Tengo ante mí uno de los rostros más atractivos y reconocidos de la televisión cubana y al mismo tiempo una de las personas más desconocidas para el público en general. ¿Cómo es posible que siendo la conductora durante más de una década de uno de los espacios con más audiencia de la Televisión Cubana sepamos tan poco de ella?

Hay muy poca información en Internet que sacie mi curiosidad y la que existe me deja con más dudas que respuestas. Entonces surgen nuevas preguntas: ¿Cómo se inició en el oficio? ¿Fue siempre conductora? ¿Tiene hijos, esposo? ¿Cuáles son sus gustos?, entre muchas más. Agnés Becerra Rodríguez es para mí un misterio.

Para suplir la carencia de información me decido a entrevistarla. Pero… ¿Concederá entrevistas? Solo hay una forma de saberlo… Después de ponerme algunas condiciones está de acuerdo en concedérmela, siempre aclarándome que no le gusta la publicidad. Cumpliendo con su pedido le envío el cuestionario. Aprecio que al conocer los temas que me interesan está más dispuesta a darme la entrevista. Ufff, un punto a mi favor.

A veces se nos olvida que las personalidades públicas tienen vidas comunes. Un problema hogareño que requirió los servicios de un plomero pospuso la entrevista en par de ocasiones.

Al fin para el día del encuentro todo está listo. Mi entrevistada fue puntual y como era de esperar asistió muy bonita. Conversamos mientras cumplo una de sus condiciones, que le muestre mi centro laboral.

Noto detrás del formalismo de cada emisión del Noticiero Estelar a una persona comunicativa, risueña e inteligente. No solo es un rostro bello, es una mujer con ideas y aprecio que las tiene bien organizadas.

Llegamos a mi oficina, le facilito el micrófono y por su familiaridad con el equipo se lo pone sin necesitar ayuda. Estoy inquieto y para tranquilizarme le hago la primera pregunta.

¿Dónde nació Agnés Becerra Rodríguez?

Nací en La Habana, en el hospital “Clodomira Acosta. Mi primera infancia transcurrió en Nuevo Vedado y a los ocho años nos mudamos para Alamar, mi mamá, mi papá, mi hermana y yo.

Nací en 1969, en el año y el mes en que también nacieron los Van Van. El 22 de diciembre, Día del Educador.

Entonces usted no es de las mujeres que esconde la edad.

Para nada. Voy a cumplir 52 años.

Me llama la atención su nombre ¿Cuál es la historia tras esa peculiar designación?

Mis padres se casaron muy jóvenes. Mi mamá tenía 17 años y mi papá 19. Dos o tres días antes de nacer, mis padres salieron caminando de Nuevo Vedado hasta el cine “Riviera” y fueron a ver una película francesa que se llama Lo bueno por conocer. En esa película hay una enfermera que se llama Agnés, y a mi mamá le gustó el nombre. Memorizó cómo se escribe, pero se pronuncia Añés, es un nombre francés. Como a los dos o tres días nací y ese fue el nombre que me pusieron.

Pero hay otra historia paralela, y es que mi bisabuela—la abuela de mi mamá— quería ponerme Inés, pero también salió complacida porque Agnés es Inés en español.

¿Ha visto la película alguna vez?

No, nunca la he visto. Pero el nombre me ha traído problemas porque a las personas siempre tengo que explicarles que el nombre es francés, que la G y la N en francés se pronuncia como la Ñ; y durante mi vida de estudiante hacían cualquier pronunciación, desde Anette, que fue uno de los que mi mamá quería ponerme. Al final terminé con este, que creo es bonito.

¿Cómo recuerda su infancia?

Yo la recuerdo con cariño, con alegría. Los primeros años de mi vida fueron en Nuevo Vedado conviviendo con mis abuelos paternos, mi mamá, mi papá y mi hermana. De ese barrio tengo bonitos recuerdos, los cuales conservo intactos: la primera vez que mi papá me llevó al cine; ahí aprendí a leer, que me enseñó mi mamá. A veces, en forma de bromas, ella me dice: “¡Tú te ganas la vida gracias a mí, porque bastantes cocotazos te di porque no sabías lo que era la M con la A!” (risas).

Mi infancia en Alamar también fue muy bonita. Esa fue una etapa de mi vida muy agradable. Éramos una familia muy feliz.

¿Hábleme de sus padres?

Mi mamá se llama Carmen y mi papá se llamaba Lázaro Iván, periodista, falleció el 1 de marzo de 2003, hace ya 18 años.

Mi mamá es una guerrera cubana.

No tiene estudios universitarios, pero la vida para ella era coser, bordar, inventar cualquier cosa para sobrevivir en mi casa, porque mi papá más bien era el intelectual, que se dedicaba a estudiar y las cosas de la casa como tal, desde pintarla, hasta arreglar una cocina lo hacía mi mamá. Mi mamá fue ama de casa durante muchos años, pero también fue auxiliar pedagógica, trabajó en contabilidad, en una empresa de gastronomía.

Mi papá dedicó mucho tiempo a estudiar, a prepararse, cumplió misión internacionalista varias veces, ocupó bastantes cargos como periodista, se especializó en periodismo deportivo. Trabajó muchos años en Radio Habana Cuba, después en Prensa Latina y los años finales de su vida transcurrieron en Radio Reloj, que los dedicó específicamente a la batalla por el regreso de Los Cinco.

De mi mamá yo creo que heredé esa fuerza emprendedora de no dejarse uno caer, ni dejarse vencer por nada; y de mi papá heredé la parte intelectual, de la lectura, de la escritura, de leer buenas cosas.

¿Qué estudió?

Bueno... Yo estudié en el Instituto Preuniversitario en el Campo “Mayía Rodríguez” de Melena, ahí pasé tres años fabulosos de mi vida. Ese fue uno de los primeros Pre en los que se fue becado para el campo, el pre de La Habana del Este.

La primera semana cuando regresé de la beca, me eché a llorar porque no quería estar allí, eso para mí era una tortura. Tenía 14 años y recuerdo que lloré sentada en el piso de la cocina y mi mamá decía: “Pobrecita la niña que no quiere estar en el Pre” (risas), porque había algunas alternativas de Pre en El Vedado. Recuerdo que mi papá me dijo con estas palabras: “Usted se va becada como todos los niños en Cuba”. Regresé ese domingo al Pre y nunca más pedí que me sacaran.

Y fueron unos años de conocimiento, de trabajo, de estudio. Fui feliz ahí, pasé esa etapa de la adolescencia feliz. De hecho, hace un tiempo atrás nos reunimos después de 30 años los egresados de mi grupo. Fue una experiencia lindísima. Y todavía nos llamamos por teléfono y nos queremos.

Después cogí la carrera de Lengua y Literatura Rusa. Pero en tercer año la dejé y empecé a trabajar en Radio Habana Cuba como teletipista. En aquel momento no había computadoras, eran teletipos. Recuerdo que las manos se te embarraban de tinta y tenías que quitártelo con alcohol. Con el tiempo comprendo que no quería que ese fuera mi futuro y pasé un curso de microcomputadora, cuando aquello empezaba, pero yo nunca lo ejercí. También pasé un curso de Documentación, otro de mecanógrafa. Transité por varios departamentos de Radio Habana Cuba. Creo que eso es lo que me ha ayudado a valorar lo que ahora tengo, porque conocí varios lugares y conozco el valor del trabajo, del sacrificio, de lo mismo levantarte a las tres de la mañana y acostarte a la una trabajando.

En Radio Habana Cuba, mientras trabajé en esos departamentos nunca hice locución. Sí me gustaba, me atraía y veía en los grandes locutores gente que me aportaba, pero no les prestaba mucha atención.

¿Cómo llega a la televisión?

En 1993, estando en el Centro de Documentación, mi novio en aquel entonces (y posteriormente padre de mi hijo mayor) me avisa de una prueba de cámara en Cubavisión Internacional. Recuerdo que fui con una saya y una blusa prestada que me facilitó una compañera de trabajo. Me presenté sin tener la más mínima noción, me dijeron ponte a leer y yo leí. Regresé para mi casa y a los tres meses fue que me llamaron y me dijeron que iba a empezar a trabajar en Cubavisión Internacional haciendo la voz en off de los noticieros. De esa forma llego a la televisión.

Cuando empiezo en Cubavisión Internacional me doy cuenta que puedo hacer cosas de locución en Radio Habana Cuba y pido ayuda. Me empiezan a dar pequeños espacios y con el tiempo cada vez más. Todo ello paralelo a mis horas de trabajo en el Centro de Documentación. En ese tiempo estudiaba inglés, comencé a trabajar en Radio Progreso y después en la Radio Metropolitana. Durante ese período —hasta 1996 aproximadamente— hice mucha radio. Tenía tiempo, no tenía hijos y hacía muchas, muchas cosas.

Y un buen día me dije: “Tengo que decidirme por una cosa o la otra, o me quedo en el centro de documentación para toda la vida o doy el salto y paso a la televisión y sigo haciendo radio”. Y de esa forma quedé con la locución hasta hoy.

Esa es una de las cosas que le enseñó su mamá.

Sí.

¿Cómo llega a la televisión nacional?

Yo sabía desde el inicio que no iba a quedarme trabajando en una oficina. Empecé a hacer otras cosas en Cubavisión Internacional. Un día, la productora del noticiero de Cubavisión va buscando una locutora para hacer el noticiero del cierre, porque no había nadie para hacerlo. Y estaba yo. Fueron un grupo de circunstancias que me favorecieron. Ella me dijo: “Tienes que ir tú misma”; y es cuando conozco al director del noticiero en aquel momento. Él me preguntó: “¿Tú estás segura que puedes hacerlo?”. Y yo le dije: “Sí, yo creo que sí”. Esa fue la primera vez que me enfrenté en la televisión nacional. Fueron 45 minutos sola —todavía conservo el guión—, incluyendo la sección deportiva porque no había nadie para hacerlas.

Seguí en Cubavisión Internacional pero también me quedé fija en el noticiero del cierre, en el cual permanecí nueve años. Con el tiempo pasé a realizar el noticiero estelar como suplente y estuve un tiempo así, ocupando el puesto si alguien faltaba.

¿Qué le aportó la radio?

La radio fue mi primer centro laboral. Lo que conozco de disciplina de trabajo lo aprendí allí. En aquella época había grandes maestros de la locución que me aportaron mucho, sobre todas las cosas el rigor del trabajo. Más que la técnica de la locución, disciplina; conocimiento de lo que es estar frente a un micrófono, y también el respeto al oficio que he tratado de mantener hasta hoy. La ética, la distinción a cada profesión, ya que cada una tiene su particularidad. Más que la técnica, hoy les agradezco eso.

Usted tiene una maestría en Locución y Presentación de Radio y Televisión en Madrid, España. ¿Cómo ocurre ese salto en su carrera profesional? ¿Qué experiencias le dejó?

Yo viajo a España en el 2001, ya trabajaba fija en la emisión del cierre. Ahí estoy un mes en el Centro Iberoamericano de la Radio y la Televisión de Madrid. Allí comprendí el prestigio y la enseñanza tan importante de la locución cubana, sobre todo en Latinoamérica. Imagínate que entre los folletos que nos daban en el Centro había bibliografía también de locutores cubanos.

La primera vez que yo llegué al aula uno de los maestros hizo un examen de aptitud y a mí me dijo: “Váyase de paseo a hacer compras que usted aquí no tiene que hacer nada”. Y yo le dije: “No, yo tengo que estar. Si a mí me mandaron como voy a estar faltando”. Eran alumnos de diferentes países: uruguayos, argentinos, bolivianos, panameños. Éramos varios de Latinoamérica.

De esa manera comprendí que a veces nosotros nos subestimamos y creemos que no somos capaces y vemos en el más allá la calidad, y no aquí mismo. Y comprendí también que no nos podemos subestimar, que somos muy capaces, solo está en que nos den la oportunidad para demostrarlo. Y por supuesto, a mí me lo demostró eso.

Indudablemente Cuba es una referencia en América Latina en la locución. Tenemos muy buenos maestros y padres fundadores.

Sin embargo, en el 2017 usted expresó en una entrevista que “La locución es un oficio que no se aprende en ninguna escuela”. ¿Por qué llega a esa conclusión?

Yo creo que hacen falta muchas cosas que no se aprenden en una escuela, por ejemplo: en una escuela aprendes matemática, español, pero en tu casa asimilas muchas más cosas. Yo siempre he pensado que la casa es la verdadera fuente de la enseñanza en la vida.

En la escuela estudias un grupo de técnicas, pero tienes que tener el don de la comunicación, tener carisma —que no todo el mundo tiene—; puedes tener la mejor voz que sino la sabes utilizar la tienes por gusto. Hay que saber administrar la respiración, y aunque te den la técnica puede que te pases 10 ó 15 años y no la logras y te sigues quedando sin aire.

En la escuela te dan el ABC, pero debes tener aptitud, sobre todo si trabajas en la noticia, porque exigen ciertas características: debes darla con seriedad, con inteligencia; hay que cuidar mucho los gestos, la mirada, porque a veces con los ojos se dicen cosas; tienes que tener firmeza y una ecuanimidad que no todo el mundo la logra.

Son cosas más subjetivas pero que son muy importantes a la hora de enfrentarte a un público y cuando trabajas en una televisión nacional se tienen más en cuenta y mucho más en un programa con tanta audiencia como el noticiero estelar».

En esos primeros años simultaneó la radio con la televisión. En Radio Progreso se mantuvo en el espacio estelar Discoteca Popular y en Radio Metropolitana en la conducción de la Revista Cultural. ¿Porque abandona los programas culturales y se inclina por la locución de los informativos?

El programa cultural no fue mucho tiempo. Básicamente yo trabajaba haciendo los informativos en la revista de la mañana, y tengo que confesar que no era mi fuerte. Me gusta más hacer la noticia.

¿Por qué?

Creo que tiene que ver más con mi personalidad, es más seria, es más convencional. La manera de conducir pienso que tiene que ver más conmigo. Por ejemplo, en los programas culturales había que desdoblarse un poco más y yo no me desdoblaba, no me sentía a gusto. Eso las personas deben considerarlo a la hora de ocupar puestos, de dominar espacios que le den, porque a veces no siempre son los ejemplos más felices, uno tiene que saber definir qué es lo que más tiene que ver con su personalidad.

Pocos lectores saben que usted fue una de las conductoras del programa informativo Mesa Redonda en el año 2000. ¿Por qué llega a la Mesa Redonda? ¿Cómo fue esa experiencia?

Esa fue una época muy pródiga porque Fidel estaba en la Mesa Redonda prácticamente todos los días. La Mesa no tenía el formato de ahora, contaba con una presentación que la hacía Rafael Serrano y le daba paso al conductor de la Mesa, que en esa época fueron varios y ese conductor presentaba a los integrantes del panel, pero el presentador decía que Fidel se encontraba presente. Como en esa época había tanta actividad, un día Serrano estaba en una Tribuna Abierta y me llaman a mí.

Ese día Fidel estaba, y yo, medio atrevida, le digo: “¿Usted sabe que yo hoy he roto un record aquí? Y él me dijo: “¿Sí, ¿qué record es ese? Y yo le dije: “He sido la primera mujer que presenta la Mesa”. Y Fidel se reía, ese día tenía un humor espectacular. Porque como mencioné, habitualmente lo hacía Serrano. Él hace poco me dijo en jarana. “Estuviste en la Mesa Redonda gracias a mí” (risas). Conservo fotos muy bonitas de ese día.

Después me encontré con él en varias ocasiones en la Mesa Redonda.

No. Nos habíamos visto en una ocasión anterior en el Noticiero Estelar. Él fue a anunciar —10 minutos antes de que acabara el noticiero— una Mesa Redonda sobre unos sucesos que habían ocurrido en un evento internacional de boxeo, e iba a aclarar al otro día que era lo que había pasado en dicho evento. Nos dijeron que llegaría 10 minutos antes de que concluyera el noticiero, y fue puntual. Recuerdo que yo estaba leyendo, y cuando levanto la vista lo veo pasar por detrás de las cámaras vestido de verde, grande, varonil (risas). Se sentó al lado mío, Serrano lo presentó y él leyó la proclama en 10 minutos.

Al concluir el noticiero se puso a conversar con un trabajador nuestro. Yo era la única mujer en el estudio, se da cuenta y dice: “Déjame saludar a la dama”. También tengo una foto muy linda de ese encuentro.

La entrevistada y el Comandante en Jefe Fidel Castro en 1999.
 

Encontrarme con él fue la mezcla de muchas sensaciones. Hoy, cuando hablo de él, todavía me brillan los ojos. Nunca me puse nerviosa, más bien sentí admiración y me parecía mentira que lo tenía delante, esas han sido las bondades de mi trabajo.

En el 2006 se establece como locutora del Noticiero Nacional de Televisión en su emisión estelar, espacio en el que se ha mantenido hasta la actualidad. ¿Cree que llegó a la cúspide de su carrera? ¿Qué le queda por hacer?

Yo dije que me iba a preparar para la entrevista y no me preparé. (Risas)

Me quedan muchísimas cosas por hacer. Tal vez no tengan que ver con la locución, pero sí son cosas que me gustan y me provocan placer, felicidad. Ellas son enseñar, dar clases; quisiera en algún momento de mi vida transmitir mis conocimientos, experiencias. En la locución ya pienso quedarme ahí, y ahí me voy a jubilar».

¿En Cuba, ser mujer constituye un freno para triunfar en la locución?

No, yo creo que no.

¿Por qué?

Porque creo que hay más mujeres locutoras que hombres. Nos sabemos imponer y las mujeres tenemos mucha calidad. Yo creo que los hombres no ocupan los espacios que ocupan las mujeres. No es un freno.

Quizás en algún momento hubo alguna preferencia porque algunas informaciones se las dieran específicamente a un hombre para que la leyera. Pero lo mismo una mujer está preparada para leer una editorial, que una nota complicada. No creo que sea un problema.

¿Cuál ha sido la noticia más difícil de leer?

Ocurrió un domingo. Había una marcha de los niños por el regreso de Elián y Fidel —que era un hombre de tanto detalle— supo que al otro día, que era el día de la marcha, iba a llover. A las ocho menos 10 minutos me estaban dando dos páginas de una declaración que había hecho Fidel a los niños, casi pidiéndole disculpas porque no se iba a realizar la marcha. Aquello fue tan difícil para mí, porque fueron dos páginas tan bien escritas, que eso es una pieza de examen para cualquier locutor del mundo.

Esa experiencia durante mucho tiempo la recordé y guardé el susto, porque tuve poco tiempo para prepararme. Recuerdo que mi jefe me dijo: “Lo vas a leer tú, porque eres mujer y tú puedes interpretar mejor el sentimiento de Fidel, la ternura con la que está escrito esto para los niños”.

¿Cuáles han sido los noticieros más difíciles de hacer?

He hecho varios noticieros difíciles. Pero los de la muerte de Chávez y de Fidel, esos marcaron una diferencia en la historia de todos los noticieros. Por ejemplo, Chávez falleció a las cinco de la tarde aproximadamente y todo el noticiero de ese día tuvo que cambiar y se hizo en la marcha. Además de la carga emocional que tenía.

Los noticieros de Fidel. ¡Imagínate! Qué pesar tan grande hacerlos y el esfuerzo que había que hacer porque a veces ponían materiales que eran muy sensibles y teníamos que guardar ese dolor, aunque siempre se exteriorizó, pero había que imponerse.

Al concluir el noticiero los micrófonos se apagan y la cámara se aleja lentamente, pero se observa que Rafael Serrano y usted conversan ¿De qué hablan en cada emisión?

No te puedo decir (risas). Esas son cosas de nosotros, pero ya no conversamos porque desde hace un año nos ponemos el nasobuco.

Nosotros tenemos nuestras manías. Siempre estamos en complicidad y antes de empezar el noticiero y al concluir tenemos un ritual. Pero de todas formas no te puedo revelar el secreto. (Risas)

¿Es difícil hacer televisión en vivo?

Sí, es difícil. Porque no todos los días son iguales y no siempre llegas a hacer tu trabajo despejada. Entonces tienes que buscar esa concentración y es difícil. Además, te están mirando muchas personas y están pendientes de los detalles, desde el anillo que uso, hasta la ropa, si engordé, si me teñí el pelo. Soy observada todo el tiempo.

¿Te has equivocado en vivo?

Sí, claro.

¿Cómo son esos días para ti?

Cuando era más joven tuve una equivocación que nunca se me olvidó y sufrí por semanas. Hoy lo asimilo de otra manera. Al pasar los años se asume con responsabilidad y sabes que tienes a cargo muchas cosas, que tu labor es muy seria. También está el trabajo del que está atrás y que tú eres el producto final.

Más joven lo asumía diferente. Cuando me pasaba, me decía: “No te puedes equivocar, ¿Cómo te vas a equivocar?”. El ego en esa época de la vida de todos es muy elevado y uno cree que no se puede equivocar. Ahora yo me equivoco y lo admito de otra manera. Yo soy un ser humano, soy madre, esposa, tengo problemas y me equivoco como todos los demás. Todos los días no son iguales, hoy lo acepto con más naturalidad».

¿Cuáles son sus mayores referentes en la locución en Cuba y en el mundo?

No tengo ninguno en específico. Todos con los que he trabajado me han aportado siempre algo.

Si tuviera la máquina del tiempo… ¿Con qué locutor o locutora del pasado le hubiese gustado trabajar?

Con Ángel Hernández. Con él trabajé en Radio Habana Cuba pero nunca de pareja. Era una persona respetuosa del micrófono, del público y de la técnica. Le salía natural, como mismo te hablaba, así mismo trabajaba. Era un gran locutor con el que aprendías mucho, te enseñaba el respeto y la ética por la profesión. Hay muchos materiales de la radio, la televisión y el cine con su voz.

¿Cómo es tu relación con Rafael Serrano?

Súper buena. Serrano es mi amigo. Tenemos una relación muy bonita que trasciende lo profesional, nuestras familias se conocen y compartimos.

Son muchos años y me siento bien trabajando con él. Nosotros de vernos nos conocemos, él sabe cuándo yo tengo un problema, incluso cuando nos equivocamos sabemos que nos pasó. Tenemos mucha comunicación y creo que eso se percibe.

He trabajado con casi todos los locutores en los últimos treinta años y con todos me llevo bien. También te diré que me llevo muy bien con todos los muchachos jóvenes.

¿Cree que la locución en Cuba goza de buena salud?

Yo creo que sí, y los hay muy buenos en radio y televisión. Lo que pasa es que al locutor se le ha encasillado como un lector y no es así. El locutor puede hacer disímiles cosas. Debe estar preparado lo mismo para hacer una entrevista, para leer una información, que para presentar un show de cabaret. Pero ese encasillamiento en el que el locutor es un busto parlante es injusto y yo creo que hay locutores muy bien preparados que pueden asumir cualquier tarea que se les dé.

¿El momento más feliz de su carrera?

Yo he tenido muchos momentos felices. Pero te voy a mencionar tres: cuando me promovieron en 2006 al Noticiero Estelar, cuando conocí a Fidel y cuando me gradué de Licenciada en Estudios Socioculturales. Fueron 10 años de carrera en el Curso por Trabajadores (CPT). El día que me gradué no paré de llorar, recuerdo que Eusebio Leal dio un discurso muy emotivo en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Eso fue en el 2016.

¿Y el más difícil?

He tenido muchos momentos difíciles y he salido adelante, no te podría mencionar alguno en específico. Pero en sentido general cuando salgo insatisfecha con lo que hago, cuando sé que pude dar más y no lo hice.

En el transcurso de la entrevista mencionó que le gustaría dar clases y transmitir lo que ha aprendido a lo largo de su carrera. ¿Ha pensado en el retiro?

Lo he pensado, no me asusta el retiro. Me va a doler porque ha sido mi rutina de vida durante muchos años, pero no tengo ningún apego a mi puesto de trabajo que no sean sentimientos de amor. Pienso que esa silla debe ser compartida por otras personas. Hay una nueva generación que puede asumir esos retos. Va a ocurrir que una noche se va a informar que ese es mi último noticiero.

Yo he pensado que me voy a jubilar joven, no voy a decir una fecha pero se van a enterar.

¿Pero usted sí la tiene?

No, no la tengo todavía, pero ya lo he pensado, aunque todavía me queda algún tiempo de vida activa.

¿Se siente contenta con su carrera profesional?

Sí y no la esperé. No me siento muy satisfecha pero sí complacida. Mi carrera me ha proporcionado bonitos momentos y soy una mujer feliz con la profesión que escogí.

Hablemos un poquito de su familia y de su vida personal. ¿Quién le dice: mi sopa polaca?

(Risas) ¡¿Se puede obviar eso?! (Risas)

Esa es mi hermana, que es seis años menor que yo. Cuando éramos unas niñas y vivíamos en Alamar nos poníamos nombretes, y ese es uno que ella me puso. Eso viene de unos paqueticos de sopa de Polonia, que cuando aquello los vendían en Cuba. (Risas)

Mi hermana se llama Ivanka. Me llevo muy bien con ella, es una mujer muy alegre. No vive en Cuba hace 26 años pero es una mujer que ha mantenido su identidad, que quiere a su país, que tiene en cada rinconcito de su casa un pedacito de Cuba, que a cada momento me dice: “Lo que más deseo es estar ahí contigo”. Hemos estado en los últimos años poco tiempo juntas.

Agnés junto a su mamá y su hermana. Foto : Perfil de Facebook de la entrevistada.

¿Bueno hábleme de su esposo? 

(Risas) Mi esposo y yo llevamos años juntos. Es una persona muy inteligente, excepcional, tenemos muchos puntos en común, compartimos los mismos pensamientos, ideología. A pesar de tener un trabajo difícil, ha cooperado con mi vida profesional, me ha aconsejado y me ha guiado grandemente. Yo lo admiro.

¿En qué trabaja?

Es oficial de las Fuerzas Armadas.

¿Tiene hijos?

Tengo dos hijos jóvenes. Uno va a cumplir 24 y el otro cumplirá 17 años.

¿A qué se dedican?

El mayor es graduado de la universidad y da clases de Inglés en el Instituto Técnico Militar (ITM) de las Fuerzas Armadas.

El menor cursa el 11no grado, quiere estudiar Diseño.

Ambos son muchachos muy inteligentes, con una cultura amplia, vasta, y adoran la música. El mayor es baterista y el menor guitarrista, ambos empíricos. Son jóvenes muy ubicados, muchachos de estos tiempos, con sus propias ideas. Están enmarcados en esta sociedad y con la revolución, son muy humanos. Creo que son esencia buena de lo que le hemos inculcado.

¿Es una mujer feliz?

Sí, como no. He conseguido cosas importantes que me han hecho muy feliz, sobre todo en la educación de mis hijos. Me he entregado mucho a mi casa, a mi familia en general que han sido los más sacrificados.

Muchas cosas de las que he hecho, lo he hecho para mis hijos, porque quisiera ser un ejemplo para ellos. Si yo me gradué de la universidad fue por ellos, para que tengan sentido del sacrificio y del trabajo.

¿Alguno se ha inclinado por la locución?

Ninguno.

Le propongo una pequeña innovación del famoso cuestionario de Bernard Pivot.

¿Color favorito?

Azul.

¿Le gusta leer? ¿Qué lee?

Me gusta. Desde hace unos años leo mucha información. Cuando era más joven leía más novelas; a Isabel Allende, García Márquez. De hecho, uno de mis libros preferidos es Cien años de soledad y también Cien horas con Fidel. Parece que el cien tiene que ver con mi vida.

¿Película preferida?

Tengo muchas películas que me gustan, pero podría mencionarte El lado oscuro del corazón Camila, ambas argentinas; y película cubana La Bella del Alhambra.

¿Música preferida?

Tengo que mencionarte a Silvio, Pablo y Los Van Van, que fueron los que marcaron mi juventud. Hoy te puedo decir que Tony Ávila me gusta mucho.

De los músicos extranjeros a Joan Manuel Serrat lo escucho bastante. Joaquín Sabina lo escucho con menos frecuencia pero igual me gusta.

¿Industriales o Santiago?

Industriales. (Risas). Yo siempre pongo en las redes sociales “Industriales Campeón”, no importa quien esté jugando, yo siempre pongo “Industriales Campeón”. (Risas)

¿Real Madrid o Barcelona?

Ninguno… Bayern de Múnich. (Risas) Ese es el equipo de mis hijos, yo me dejo guiar por ellos. (Risas)

Hace poco observé en las redes sociales un pequeño debate que sostenías sobre cocina con otro periodista del Sistema Informativo. ¿Eres buena cocinera?

Buenísima. A mí me gusta cocinar. Lo que soy convencional, no innovo mucho.

¿Haces buenos dulces?

Sí.

Para concluir, me gustaría que me respondiera lo siguiente; lo cual también va dirigido para que nuestros lectores dejen sus comentarios abajo. ¿Cree que se ha convertido en uno de los referentes de la locución en Cuba?

No.

¿Por qué?

Lo que puedo decirte es que he trabajado mucho, lo he hecho con mucho cariño, he puesto pausa en la felicidad de mi familia por entregarme a mi trabajo, he trabajado en horarios muy difíciles y mi familia ha sufrido eso. Eso es lo que puedo decir, que me he entregado y lo he hecho con amor.

Si gusta, si trascenderá, si puedo ser recordada por algo, que sea por eso, porque se conozca que yo amé mi trabajo, que nunca perseguí la gloria, como diría el poeta. Trabajé sin ánimo de más nada, las cosas fueron llegando, pero nunca las busqué.

Sí me he esforzado en hacer las cosas bien y en llegar al pueblo —que ellos son los que te dicen la última palabra— pero no creo que sea un paradigma.

TOMADO DE CUBADEBATE

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