Serie de entrevistas a Ignacio Hernández, director del programa de comicidad más popular hoy en Cuba.

El espíritu de lo mejor posible.

¿Qué significa para usted como director que su programa tenga récord de audiencia y de índice de gusto en la televisión cubana?

Primero es un reto, porque cuando hay muchas personas viéndote, disfrutando del programa, este impone patrones de calidad que no debes obviar.

En la comicidad hay una máxima que es muy objetiva: o te evalúan muy bien o muy mal o sea. En términos de comedia, los puntos medios las personas no los aceptan mucho.

En ese sentido hay que conocer que ningún espacio humorístico nace teniendo buena audiencia e índice de gusto, hay que ser pacientes, trabajar mucho y nunca conformarse con lo que tenemos, siempre buscar más.

Nos hemos planteado cosas que en suponemos que no nos van a dejar hacer, como grabar en la lanchita de Regla, por ejemplo. Entonces, uno mismo no puede censurarse, hay que soñar y atreverse.

Respeto mucho al el público, al género, siempre escucho a las personas que se me acercan tanto para felicitarme como para hacerme una crítica. Y la satisfacción no es mía, sino de este equipo grande, desde los actores hasta los editores.

A veces la realidad te oprime un poco y te pone en situaciones límites, pero ahí es donde tiene que nacer la creatividad, el espíritu y el ánimo para seguir.

 

¿Qué lo inspira a crear?

Ver a las personas que no saben quién soy valorar una cosa que hacemos todos con mucho amor. Yo disfruto mucho el anonimato, Soy un poco introvertido, no me gusta estar delante de las cámaras, y cuando voy a un lugar donde nadie me conoce escucho los comentarios sobre el programa, los chistes, de Pánfilo, y eso  me da una satisfacción tan grande que me impulsa a seguir trabajando.

Nos han pasado cosas muy dolorosas, como tener todo listo para grabar un programa y que de pronto nos llamen y digan que no hay permiso para hacerlo.

Sucedió con el programa que grabamos por fin de año, necesitábamos utilizar un carro de bomberos y no nos ayudaron. En ese momento pensamos en cómo hacer el espectáculo; de ese tipo de frustración han nacido las mejores ideas. En esa ocasión dijimos: “si no vienen los bomberos, lo hacemos nosotros mismos”. Ver a la gente manipulando la manguera, mojándose tratando de apagar el incendio de la casa del gerente fue más gracioso que poner un protocolo de cómo apagar incendios.

Todos tenemos una meta: llegar al 80 por ciento de audiencia. Ahora estamos en alrededor de un 73 por ciento.

Para ello trabajamos, mostrando situaciones para invitar a la reflexión, sin que nadie se sienta mal. Tratamos de hacer un humor inteligente, que la gente se divierta, aunque los temas sean fuertes. Creo que la solución está en no dejar de decir.

¿En las grabaciones que te distingue como director?

No trabajo con guiones cerrados, doy libertades, no limito a ningún actor. Ha sucedido que en el set se han caído cosas, por ejemplo, y en vez de cortar y empezar a grabar hemos seguido, se ha levantado lo que sea, han hecho chistes, y no ha pasado nada, todo con coherencia, claro. Solo he tratado de seguirlos con la cámara.

¿Le gustaría trabajar siempre la cuerda del humor?

A mí me fascina, es un género que gratifica, permite que la gente se divierta y piense, puede agrupar una gran cantidad de personas, requiere una gran preparación y tiene que ver mucho conmigo.

Sin embargo, como realizador me encantaría hacer documentales, esto tiene muchos puntos de contacto con el humor, el solo hecho de mostrar una realidad. Sería como ser el portavoz de un grupo de personas, sí me gustaría, es una meta que tengo.

Varios señalamientos críticos a Vivir del Cuento, hechos por el CIS en un estudio sobre la situación de algunos programas de comicidad, señalan la mala escenografía, la falta de credibilidad del personaje de Chequera, la inadecuada calidad del maquillaje y el sonido en exteriores. ¿Qué me puede decir al respecto?

A veces estos señalamientos son ciertos, pero por mucho que quiera no puedo modificar un espacio si no tenemos recursos para ello. Me gustaría que la casa de Pánfilo tuviera un piso que le diera armonía a la decoración de este espacio interior, para cuando uno abriera la puerta se diferenciara de la supuesta calle, pero hoy sigue siendo el piso del estudio.

Pensamos que debemos centrar nuestra fortaleza en las interpretaciones, el guion, para que la audiencia se fije menos en los errores.

Estamos esperando hace años una gigantografía que cubrirá el fondo de la casa, estaría detrás de la ventana, pero solo se ha quedado en sueños.

Las limitaciones técnicas son enormes. A veces podemos comprar un marco, unos vasos, un ventilador, pero nos quedan pendientes: una batidora, una cortina, entonces muchas veces los hemos llevado de nuestras propias casas, hemos llevado un motor de agua, un pedazo de carne de res que nos lo han prestado de paladares.

Siempre que estamos grabando en exteriores, hemos tenido que tocar puertas y de corazón nos han ayudado con cosas complicadas, como prestarnos un carro y estas cosas hacen que tengamos cada día más compromiso.

En determinados momentos tenemos que sacrificar un poco el tiempo y la calidad del maquillaje por no tener los productos para hacerlo correctamente.

El personaje de Chequera lo hemos trabajado mucho desde un principio, Mayito venía de hacer Chuchi, él es muy alto, corpulento, torpe, e increíblemente le cuesta mucho controlar los impulsos con las manos, por más que lo intentamos no hemos podido componerlo. Sé que al principio contrastaba, pero la gente poco a poco ha entendido que él es así, de hecho hay un capítulo dedicado a mejorar el “camina’o” de Chequera con un instructor, pero al final hay que llevarlo a donde Álvarez Cambra para que le haga unos aparatos especiales, eso es algo que anda por ahí.

Pienso que su torpeza es un código, además, él mismo dice que no puede hacer dos cosas a la vez, si camina bien no puede controlar los brazos y viceversa, y si tiene que hablar peor todavía.

En exteriores es muy difícil, las cámaras no son buenas, no enfocan bien, pertenecer a la categoría de programa habitual nos da cierto desamparo. Como salimos semanalmente parece que tenemos derecho a cosas buenas, hemos logrado, a fuerza de batalla y de demostrar que se pueden hacer bien, llegar a 27 minutos en un día. Esto resulta extremadamente difícil, quienes conozcan el ABC de la televisión los saben.

Cuando estamos afuera, tratamos de sacarle partido a todo. Lo primero que hago es darle la vuelta a la manzana, a lo mejor la cosa no está donde nos dijeron, nos hemos encontrado a metros de donde vamos a grabar un bache donde caben dos personas. Nunca dejamos de hacer algo que nos hubiera gustado.

Así quedan registradas las palabras de uno de los directores de espacios de comicidad más conocidos de estos tiempos. Aunque él prefiera el anonimato para naufragar entre las tantas opiniones que merece Vivir del Cuento, se debe pensar en Nachi como alguien locuaz y creativo, un personaje intrépido que ha rescatado del polvo y el olvido lo que en televisión se conoce como comedia de situación.

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