientes.

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