Un susto para Magda González Grau

Magda González Grau es una reconocida directora de doblaje y de telefilmes. Quien vio sus  piezas Clase magistral  y Puertas, no puede olvidar esas historias estremecedoras en las que todo estuvo bien, de hecho ambas obtuvieron diferentes galardones aunque estos no siempre hablan de calidad. Con un sentido de pertenencia visceral, la filóloga por estudios, ama la televisión a la que llegó por el departamento de subtitulaje. A ese medio ha entregado mucho, incluso dirigir, con el lógico cultivo de amigos y enemigos,  los dramatizados en una época en la que se filmaron meritorias obras de ficción.

 

Vinculada hasta los tuétanos (porque no sabe hacer las cosas de otra forma) a la  Asamblea de cineastas y al conocido grupo de los veinte que trabaja por impulsar el cine cubano, Magda camina hoy con susto, según sus propias palabras, no  por discusiones o malos entendidos sino ante la expectativa del estreno de su primera película ¿Por qué lloran mis amigas? a la que da los últimos toques, pero aún no sabe cuando se estrenará.

-Cuéntame sobre la construcción de la historia a partir del guión de Hannah Imbert.

-Hace ya unos tres años, Hannah me dio a leer este guion y me explicó que estaba inspirado en una fiesta donde había estado y su mamá y sus amigas habían hecho catarsis de sus respectivas vidas. En una de las paredes de la casa de la fiesta estaba el cuadro Amigas de Sandra Dooley y todo esto la motivó a escribir la historia. Me gustó la idea, me gustó la edad de los personajes, que es semejante a la mía y que me daba ventaja a la hora de entenderlo todo y empezamos a trabajar. Hannah es una joven muy inteligente y observadora y aunque es tan apasionada como yo para defender sus ideas, el trabajo fue grato y siempre nos pusimos de acuerdo en todo. En este trabajo colaboró mucho la Directora Asistente, Geraldine León y recuerdo largas sesiones de conversación sobre la sicología de cada una de esas mujeres. Hannah fue reflejando todo en diálogos y situaciones. Luego vino el trabajo con los asesores que insistían en que marcáramos a una protagonista y nosotras defendimos que fueran las cuatro a pesar de que la idea fuera contra los cánones tradicionales de la dramaturgia. Entendimos que en las historias que se cuentan actualmente hay una tendencia a repartir el papel protagónico y hacer lo contrario significaba un reto que nos gustaba, porque había que mantener el equilibrio entre las cuatro para que ningún conflicto superara al otro. El espectador puede salir diciendo que este personaje le gusta más que los demás, pero todas deben tener la misma importancia.

-¿Cómo elegiste el elenco?

Fue muy interesante. Yo estaba segura de que dos de las actrices iban a ser Luisa María Jiménez y Amarilys Núñez. Acabábamos de hacer Añejo cinco siglos y me fue muy bien con ellas. Había que buscar otras dos que estuvieran a esa altura. Geraldine, mi asistente, es una especialista en hacer casting y ella fue quien me hizo las propuestas de Edith Massola, alguien con quien tenía una deuda hace rato porque ella iba a hacer el papel de la muchacha en La rueda de la Fortuna, mi ópera prima, pero luego no pudo, no me acuerdo por qué, y Yasmín Gómez, con quien he trabajado varias veces, pero nunca en papeles protagónicos.

Cuando supe que eran ellas, decidí repetir una experiencia que tuve cuando preparé Puertas con los tres personajes masculinos y fue la de hacer casting en una especie de taller con los actores. Les entregué el guion y les pedí que hicieran su propio casting, es decir que cada una de ellas repartiera los personajes según su criterio. Entonces, el primer día de ensayo trajeron sus propuestas, que coincidían en casi todos los personajes y en los que había dudas, estuvimos discutiendo hasta que quedaron repartidos los personajes. Ese día corroboré que tenía a cuatro actrices inteligentes, preparadas y colaboradoras.

-¿Y los autores de la música?

Por supuesto que repito con Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán. Son muy talentosos y nos conocemos bien. Creo que en este momento son los músicos que mejor entienden el valor de una banda sonora para el audiovisual en Cuba.

-¿La edición?

En la edición confié en una estudiante de la FAMCA, Celia Suárez, que viene con paso firme y seguro. Me gustaba que fuera una mujer y desde el trabajo de guion técnico ha sido una excelente colaboradora.

-¿Repites con parte del equipo? ¿Por qué?

Me gusta tener mi grupo de trabajo, yo creo en lo que llaman “team work”, pero esta vez, por diversas razones, me estrené con Roberto Otero en la fotografía. Yo lo conocía de compartir el trabajo con los alumnos en los cortos de ficción que hacemos todos los años. El trabajo con él fue muy profesional. Roberto había visto la luz y el color de la película desde semanas antes y todo el trabajo que se hizo por la Dirección de Arte, donde conté con la experiencia de Tomás Piard, se hizo en función de esa visión primaria. En sonido repetí con Daphne Guisado, otra ex alumna que ya había hecho conmigo Añejo… y que tiene una gran preparación en su especialidad. Además, era mujer también, elemento que no fue pensado, pero que resultó de manera natural.

-¿Es  una historia peliaguda? ¿Por qué?

No sé a qué le llamas peliaguda, pero cuando cuatro amigas se reúnen después de veinte años sin verse, se espera que se cuenten historias interesantes e intensas. Así sucede en la vida y eso quisimos hacer. Cada una tiene su conflicto, su frustración, su dolor, pero también tiene su felicidad y su satisfacción. Tratamos de hacer historias verosímiles y eso dependía de lo que estaba escrito y de las actuaciones. Por eso luché por una pre filmación larga, aunque después grabáramos en tiempo récord, 19 días, porque era en los ensayos y en la preparación donde se decidía el juego.

-¿Qué esperas del público?

Después del éxito merecido de Conducta  este año, es difícil salir al ruedo y tener expectativas. Yo no espero tanto. Creo que mi película tiene como fortalezas actores muy talentosos, populares y queridos e historias donde mucha gente se va a ver reflejada. Me gustaría que el público se conectara con las historias y disfrutara de las actuaciones, que pudiera recibir el mensaje de amor y amistad que anima a ¿Por qué…? Si eso sucede, me voy a sentir satisfecha.

-Tienes experiencia en telefilmes, algunos los considero películas, pero este es tu primer filme ¿cómo anda la ansiedad por ver lo que sucede?

-No es ansiedad, es susto. Yo he contado historias en toda mi carrera, para mí ¿Por qué…? es otra más. Cuando estábamos haciendo el guion técnico empezó a pesar sobre mí aquello de que los primeros planos son televisivos y que el cine lleva más planos generales. Tuvimos que sacudirnos de esos prejuicios y pensar en la dramaturgia de la imagen. Hay frases que solo pueden decirse en primer plano, por lo menos cuando se está buscando la emoción en el espectador y eso es lo que siempre he buscado con mi obra. No hay mejor reflexión que la que llega al cerebro desde el corazón y yo quiero que el espectador reflexione, pero desde la risa o el llanto.

- Es tu primera experiencia con RTV comercial ¿cómo ha sido? ¿Qué piensas de esta forma de producción y los 20 años de esa empresa?

-Si RTV Comercial no hubiera accedido a producir esta película, no hubiéramos logrado ni la mitad de lo que logramos. Gracias a ellos pudimos diseñar la producción en función del resultado artístico. Nos dieron todas las facilidades para poder grabar cronológicamente. Esta película ocurre en una tarde en tiempo real y en ese tiempo, los personajes se van deteriorando, despeinando, desmaquillando. Era importante mantener esa ilusión durante los 19 días de rodaje. En eso fue fundamental el trabajo del diseñador de maquillaje y peluquería, Miguel Filloy, que quiso ocuparse personalmente de las cuatro actrices y a quien agradezco, no solo la imagen de mis personajes sino también los mimos que recibieron unas actrices que terminaban cada día extenuadas por el trabajo intenso.

RTV tiene la virtud de confiar en los creadores y aprobó nuestra propuesta de manera íntegra: alquiler de cámara, luces, catering, transporte, y luego la posproducción. Nos atuvimos al presupuesto que nos había asignado la televisión, pero pudimos repartirlo para garantizar que los recursos se pusieran en las especialidades de las que depende el resultado artístico. Eso significó la mejor experiencia productiva de mi vida. A las 6, hora del llamado, todo el equipo entraba en la locación y a las dos horas, estábamos tirando el primer plano del día. Filmamos en diciembre, cuando la luz del día dura menos y por primera vez no tuve que prescindir de algún plano o escena. Lo filmamos todo, en el tiempo previsto.

Ojalá esa manera de producir se convirtiera en el pan nuestro de cada día. Pero RTV tiene funcionarios que se involucran en los procesos de creación y saben cuándo pueden aceptar algo o no. Esa es su carta de triunfo y ahí puedo hablar de Joel Ortega, de Adriana Moya y de otros donde prima el mismo espíritu de que la obra y su calidad es lo primero.

RTV cumple 20 años y creo que lo hace en uno de sus mejores momentos. Pienso que la empresa constituye la vanguardia del instituto en pensar en una nueva forma de asumir la producción audiovisual y la esperanza de los creadores es que esa manera de pensar contagie a todo el ICRT.

 

 

 

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