Remembranza de un escritor imprescindible de la radio y la televisión cubanas

Abelardo Vidal Rivas (25 de noviembre de 1939 - años 2000) era un cantante aficionado que había recorrido importantes escenarios capitalinos, pero sentía la necesidad de crear su propia obra.

En la radio habanera desde 1966, de la mano de figuras como Iris Dávila, Marta Jiménez Oropesa, Isabel Aida Rodríguez y Juan Carlos Romero, devino asesor de programas dramatizados y, después, director e proyectos en el espacio El cuento.

Durante 1968 realizó, junto al reconocido periodista Julio Batista, un noticiero radial experimental.

Entre 1968 y 1970,  la televisión cubana difundía exitosamente los policíacos Sector 40 -escrito por Juan Carlos Millián- y Móvil 8 -de la autoría de Nilda Rodríguez- que le inspiran la versión radial de Sector 40.

Históricamente, la narrativa seriada electrónica cubana estableció múltiples sinergias entre las prácticas radiales y las televisivas. Incluso, en ocasiones, los mismos relatos o formatos transitaron sucesivamente de uno a otro medio de comunicación o se simultanearon.

 

El año 1978 resultó clave en la trayectoria de Abelardo Vidal. Ya había egresado de la Universidad de La Habana, de la carrera de Historia del arte. En el Instituto Cubano de Radio y Televisión era director de programas y estrenó Clave Escorpión, su primera serie dramatizada.

Tras las entrevistas a familiares y allegados profesionales de los seres reales que inspiran sus protagonistas de ficción, combina las emociones que aportan los actores con el narrador descriptivo. Una de estas series Operación trasbordo, sobre la vida del agente Alberto Delgado, luego se replica en la televisión y, Finalmente, en el cine con  El hombre de Maisiniccú.

Para conmemorar el XX aniversario de la Seguridad del Estado cubana, Vidal propuso una co producción televisiva entre ese cuerpo armado y la televisión nacional. Cuando esta se estrena en la pantalla chica, en marzo de 1979, genera un verdadero fenómeno comunicativo en el audiovisual cubano.

La serie en cuestión tuvo dos partes: la primera, En silencio ha tenido que ser, una frase de José Martí en su carta a Manuel Mercado, con doce capítulos; la segunda, denominada El regreso de David. Incluso se pensó en una tercera sobre los sucesos de Angola pero nunca se concretó.

Fue la primera narración de continuidad televisiva que mosró las actividades de un agente cubano infiltrado en los grupos contrarrevolucionarios radicados en el exterior del país. 

Tutelada por el entonces General Fabián Escalante, el prestigioso director de programas Jesús Cabrera1 -fundador de nuestra televisión- le imprimió un estilo cinematográfico.

Tras la investigación, Abelardo Vidal y Nilda Rodríguez escribieron los guiones de En silencio ha tenido que ser, a cuatro manos. Los capítulos iniciales que se desarrollan en Cuba correspondieron a Abelardo, mientras ella asumió los de las locaciones en la isla de Jamaica.

La serie El regreso de David fue escrita íntegramente por Vidal, en Nicaragua; donde a también creó una fotonovela sobre ella que nunca se imprimió.

Su sistema creativo-productivo por etapas aportó amplia libertad creativa a sus autores y, finalmente, cada capítulo se discutía con productores, realizadores y los oficiales-investigadores que en la vida real se vincularon a los cubanos representados en los personajes ficticios de David,  Reinier y otros. 

Su sistema de producción abierto -que difundía los primeros capítulos mientras escribían los restantes- permitía múltiples adecuaciones y, sobre todo, pulsar en las audiencias la aceptación de sus personajes. 

El proyecto tenía en su contra el apresuramiento de una producción compleja que alternaba locaciones en Cuba y en diversos países de la región. Por otra parte, Vidal era literalmente un guionista audiovisual casi inexperto, pues solo había escrito dos cuentos para la televisión. Contra todos los pronósticos, su éxito fue sorpresivo y arrollador.

Uno de sus personajes -Julito, interpretado por René de la Cruz- tuvo tanta fuerza propia que generó otra serie televisiva independiente sobre este universo: Julito, el pescador –dirigida por Jesús Cabrera- y, posteriormente, Juego en defensa propia, ambas escritas por Abelardo Vidal. 

Décadas después, al entrevistarlo para mi sección histórica “Figuras de siempre”, en el programa televisivo Entre tú y yo, Abelardo Vidal reflexionaba: “Estructuré el guion de En silencio…, luego de concebir el final. Luego, definí los caracteres de los personajes -que me dan los diálogos- y la estructura por capítulos.

“Su héroe queda en la población más por sus defectos, apetencias y preferencias que por su perfección. Sus errores, como la reunión en su casa con otro agente, los utilizo para dar veracidad y humanidad, porque representa los héroes anónimos clandestinos y les dice a cada uno de ellos: tú también eres un héroe

En silencio… marcó un nuevo modo de hacer en la televisión: fórmulas cinematográficas en el uso de las cámaras de video, una importante cifra de filmaciones en exteriores, la composición de música original para cada personaje y situación al estilo de las telenovelas, el trabajo en equipo -especialmente entre los guionistas y el director- que trajo el respeto entre las especialidades. Fueron inolvidables el respeto que inspiraba Jesús Cabrera y la linda relación con la guionista Nilda Rodríguez.

“Yo construyo historias a partir de la realidad y de sus protagonistas. De ahí surge la ficción. Esta construcción permite que el autor hable al oído, transmita ideas y pueda educar a miles de personas. Como combatiente de la clandestinidad, pertenezco a una generación que tiene algo que contar. Tenemos la responsabilidad de enviar un menaje estético, ideológico, educativo y cultural, proponiendo algo nuevo en cada oportunidad, buscando formas más creativas en los bocadillos, en las relaciones humanas y sociales y en los conflictos”. 

Su labor como guionista mediático fue diversa. Entre sus documentales fílmicos para las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior destaca Aquí y en cualquier parte, con Luís Felipe Bernal, dedicado al XX aniversario de las Tropas especiales, con locaciones en el conflicto bélico de Angola.

Para Radio Arte escribió la serie de cien capítulos Tres patas tiene la mesa, concebida originalmente para la televisión, donde mezcló corrupción administrativa, asesinatos e incendios, bajo la dirección de Tania Pérez.    

Entre sus cuentos radiales se recuerdan: El último sabor y Recuerdo que me llevo, relato de realismo mágico, ganador de un Premio Caracol en el concurso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Para la pequeña pantalla escribió Traje para un hombre estremecido pero confirmado y Los tiempos de cada uno, este último cuento dirigido por Abel Ponce y protagonizado por Manuel Porto y Miguel Navarro. 

Durante 1985 dirigió algunos programas televisivos y se volcó a la organización del IV Congreso de los artistas e intelectuales, donde finalmente fue electo Presidente de su Asociación de cine, Radio y Televisión.

Entre 1992 y 1994 aprendió el mecanismo industrial de la televisión latinoamericana, al integrarse a un equipo de cinco guionistas de telenovelas en Venevision (Venezuela); donde, entre otras obras, realizó Cara sucia.

No perdió esa oportunidad histórica para, en lo personal, devenir precursor de las actuales Misiones culturales,  con su proyecto Sueño en los barrios pobres.  

En el momento de mi entrevista, ni las sucesivas enfermedades que habían inmovilizado casi todo su cuerpo, habían logrado vencer al querido Cojo Vidal -como le decíamos los amigos- y mantenía una voluntad a toda prueba:

“No he parado de luchar y vencer obstáculos. Lo he dado todo y he disfrutado todo. Esa es la vida, vivir plenamente cada sensación y sentimiento. Sigo dispuesto a escribir”, afirmó. 

Esta es otra de las hermosas historias de la radio y la televisión cubanas.

Nota:

1 Devenido Premio Nacional de televisión y recientemente condecorado como Doctor Honoris Causa en Artes.

 

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