La descomunal significación comunicativa y cultural que la televisión ha tenido para la sociedad cubana rebasa con creces el marco de esta reflexión.

Su etapa fundacional incidió ineludiblemente en su desarrollo ulterior y devino  fenómeno y proceso comunicativo peculiar y de gran complejidad, que  interrelacionó dialécticamente múltiples ámbitos de la sociedad cubana y ha mantenido --desde entonces ininterrumpidamente-- la señal de la televisión en el aire, gestión en la que se gestaron y  gestan cada día;  muchos de los saberes, modos de hacer, valores y estéticas que hoy atesoran y renuevan las nuevas generaciones en una cultura televisiva de larga data expresada, entre otros en los productos que crearon y también en aquellos quienes devinieron, ya para siempre, los receptores de su programación.

En esa primera etapa de la televisión comercial  y en las siguientes décadas se fortalecieron las raíces de la televisión que permitió, al llegar el Enero victorioso,  cuando todos  los medios de comunicación pasaron al pueblo y priorizaron otros objetivos ideológicos-sociales en sus mensajes, elevar aun mas, a niveles insospechados la cultura integral  y la satisfacción cognoscitiva y espiritual de todos los cubanos.

En su etapa fundacional, el mercadeo y la comunicación comercial permearon hasta el paroxismo la pantalla y sus entornos pero ello no impidió su convivencia con una programación que imbricó los mejores talentos, géneros y  valores de la Industria Cultural y de la sociedad iberoamericana, diversificando y potenciando a escala nacional, e incluso después en todo el mundo hispano, las más importantes matrices culturales que finalmente nutrieron nuestra programación televisiva partiendo de su arraigo en el imaginario de los públicos de otros espacios, escenarios y medios de comunicación.

En ello incidieron decisivamente, las condiciones singulares del veloz y potente proceso de conformación del sistema televisivo cubano, que  concentró,  unas juntas a las otras en la capital, las plantas matrices de diversos canales comerciales, generando una feroz competencia. Algunas se expandieron finalmente a las capitales de otras provincias,  gracias al desarrollo tecnológico y la diversificación de los espacios y géneros, pero también fue determinante, la procedencia y formación de sus hombres y mujeres.

La televisión cubana original  se nutrió de un personal polifacético. En ella primó mucha juventud, algunos con formación  empírica, otros sin vínculo alguno anterior y también especialistas experimentados en el Teatro, la Radio, la Literatura, la Música, la Tecnología, la Publicidad y hasta el Cine. La simultaneidad profesional en diversos espacios, medios de comunicación y oficios de muchos de sus primeros creadores y especialistas, enriqueció esta contribución y les permitió superarse a si mismos,  en escenarios insospechados, en reto perenne.

Este medio impuso en el ámbito domestico cubano --incluso en el provinciano-- una novedosa cultura, la audiovisual.  La historia quiso que por diversas motivaciones, desde su inicio, el arte en sus múltiples vertientes y manifestaciones, entendido desde lo más popular a lo más elitista, se integrara a ella como un legado autentico en una  peculiar concepción de programación comercial.

En nuestras pantallas aparecían ejecutivos comiendo pan con chorizo, una anciana famélica convertida en reina por un día y pululaban los concursos como incentivo de compra de anunciantes y fabricantes, pero también nacieron géneros de programación televisiva,  en muchos casos inéditos en habla hispana, los formatos, prácticas comunicativas y tendencias de programación artísticas y culturales, luego expandidas a la región. Ello enriqueció la programación y por ende a los televidentes, que en su mayoría descubrieron el acceso a nuevos productos culturales. Muchos de estas prácticas mediáticas, aun están vigentes en toda Iberoamérica.

La primaria reproducción mimética de la programación televisiva norteamericana muy pronto quedo atrás y tanteando contenidos, formas, estéticas y miradas, en Cuba se forjó una idiosincrasia cultural, latina y cubana, en el marco de aquellas condicionantes históricas. Este fenómeno de singularidad y adecuación cultural  alcanzó hasta los mensajes comerciales televisivos creados entonces para Cuba y otros países.

Sobre todo lo humano y lo divino,  tras seis décadas de televisión en Cuba,  emergen,  concretos, objetivos y  contundentes perviven entre nosotros  la obra de los hombres y mujeres que acogió la televisión y los aportes genéricos, culturales y comunicativos, que significó su quehacer para la historia mediática en habla hispana.

Hacer televisión, ayer y hoy, significa realizar una hazaña cotidiana. Los  precursores sin percatarse, protagonizaron la proeza épica de fundir talento, creatividad y eficiencia en consagración perpetua de cuerpo y alma al transitar retadores lo ignoto, probándose a si mismos y materializando el sueño de la novedoso, aprendiendo de ella en la practica; es decir, conociendo y aprendiendo a hacer Televisión, haciéndola.

Los aportes a la historiográfica mediática iberoamericana y universal, logrados entonces en su cotidianidad, enriquecidos en múltiple, fértil y dialéctico relevo generacional durante cinco décadas, han devenido un legado de altísimo valor. Lidiando con esas primicias y paternidades en el orden práctico, muchas veces los más jóvenes hemos desconocido su real significación histórica universal.

¡Hay tanto de esa historia patrimonial dormida aun en nuestras arcas!

Nuestros aportes históricos y culturales al patrimonio historiográfico iberoamericano en este campo transita por los formatos, géneros y subgéneros temáticos televisivos, muchos hasta entonces inéditos, algunos de los cuales se mantienen en las televisoras de diversos continentes, pese a las nuevas tecnologías y la modernidad, bajo nuevos ropajes.

El tiempo pasó y todos juntos, precursores y pinos nuevos que hoy peinan canas, nos unimos en el empeño de laboriosidad, talento, creatividad y arte, que hoy sobrepasa los sesenta años. Muchos de estos hombres y mujeres son verdaderas glorias --no solo de la Televisión o de la Radio--  sino de la cultura cubana y nos honran, para suerte de todos los cubanos, con su presencia y con su trayectoria artística y patria. Gracias a todos aquellos que han dedicado y dedican lo mejor de sus vidas a la Televisión.  No es preciso un aniversario para expresar estas ideas.

No es preciso de ello para recordar nuestras raíces, aquellas que nos han permitido ser lo que somos hoy. Ese es también el patrimonio de la nación cubana.

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