Patricio Wood PujolsLlega actor haciendo bulla. Octavio Cortázar fue a la casa para proponerle a su padre el personaje de Gonzalo Izquierdo López, y le comenta que le faltaba el brigadista; él le dijo: ve a ver, ahí en el patio hay unos muchachos haciendo bulla, el de la batería es mi hijo.Por supuesto, el suceso de El Brigadista fue muy importante, Patricio solo tenía 15 años. Hubo un momento en su vida en que comenzó a inclinarse por los escritores, más que por la vida, que por su propia obra.

El cine le dio la posibilidad de irse apropiando de un arte, con el cual tenía una relación muy profunda y se había dado cuenta de eso un día al amanecer, le sorprendió el sol y no había dormido editando una película. Ese fue su primer amor, los doce, trece años.

 El Brigadista fue la gran oportunidad de que se acercara al cine profesional e interpretar el protagonista. Cuarenta años después dice que El Brigadista es un punto de partida, como el resumen de su vida hasta los 14 años.

Al teatro le hace un poco de rechazo, le da importancia, pero busca la manera de justificarse el no hacerlo mucho, es una experiencia que sufre un poco, sin embargo, el audiovisual manifiesta que lo disfruta increíblemente.

Evita hacer más de un personaje a la vez. Sin embargo su padre sale airoso, recuerda que se le unieron dos personajes parecidos, el Carico de Cuando el agua regresa a la tierra y el Miguelito Franco, de El Capitán Rolando. Implicó un gran esfuerzo físico porque se filmaba en Soroa y el otro en la Ciénaga.

El personaje más difícil que ha hecho en su vida profesional fue Camilo Cienfuegos, una personalidad histórica, cercana, no es Finlay.

Defiende y disfruta mucho el arte del director y un poco busca esa química que lo lleva a ser una simbiosis con él. Una vez le preguntaron qué técnicas utilizaba para actuar y como nunca se había planteado esa pregunta, respondió: no se bien cuál uso, lo importante es que al final termine disfrutando lo que hago, de lo contrario, el camino que escogí para prepararme no fue correcto.

Enriquito Díaz, el primer bate de Industriales, le trasmitió una enseñanza: para hacer algo grande en la vida hay que tener interés, amor, calidad y corazón.

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